Qué salga a la luz el estadista

Presidente Duque

En momentos de crisis es cuando la dimensión del verdadero estadista sale a la luz. Con mis mejores deseos de verlo a usted saliendo victorioso de este reto, del que gravita el futuro de nuestra patria, me permito saludarlo y compartirle mis inquietudes.

En 1944 un joven aviador ruso dijo: “Si he logrado hacer carrera, lo debo en gran parte a la desventura de haber perdido la pierna derecha en la primera guerra mundial. Lo que parecía destinado a poner triste fin a todas mis esperanzas, fue, sin embargo, y en el más literal de los sentidos, causa y principio de alegre renacimiento. Verme invalido despertó en mi facultades y aptitudes hasta entonces latentes; encauzó energías intelectuales que probablemente habrían corrido dispersas; dirigió la atención a estudios en los que tal vez no la habría detenido nunca”. El nombre de este personaje admirable es Alexander de Seversky y llevó “una vida digna de vivirla, a causa de la invalidez que lo aquejaba, y no a pesar de ella”. Los colombianos podemos seguir su ejemplo o mantener nuestros cuerpos y nuestras mentes dormidas, encerradas y temerosas en esta encrucijada en que nos puso el destino.

Estamos pasando por una situación llena de incertidumbres y temores que se agravan al no tener la menor idea de cuanto va a durar. El manejo de la pandemia, por parte de la mayoría de los dirigentes del mundo, deja mucho que desear. Empezando la segunda década del siglo XXI vemos consternados que quienes han sido elegidos para conducir a sus países están tan perplejos como lo estuvieron hace cien años los que lidiaron con la gripa española. Los avances impresionantes en la medicina se han visto pobres ante un nuevo virus que se sale de los patrones a los que nos han acostumbrado sus predecesores, algo que no alcanzo a entender y que me lleva a ver al ser humano empequeñecido en su grandeza.

¿Por qué, cuando los pueblos esperarían contar con las luces de sus más brillantes mentes y ser conducidos por sus mejores lideres, nos encontramos a la deriva atendiendo un concepto y otro, más cercanos a la mera opinión que al fruto de la sabiduría y la razón, mientras se mantienen recluidos a miles de millones de seres humanos como si eso fuera el camino de salvación?

Presidente, en la historia constatamos que las fortalezas construidas como defensa al asedio fueron de muy poca utilidad y terminaron convirtiéndose en verdaderas trampas mortales. El encerrarse, esperando que la bondad divina los librase de los atacantes, tan solo generaba desesperanza, hambre, enfermedades y una perdida del espíritu de lucha. La única manera de liberarse del asedio era por medio de una fuerza exterior que enfrentara al enemigo. De poco servían los rezos y los llantos; la compasión no entraba en los cálculos del ejercito invasor que, como autómatas, no entendían otra razón que la fuerza, el dominio y la destrucción.

El virus nos tiene asediados y la sociedad globalizada se ha recluido en sus fortalezas. Se cerraron las fronteras, las ciudades y sus habitantes se encuentran refugiados en sus casas, o en donde sea, sin saber que destino les espera, apenas expectantes de que nuevas mediadas les impongan, siempre improvisadas, autoritarias y poco sensatas de parte de quienes, en lugar de liderar, dominan, oprimen y castigan; y en lugar de dar confianza generan temores. Unas fortalezas que se han construido alrededor de cada grupo familiar o de los individuos aislados y confundidos que son muchos.

Presidente, un verdadero liderazgo no es el de medidas autoritarias sin consultar a los ciudadanos. Usted, que se ha caracterizado por su disposición a escuchar, en esta ocasión se ha cerrado a su circulo de expertos y a oír solamente a uno que otro político oportunista. Protocolos de comportamiento, confiar en su gente y en la responsabilidad individual, permitir que los jóvenes respiren, sacándolos de sus encierros, tomando, desde luego, las precauciones necesarias, alentar a las personas a trabajar y no quedarse en la pasividad aniquiladora con la que acabaron con un pueblo dinámico como lo fue el de Cuba, implementar formas de transporte que no propicien el contagio, apelar a la imaginación y la creatividad de cada uno de los colombianos, cambiar el terror creado por el amarillismo y la ignorancia de sabios de pacotilla en los medios, acudir a la tecnología como herramienta fundamental en esta empresa, son algunas de las cosas que se me ocurren a diario. Grupos de trabajo que emprendan acciones que lleven a terminar con esta aniquiladora situación patrocinados por el gobierno y los particulares, hacer del emprendimiento un arma de combate que, con innovaciones, permitan a millones de colombianos enfrentar al virus y a los daños colaterales que están causando estragos como se evidencia con las cifras reducidas de muertes en el país que no justifican el alto costo social que traen medidas draconianas que se han impuesto a la población, son otras de las ideas que se me presentan. Estas como otras se les están ocurriendo a muchos compatriotas cada día. De pronto de tanta pensadera salga algo practico que nos ayude a vencer en esta guerra sin rival y nos permita evitar convertirnos en nuestros propios enemigos.

Presidente, mi llamado es a que se unan los esfuerzos de cada uno de nosotros. Tenemos mucho para dar y estamos dispuestos a la lucha. No podemos ser débiles y cobardes ante un reto de esta magnitud, lo que requerimos es de su liderazgo ahora más que nunca.

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