Luces y sombras de la crisis

Ante las críticas al Gobierno por lo que hace o deja de hacer frente al COVID-19, yo aplaudo su mesura y determinación en las decisiones; su llamado a la unión y la corresponsabilidad. La comunicación de Duque con sus gobernados ha sido permanente y cercana, y el ministro de Salud proyecta conocimiento, aplomo y serenidad.  

Aplaudo sus decisiones económicas. Es responsable declarar la emergencia y utilizar los ahorros del petróleo, como lo será revisar la Regla Fiscal, un instrumento para contener gasto en épocas de normalidad, que debe replantearse cuando está de por medio el estancamiento fatal de la economía y la salud y la vida de los colombianos. Aplaudo también la orientación del gasto para fortalecer el sistema de salud y priorizar ayudas efectivas a los más vulnerables. 

Sin embargo, esos esfuerzos no se ven siempre acompañados por la sociedad. Un conocido me contó su experiencia en un supermercado, en una larga fila para pagar, mientras, continuamente, se pedía por altavoz guardar dos metros de distancia, instrucción que nadie acataba y él terminó insultado por exigirla. Eso se llama indisciplina social suicida. 

Un periodista le pregunta al presidente por qué tomó las primeras medidas 12 días después del primer infectado. El presidente explica el proceso de preparación y decisiones escalonadas, pero el periodista riposta con el tal choque entre el Gobierno y las regiones, sugiriendo confusión y falta de liderazgo. Las respuestas de Duque fueron claras, pero la pregunta no buscaba aclarar sino dañar. Eso se llama cizaña, cuando el país necesita unidad. 

Si el Gobierno hubiera decretado medidas drásticas desde el primer día y sin preparación, lo habrían tachado de improvisador. Días antes del decreto de coordinación del orden público, las redes criticaban la dispersión de medidas y los gremios pedían articulación. La posición inicial fue de respeto a la iniciativa regional y local, pero cuando las cosas se pasaron de raya, como la pretensión boyacense de cerrar carreteras nacionales, se produce el decreto y las redes y los medios se inventan peleas existentes. 

Eso se llama “palo porque sí y porque no”, con tufo político para desprestigiar al Gobierno; ganar likes burlándose de Duque  y rating generando “terrorismo social” que mina la tan necesaria unión. Un verdadero delito de “lesa Colombia”. 

Aun así, los buenos somos más y, contra la mezquindad de pocos, el país se reencuentra en los valores de la solidaridad, la familia, la salud y la vida como bienes fundamentales. Nunca antes había sido tan válido que mis derechos terminan donde empiezan los de los demás; la preminencia del bien común, no como principio retórico, sino de subsistencia individual y social. Hoy más que nunca, para todos es importante  que, sin distingos, todos estemos bien. 

A mis lectores: ¡Cuídense! 

 

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