“¿Me regala un tinto?”

Nadie que haya leído esta columna en el pasado podrá decir que aquí escribe un uribista. Lo advierto porque me voy a meter con Gustavo Petro y como en este país polarizado hasta la náusea, si criticas a fulano inmediatamente te matriculan como seguidor de mengano, que queda claro. Tampoco he sido nunca votante del Partido Popular en España. ¿Estamos?

Bien, dice Gustavo Petro que durante la reunión que sostuvo con el Vicepresidente del Gobierno de España, Pablo Iglesias, le pidió para Colombia los excedentes de vacuna contra la covid que les sobrasen a los españoles. Y lo cuenta en una red social como un gran logro. Esto se desprende de los trinos de los dos políticos en Twitter, Iglesias lo llama “protagonista clave del cambio progresista”.

Vamos a ver, ni Pablo Iglesias tiene capacidad para disponer de esos excedentes, en caso de que los llegase a haber, ni Gustavo Petro tiene cómo hacer llegar a un gobierno uribista como el que padece Colombia en este momento, unas tales vacunas.  Las vacunas llegarán envueltas en papel propagandístico, que ya se encargará Iván Duque de pregonar en su Aló Presidente televisivo del diario atardecer.

¿O es que piensa Petro repartirlas durante su hipotético mandato? Si es así, me parece que está ensillando sin tener las bestias. Más bien la reunión entre los dos líderes de izquierda de allende y aquende los mares es un episodio populista consustancial a la naturaleza de los dos protagonistas.

La pandemia que nos invade no solo ha supuesto hasta ahora casi dos millones de muertos en todo el mundo y tragedias y sufrimiento personal inenarrables en todas partes, sino que muchos gobiernos han aprovechado el miedo de sus sociedades para coartar la libertad y convertir el confinamiento en un estado de excepción encubierto. Y en este río revuelto los populistas como Iglesias y Petro hacen su agosto.

Entrevisté a Gustavo Petro hace años y me pareció entonces un senador juicioso y sensato. Luego, de su gestión como alcalde de Bogotá tendría que decir, siendo piadoso, que fue francamente mejorable. Hoy, como precandidato a la presidencia, me parece un lastre para una opción de centro izquierda que buena falta hace en este país tan escaso de moderación, justicia y equidad.

Petro tiene por aclarar aún ese oscuro episodio de un maletín con fajos de dinero del que vimos una inquietante grabación, y no está arreglando las cosas cuando busca la compañía de un talibán incoherente, resentido y retrógrado como Pablo Iglesias. Les ilustro los tres adornos de este caballero.

Iglesias propició, mientras estuvo en la oposición, el acoso a las residencias de sus contradictores políticos e impidió hablar en la universidad, con igual algarabía y desgañite, a personas contrarias a su ideología. “Jarabe democrático” llamó uno de sus áulicos a este tipo de hostigamiento. Y esta semana, Pablo Iglesias declaró ante un juez que “sentía miedo” por la misma medicina que los vecinos están aplicando a las puertas de su lujoso chalet a las afueras de Madrid.

Resentido. Criticó duramente y hasta se opuso a la donación de equipos médicos para combatir el cáncer que Amancio Ortega, el hombre más rico de España, quiso hacer a la sanidad pública de aquel país. “Una limosna”, dijo del gesto. Y retrógrado, según doña María Moliner, por la que siento mucha estima, es aquel “partidario de instituciones políticas retrasadas, o que las sostiene o restablece”. Y el señor Iglesias sostiene y pretende restablecer en España el marxismo-leninismo, una doctrina hoy mandada a recoger, como podrá comprobar quien así lo deseé en infinidad de páginas en internet.

Colombia es un país de pedigüeños. Lo atestigua ese latiguillo tan colombiano de estar pidiendo que te regalen cosas: un tinto, la cédula, un permisito que quiero pasar…, en fin. Fórmula que, por cierto, da lugar a graciosos malentendidos fuera de las fronteras patrias. “Aquí no regalamos nada”, les suelen responder los camareros en España, a los colombianos que entran a un bar allí pidiendo que les regalen un café o una cocacola.

Gustavo Petro fue a Madrid a pedir que le regalaran una vacuna, pretendiendo adornarse con el gesto ante sus posibles votantes, y no pudo encontrar un compadre más impresentable y casposo. De momento ya le ha dado la réplica el primer hijo de la nación y candidato en ciernes del uribisno. Seguramente en las capillas del Centro Democrático estarán rezando: “Gracias Pablo Iglesias por el favor recibido”.

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