Un comentario de Gustavo Petro en la red social Twitter le ha valido serios reproches y cuestionamientos en la misma red, y el presidente, cómo no, ha reaccionado con indignación ante las críticas; seguramente sintiéndose víctima de una injusticia, y desmintiendo que él estuviese apoyando la invasión de Ucrania emprendida por Vladimir Putin. Cosa esta última que resulta una incoherencia inexplicable. Cómo no va a ser un apoyo explícito alabar a quien combate al lado de un ejército invasor. Pero entremos en los detalles.
Comentó Petro la muerte de un muchacho llamado Alexis en el Donbás, en la guerra de Ucrania, cuando peleaba al lado de las tropas rusas que han atacado a ese país europeo. Dijo que Alexis había ido a ese conflicto por sus ideas revolucionarias y que aquellas ideas lo habían llevado allí “con los ojos abiertos”. Y luego agregó: “Ha muerto un joven que quiso ser revolucionario. La revolución es la paz”. Y para completar añadió un comentario que también merece ser glosado: “Esto no saldrá en nuestros medios”.
En este “trino” twitero muchos habrán visto inevitablemente al viejo guerrillero nostálgico de románticas aventuras juveniles. Pero resulta útil en primer lugar, saber que la fuente de esta noticia es Russia Today, un canal propagandístico de un régimen que reprime a la prensa, cosa perfectamente documentada y en la que casi ni vale la pena detenerse. Ahí aparece Alexis entrevistado en algún momento previo a su muerte, exhibiendo restos de armas de origen español y criticando la ayuda que recibe Ucrania de otros países europeos. Para un colombiano, está bien en luchar al lado de los rusos y es censurable que los europeos apoyen a los ucranianos.
Con su comentario, pues, Gustavo Petro entra en contradicción con la que creíamos que era la política colombiana en este conflicto, que rechaza el uso de la fuerza contra otra nación y condena “cualquier anexión del territorio de un Estado por otro Estado”. Pero es que, además, Petro sienta como una buena cosa el hecho de que haya colombianos luchando como mercenarios en el conflicto de Ucrania, y en otros en los que la participación de compatriotas está bien documentada.
La brigada Wagner, de la que formaba parte el colombiano fallecido, es un tenebroso grupo de mercenarios fundado y mantenido en pie por uno de los muchos personajes que deben su riqueza y poder a Vladimir Putin, y que están dispuestos de realizar el trabajo sucio allí donde el amo del Kremlin les ordene. Yevgeny Prigozhin, el fundador de los Wagner, es un caso típico de escalada en el ambiente mafioso que rodea a Putin.
Prigozhin ha ido ascendiendo desde sus modestos orígenes de cocinero hasta lo que es hoy: el cómplice de Putin en deleznables episodios de violación de derechos humanos, no solo en Ucrania. Y buena parte de la imágenes horrorosas que nos llegan a diario desde allí, de civiles masacrados, de niños muertos, de torturas, de violaciones, son gracias a la actividad de los Wagner.
Los colombianos que se enrolan para luchar como mercenarios en conflictos lejanos y ajenos, seguramente lo hacen por necesidad y falta de oportunidades en su país, esto puede llegar a ser entendible. Y su muerte en combate no deja de ser dolorosa para sus familiares y digna de respeto para quienes la contemplan desde fuera. Pero no son vidas ejemplares que el presidente pueda poner como paradigmas de nada.
Ni son revolucionarios ni “la revolución es la paz”, como dice Petro. Son combatientes a sueldo en un tragedia, piezas de un engranaje que, en el caso de Ucrania, solo produce pobreza, orfandad, exilio y luto.