La docente e investigadora María Cristina Ardila se dedicó durante 15 años al estudio del cocodrilo del Orinoco, también conocido como “caimán llanero” y trabajó arduamente en el Programa Nacional de Conservación de esta especie. En 2015 lideró la liberación de cuatro cocodrilos en la Serranía de La Macarena. En su honor, una de las hembras fue nombrada “Cristina”, y aún se reciben señales satelitales de ella a través del transmisor que le fue instalado para su monitoreo.
La profesora Cristina siempre le apostó a que la reintroducción de esta especie fuera completa y exitosa, por lo que diseñó lineamientos que tienen en cuenta componentes sociales, bienestar animal, análisis y observaciones constantes, para hacer efectivos los planes de manejo.
[single-related post_id="790201"]
El ingeniero ambiental Willington Martínez, funcionario de la Estación de Biología Tropical Roberto Franco, quien conoció de cerca esta etapa de su trabajo, detalló que su visión de la conservación iba más allá de llevar a los cocodrilos a la vida silvestre: reconocía la importancia de saber qué pasaba con estos animales, cómo utilizaban el hábitat y cómo era su interacción con los seres humanos después de ser liberados.
Esto permitió una segunda liberación de 15 cocodrilos en el río Manacacías, en Puerto Gaitán (Meta), el pasado 18 de noviembre, proyecto en el que también estuvo a cargo de la dirección y coordinación de cada detalle.
Aunque la profesora Cristina no pudo presenciar el momento de la liberación por complicaciones de salud, hasta el último instante acompañó al equipo que respaldó su trabajo durante años.Ella confiaba en que podría participar en la comisión que se está adelantando en Barranco de Loba, pero su salud decayó y falleció el pasado 24 de noviembre. Dicho municipio a orillas del río Magdalena es el lugar en el que los biólogos del Grupo de Conservación y Manejo de Cocodrilos –liderados por la profesora María Cristina– analizan las poblaciones de babilla (Caiman crocodilus).
Formadora de alta exigencia
La investigadora María Cristina Ardila inició la consolidación de su carrera como bióloga en septiembre de 1977. Su tesis de grado estuvo dedicada a la especie de rana Geobatrachus Ruthven, endémica de la Sierra Nevada de San Marta, de la que realizó una descripción detallada y analizó sus características morfológicas. Este trabajo fue dirigido por el profesor Pedro M. Ruiz y evaluado por el herpetólogo Federico Medem, quienes se convertirían en sus grandes mentores. Sus aportes fueron reconocidos internacionalmente y desde allí empezó a abrirse campo hacia una carrera científica que la llevaría a producir más de 50 publicaciones y describir 33 especies de anfibios neotropicales. [single-related post_id="789966"] Realizó un registro de especies nuevas, no solo para el país sino para el mundo, algunas nombradas en honor a sus docentes; ahora hay ranas descritas que llevan su nombre, gracias a la dedicada labor docente que adelantó desde el ICN y que le permitió formar generaciones de profesionales que la recuerdan por sus enseñanzas, acompañamiento y exigencias.Pero no solo se dedicó a la docencia y la investigación, sino que también hizo aportes a la U.N. en términos de gestión cuando fue coordinadora académica y secretaria de la Facultad de Ciencias.El biólogo Rafael Moreno, quien fue uno de sus alumnos, cuenta que la profesora Ardila tenía un carácter fuerte, sobre todo en cuestiones técnicas, pero tenía una sensibilidad que afloraba cuando había confianza. “Ella podía hablar de cualquier tema, incluso lejos de la vida académica, pero siempre tenía historias que contar de todo lo que había vivido en épocas en las que el trabajo de campo era muy diferente”, recuerda el biólogo Moreno, consciente de que los científicos que aprendieron de ella ahora tienen la responsabilidad de mantener vigente el trabajo que comenzó. Estos aportes fueron reconocidos con varias distinciones, entre las que se destacan el Premio Alejandro Ángel Escobar en Ciencias Exactas, Físicas y Naturales y la Distinción Académica Juan Herkrath Müller del Consejo de la Facultad de Ciencias. Los investigadores y funcionarios de la U.N. que estuvieron vinculados a su tarea esperan seguir trabajando en la conservación del caimán llanero –especie que está en peligro de extinción– para establecer sus poblaciones y demostrar que todos los esfuerzos de la investigadora Cristina valieron la pena. Con información de UNIMEDIOS.