Extinción del ocio

Conservo aún el recuerdo de mi infancia como un tiempo en que podía llegar tranquilamente del colegio o la escuela a hacer la siesta, tomar las medias tardes, dedicar un poco de tiempo a las tareas, jugar trompo, andar en patines, o jugar a la 'lleva’ en la cuadra del barrio. También aprendí a tejer muy pequeña. Salía con mi mamá a sus reuniones y mientras ella hacía sus visitas yo tejía. Era algo que disfrutaba hacer y no porque en mi casa, que a propósito es un matriarcado, me lo exigieran. Esto fue antes de los 8 años. Momento en el que llegó el exceso de tareas y obligaciones, fue ahí donde experimenté por primera vez la extinción del ocio. 

Ahora quiero que mi hijo curse su colegio y cumpla con sus obligaciones de estudiante sin sacrificar los espacios para aprender cosas nuevas, experimentar, disfrutar de su tiempo libre, jugar, descansar, y dormir si es necesario. Hay niños que se levantan a las 5 am, o antes por la distancia del colegio, y acaban sus tareas a las 7/8 de la noche. Son 14 horas o más con un horario lleno de obligaciones. No tienen espacio para no hacer nada o jugar. Ese es un ritmo de trabajo impensable para los niños de esa edad, y además el de un obrero del siglo XIX solo que con un descanso de por medio. 

Un exceso en este estilo de deberes supone de una frustración para los niños, y una carga excesiva para los padres que son los que, finalmente tienen que hacerse cargo de las tareas que les dejan en la escuela. El diseño de mapas, el sistema solar con icopor o disfraces, además de ser tareas que tienen que hacer los papás en vez de los niños, suponen de comparaciones odiosas respecto al dinero o el ingenio de los padres con sus hijos en la escuela, y contribuye a la competencia y hasta el bullying, por “no llevar el mejor sistema solar de la clase”. 

¿Por qué no seguir el ejemplo de algunos estados de Estados Unidos, Francia, Bélgica, Finlandia, o para no ir tan lejos el de Ecuador? Desde 1901 algunos estados de EE. UU prohibieron las tareas, lo mismo pasó en California desde 2009; Francia lo hizo desde 1956 para primaria; Bélgica las reguló a partir de 2001, y Finlandia asignó sólo de 10 a 20 minutos para hacer las tareas con los niños de secundaria; y Ecuador expidió una normativa que regula la carga horaria para las tareas escolares, evitando el envío de éstas los fines de semana, feriados o en las vacaciones. 

Estudios revelan que las actividades que fortalecen el crecimiento cultural y físico de los niños como el deporte, la literatura, nuevas habilidades como crear, diseñar, o simplemente permitir que despierten su curiosidad, o compartir con la familia son actividades que generan, incluso más autodisciplina y responsabilidad que las propias tareas. 

Aquí, sin duda, hay un reto para los maestros. La capacidad pedagógica bien puede ser puesta a prueba dentro del aula de clase, y no con tareas que incluyen la transcripción de los textos de un libro al cuaderno, o aprenderse de memoria los conceptos para pasar el examen y luego no recordar nada. Considero que puede haber mejores herramientas para el desarrollo del aprendizaje como los trabajos grupales, las salidas del aula a empresas, comunidades, parques o escenarios deportivos. La tarea va mucho más allá de enseñarles a los niños unos conocimientos para que se incorporen con -más o menos- éxito al mercado laboral, pues la enseñanza no debe estar configurada para la acomodación histórico-social, o la sumisión.

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