La excusa de la percepción

Hace poco reflexionaba sobre las cosas que ha cambiado la pandemia. Esto me hizo pensar en diversos momentos de la historia, y en cómo la humanidad ha vivido los cambios que nos han llevado a ser lo que somos hoy. Es posible que cada transformación social haya traído sus propios problemas, pero la clave, lo que nos ha llevado un paso adelante, es entender que los verdaderos líderes, no han perdido de vista los problemas reales ocultándolos en agendas inmediatistas. 

En el 2019, las preocupaciones y la agenda política de Colombia venían transformándose. Los movimientos sociales y el posconflicto le permitieron al país ver su realidad con otros ojos. Si pensamos en los debates que el país tiene hoy (el proceso de vacunación, la respuesta al COVID-19 y sus medidas para contenerlo) estos son radicalmente diferentes a los problemas que enfrentábamos en febrero del 2020. Estar en casa por largos periodos de tiempo nos ha llevado a un breve periodo de amnesia frente a los demás problemas por resolver. 

Poco a poco, al entrar en una nueva fase de la pandemia (menos dedicada a la contención y más a las soluciones) Bogotá ha revivido trágicos episodios de violencia. En diferentes localidades hemos visto actos que van desde el hurto hasta la violencia infantil. Las teorías no demoraron en llegar: que el desempleo ha generado mayor delincuencia; que es un tema de percepción; que la policía pasó a tener un rol esencial en la primera línea contra el COVID-19 o simplemente que la seguridad se encuentra en crisis. Sin duda, estos son detonantes, pero el problema de raíz no se ha abordado.

Esta no es una situación aislada en Bogotá, en el resto del país hemos visto como ha recrudecido la violencia y como el lento retorno a “la normalidad” nos ha recordado la poca atención que tanto las instituciones públicas como nosotros, desde la ciudadanía, hemos prestado a la seguridad. Comenzamos el año recordando un viejo debate: ¿es culpa del sistema? Y trayendo uno nuevo a colación: ¿hay nuevos problemas en la agenda que no hemos sabido leer?

El 2020, con su pandemia, sus noticias falsas, la polarización y el poco debate con altura, ha dejado a las autoridades y a los gobiernos en una crisis de confianza profunda (próximamente abordare este tema, y en los verdaderos desafíos que la ciudadanía espera de sus líderes).

Algo similar sucede con la baja confianza en el sistema judicial, dada la falta de efectividad, lo que decanta en un círculo interminable: los ciudadanos no confían en un sistema con bajas tasas de efectividad, esto genera una falta de denuncias y ante las pocas que hay, los resultados son escasos; pocas capturas y aún menos condenas. 

Aunque la confianza en el gobierno es la que está en crisis, esta solo se construye a partir de la eficacia de sus instituciones. El conformismo ha sido un problema histórico, pero no puede ser la solución. No podemos continuar diciéndole a los ciudadanos que el problema de la seguridad está en ellos y en su forma de leer a su ciudad. Porque, ¿qué es la percepción sino la forma en la que se siente alguien en su propio territorio? ¿no debería esta ser suficiente para actuar con mayor rigor?

Hemos debatido por años la importancia de un cambio en el sistema, de actualizarlo y sobre todo crear los medios para que la ciudadanía sienta confianza en él para participar en el mismo, pero la tarea esta del otro lado, necesitamos un sistema que evite los incentivos positivos frente al delito y nuestros gobernantes deben aceptar que son muchas las tareas por hacer. Escudarse en que el problema son los extranjeros no es la vía.

Para la ciudadanía oír que los delitos han disminuido en el año donde casi todo el país estuvo en casa, es un paño de agua tibia. Esta fue una situación atípica que se puede explicar fácilmente, no hubo tantos hurtos al no tener ciudadanos en las calles y si hubo, pocos denunciaron por miedo a contagiarse en la pandemia y seguimos en el círculo vicioso que no es solo percepción. 

Como en todo, la política de seguridad de nuestra capital se ha convertido en un debate, que, en la búsqueda por el prestigio político ha dejado de lado la verdadera lectura del sistema al que nos enfrentamos y de los cambios que la agenda realmente necesita. Bajo el discurso de la percepción, las autoridades no han leído otros temas estructurales. Es hora que nuestros gobernantes se apersonen y reconozcan los problemas, diseñen una política de seguridad ciudadana que entienda la realidad y responda a la ciudadanía. ¿Qué estamos esperando?

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