
Islandia volvió a sorprender al mundo con la fuerza de su naturaleza. En la madrugada de este miércoles 16 de julio, una nueva erupción sacudió la península de Reykjanes, al suroeste del país, y dejó escenas que rápidamente se hicieron virales: ríos de lava incandescente avanzando a través de una fisura de casi un kilómetro, columnas de humo que oscurecieron el cielo y destellos anaranjados iluminando la noche.
La Oficina Meteorológica de Islandia confirmó que la fisura inicial, de entre 700 y 1.000 metros, se abrió en la fila de cráteres Sundhnúksgígar, cerca de Litla‑Skógfell. Horas más tarde, la actividad se extendió con la apertura de otras dos fisuras, una de ellas de 2,4 kilómetros de longitud. Los flujos de lava comenzaron a avanzar lentamente sobre el terreno volcánico, aunque sin alcanzar infraestructura clave.
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Ante la magnitud del evento, las autoridades emitieron alertas inmediatas y evacuaron el poblado pesquero de Grindavík, que ya había sido parcialmente desalojado desde 2023 por la actividad volcánica de la zona. También se ordenó la salida de turistas del famoso spa geotermal Blue Lagoon, un destino icónico para quienes visitan el país.
Los científicos han explicado que, aunque esta erupción no es de las más grandes registradas en Islandia, forma parte de un ciclo de intensa actividad que se vive en la península desde 2021. Desde entonces, se han contabilizado doce erupciones, lo que evidencia que el sistema volcánico de Reykjanes podría permanecer activo durante décadas o incluso siglos.
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Otro de los riesgos advertidos por las autoridades son las emisiones de gases como el dióxido de azufre y la presencia de las llamadas “witches’ hairs”, fibras de vidrio volcánico extremadamente finas que pueden ser arrastradas por el viento y causar irritación en la piel y los ojos. Por ello, se recomendó a la población cercana evitar exponerse al aire libre por tiempos prolongados y usar protección adecuada.
Aunque la situación se mantiene bajo control y no se han reportado víctimas ni daños significativos, los organismos de emergencia continúan monitoreando la evolución de los flujos de lava y las variaciones sísmicas que acompañan al fenómeno.