Avanza el virus con ataques fulminantes. Desolación. Las dudas se pasean, esperando destellos de vida, en las soluciones que se estudian. “Confinamiento como bendición y no como maldición.” Mueren los médicos, ora la iglesia con el liderazgo del Papa afligido, pero con mensajes de esperanza que subrayan la solidaridad como “la única receta”.
“No es el tiempo del egoísmo, es el de la reconciliación.”
En contraste, al otro lado de la cancha, pelean los futbolistas por sus sueldos, en momentos en que la vida digna, reemplaza la suntuosa. Hay quienes luchan por un techo, un pan o un almuerzo, otros por sus coches y sus joyas.
Sus directivos hacen públicas sus diferencias, desaprovechando la ocasión para superar rivalidades, en un ambiente positivo con armonía. El mejor camino para consensuar decisiones.
Unos proponen, otros descalifican y piden cabezas. Unos buscan financiación y los demás dudan. Jugar o no. Con público o sin el. En recalcitrantes posturas impropias de los tiempos que pasan.
El mundo unido, trabaja en equipo. El fútbol, no; evita la peor derrota, sin humildad, con otros intereses.
Que buena ocasión para hacer un frente común ante las urgencias, con espíritu solidario, para defender la vida, la salud, el trabajo y el deporte que es parte integral de muchas de nuestras rutinas.