La conciencia humana contiene tres estados indispensables para su evolución: primero los impulsos inconscientes, segundo el control del consciente, y finalmente, la sabiduría que se caracteriza por aprender a vivir en el presente, confiando en la capacidad de la intuición.
Para que todo esto se pueda integrar, es fundamental empezar a fluir con la inspiración del ser exploradores de nosotros mismos, lo cual, dicho sea de paso, no tiene nada de malo. Entre más experiencias intensas y apasionadas tengamos, menos temores y reprensiones nos impedirán encontrar el equilibrio emocional y el camino interior hacia la espiritualidad.
Detrás de toda esta aventura natural hacia la satisfacción de muchos de nuestros deseos, cada experiencia lograda debe ser asimilada para que se convierta en un aprendizaje hacia conocernos más y aceptarnos tal y como somos.
Más adelante, podremos hacer un alto en el camino y tranquilamente preguntarnos: ¿vivir es tan sólo esto? ¿Será posible que exista algo más allá? Precisamente, en el momento que afloran estas preguntas, es cuando nuestra intuición comienza a activarse y logra elevarse sobre el cotidiano control de la razón.
Con sorpresa, empezaremos a escuchar la voz de la conciencia que nos invita a abrir las puertas del alma para encontrar nuestro verdadero maestro interior, quien habita en otras dimensiones de amor y armonía, jamás imaginadas.
Cuando aprendes a observarte sin estar separado de ti mismo, empiezas a liberarte de las cadenas de los prejuicios, los resentimientos, las creencias limitantes y los pensamientos tóxicos.
Sin duda, dejas de convivir con estas energías de muy bajas vibraciones y experimentas la auténtica libertad de reconocer la unidad del universo. De esta manera, descubres la identidad del ser no mental que pregunta ¿quién soy yo? Recuerda, el “sí mismo” proviene del espíritu y no sólo de la mente.
Así comprendes que estás entrando en el sendero de la humildad, la simplicidad y la compasión, dejando de enfocarte en las cosas externas y los exagerados deseos materiales que son los causantes del sufrimiento.
En consecuencia, sientes la verdad que habita en tu corazón, la cual proviene de la bondad y el amor. Entonces, te das cuenta de que aquella oscuridad en la que vivías y te causaba tanto dolor, temor y malestar, era tan sólo un espejismo. Por eso, cuando esta se desvanece con la luz de la verdad, erradica de ti las cadenas de la ignorancia para que renazcas como un nuevo ser.
¿Cuál es la fuerza que sobrevive al tiempo y a la muerte? ¡La del amor! Que nos eleva sobre nuestras miserias y nos da el vigor, la resistencia y la voluntad para regresar por fin a nuestro verdadero hogar, donde nos encontraremos con el cálido y protector amor de Dios.
Por: Armando Martí