
El Oktoberfest de Múnich, la fiesta de la cerveza más grande del mundo, reabrió sus puertas este miércoles luego de permanecer más de ocho horas cerrado por una alerta de explosivos que finalmente resultó estar relacionada con un caso de violencia familiar y no con un atentado.
La suspensión preventiva del evento, que recibe a decenas de miles de visitantes cada día, se produjo tras un incendio en el distrito de Lerchenau en el norte de la capital bávara, donde dos personas murieron y dos más resultaron heridas. El incidente, ocurrido hacia las 04:40 hora local, fue seguido por reportes de explosiones, lo que llevó a las autoridades a acordonar la zona e intensificar las medidas de seguridad.
El alcalde de Múnich, Dieter Reiter, confirmó en sus redes sociales que el recinto de la Theresienwiese, sede del Oktoberfest, volvió a abrirse a las 17:30 hora local tras descartarse cualquier peligro. “La Policía me ha informado de que no hay riesgo para continuar con el festival”, explicó.
En el operativo participaron 25 perros adiestrados en detección de explosivos, los 600 agentes asignados habitualmente al evento y 150 policías adicionales. El vicepresidente de la Policía de Múnich, Christian Huber, anunció que tras las inspecciones “no existe amenaza activa” que impida el desarrollo normal de la festividad.
Las investigaciones revelaron que el incidente se originó en un conflicto interno. Un hombre de 57 años inició un incendio en el marco de una disputa familiar, mató a su padre de 90 años, hirió a su madre de 81 y a su hija de 21, a quien había negado como hija biológica pese a un examen médico que lo confirmó, y posteriormente se suicidó cerca de un lago.
Aunque no tenía antecedentes ni permisos para portar explosivos, el sospechoso portaba una mochila con un artefacto que aún debe ser desactivado. Además, se halló un escrito con amenazas vagas relacionadas con el Oktoberfest, lo que llevó a cerrar el recinto como medida de precaución.
El ministro del Interior de Baviera, Joachim Herrmann, descartó cualquier motivación extremista y señaló que “el motivo fue exclusivamente familiar”. El caso evidencia cómo un conflicto doméstico derivó en un episodio con impacto público mayor, obligando a las autoridades a extremar precauciones en uno de los eventos más emblemáticos de Alemania.
Con la situación bajo control, el Oktoberfest retoma su agenda habitual y continúa celebrando la tradición cervecera bávara, aunque bajo un fuerte dispositivo de seguridad que refleja la creciente sensibilidad europea ante cualquier posible amenaza.