Tiene 26 años y es la mayor de dos hijas. Se pasa sus días entre las zonas rurales de Valle, Cauca y Nariño, y es la única mujer a cargo de operaciones de desminado humanitario. Su historia es el reflejo de persistencia y lucha por cumplir sueños, de romper techos de cristal.
Alicia Rojas es ingeniera civil, tiene pestañas definidas, sonrisa tímida y hablado pausado pero seguro. No mide más de un metro con sesenta y cinco centímetros. Mientras responde las preguntas de esta entrevista es saludada por todos sus compañeros, es casi una pop star dentro del Ejército. Y méritos tiene para eso, pues es hasta ahora, la única mujer que tiene la gran y complicada tarea de liderar operativos de desminado humanitario en el país, la única capaz de llegar a dejarlo todo por el bienestar de quienes viven en la ruralidad.
Entre sus planes siempre estuvo presente convertirse en una mujer que portaría el uniforme de las fuerzas armadas, eso lo tenía claro y no descansó hasta cumplirlo, “cuando inicié la escuela para mí fue un sueño, yo siempre soñé con ser militar y lo logré”, dice. Por eso se preparó en la Escuela Militar José María Córdoba como oficial del Ejército Nacional. Luego pasó a capacitarse por tres meses en proceso de desminado humanitario en el batallón número 60 de Antioquia.
Desde entonces, cuenta, empezó a hacer historia dentro de las fuerzas armadas, fue nombrada como líder de desminado humanitario, lo que para ella es la mejor experiencia “pues no a todas nos han dado la oportunidad de hacerlo y que yo sea la primera, le abre las puertas a quienes vienen detrás de mí porque es algo que si se trabaja con disciplina se logra”, dice con una sonrisa orgullosa y un brillo en sus ojos.
La Teniente Alicia Rojas lleva 5 años realizando desminado humanitario y tan solo una sola vez se sintió en peligro, cuando ella y su equipo, estaban realizando el despeje de minas antipersonal en Suarez, Cauca y fueron hostigados por un grupo al margen de la ley. Esto impidió que se continuara con la tarea.
La entrevista continúa y cuenta con la precaución de no dejar ningún detalle, lo que es una operación de desminado humanitario. Dice que lo primero que se debe hacer es un estudio técnico a cargo de un equipo especializado que evalúa si el terreno es un área peligrosa o área peligrosa confirmada y explica:
“El área peligrosa confirmada es donde ocurrió un accidente y hubo un animal o persona muerta, mientras que un área peligrosa es donde se encontraron casquillos de balas o restos de algunas minas antipersonal o también puede ser por sospecha de la comunidad”.
En la actualidad, según datos del Batallón de Ingenieros de Desminado Humanitario número 6, se han despejado 656.636 metros cuadrados de minas antipersonal, municiones usadas sin explosionar y artefactos explosivos improvisados en los departamentos de Valle, Cauca y Nariño.
En el Valle, por ejemplo, se han descontaminado 10 municipios de minas antipersonal: San Pedro, Sevilla, Buga, El Águila, Rio frio, Calima, El Cerrito, Guacarí, La Cumbre y Cali.
Según Descontamina Colombia, programa del Alto Comisionado para la Paz, en Tuluá, Palmira, y Pradera, hay zonas con presencia de minas antipersonal y donde se enfoca el esfuerzo de operaciones de desminado que son lideradas por la Teniente Rojas.
La uniformada avanza con su relato y cuenta que cuando se confirma que el terreno está contaminado el equipo técnico hace una marcación y entonces se inicia la tarea. No sin antes, reunirse con su grupo para verificar que todo esté en perfectas condiciones y poder hacer la descontaminación. Hace también algo muy importante, cerciorarse de que sus hombres, un grupo alrededor de 8 personas entre enfermeros, oficiales, soldados y desminadores, estén en óptimas condiciones físicas y mentales.
“Lo primero que nosotros hacemos es una oración ante Dios para que nos proteja en nuestra jornada de trabajo. También verifico el estado de salud mental que ellos tienen en ese momento porque si hay una persona que no se siente en la capacidad de hacerlo, pues obviamente no va estar en sus cinco sentidos para ingresar a hacer el trabajo. Entonces para evitar algún accidente evitamos que ingresen a trabajar”, precisa.
Para entrar a descontaminar un área, la Unidad de Desminado Humanitario, UDH, debe tener todo su equipo de protección personal: un visor y un chaleco azul oscuro que cubre hasta las rodillas y está compuesto por un material especial. Según la Teniente Rojas, se debe cubrir la cara, el pecho y la pelvis porque son zonas que están más en riesgo.
Al ingresar a la zona demarcada previamente el equipo lo hace por turnos. Cada dos horas un relevo entra con un detector de metales, no minas. La Teniente Rojas hace la claridad de que el detector de minas no es más que un nombre mal usado pues no existe tal elemento que pueda identificar estos artefactos.
“Cuando el desminador detecta un metal él se agacha, empieza a realizar verificación si es un metal o finalmente una mina. Si es una mina, él hace a partir de 20 centímetros de la mina, una excavación de la forma más delicada verificando si hay cables. Cuando estamos seguros de que es este artefacto, se deja ahí, se realiza la marcación y al finalizar el día de trabajo es decir 2:00 p.m., se realiza la destrucción, lo hacemos con una carga explosiva controlada. Nosotros no manipulamos la mina nunca”, precisa en su relato.
Al preguntarle sobre los riesgos que se corre tras destruir una mina es tajante, responde sin dudarlo y con voz firme que “nuestros procedimientos son 100 % seguros y exitosos”. Sin embargo, aclara que en el peor de los casos el mayor riesgo es que “la mina esté muy sensible y pueda explosionar con cualquier movimiento antes de que podamos destruirla o sea una mina que tenga elementos fotovoltaicos”.
Luego de destruir la mina antipersonal sigue un proceso administrativo y estadístico para verificar cuántos metros cuadrados se despejaron y por fin hacer la entrega oficial a la comunidad de su predio libre de minas. Este es, según la Teniente Rojas, el mejor momento de este proceso.
“Porque cuando iniciamos es un reto que nos ponemos y al finalizar poder entregarla a sus pobladores es algo muy satisfactorio porque es como darle una luz de esperanza a la gente de poder utilizar sus predios que anteriormente habían sido arrebatados por la violencia”, subraya.
En cinco años de operaciones de desminado humanitario son muchas las anécdotas, historias y experiencias que se puedan tener. Pero hasta el momento hay una que, al contarla, la hace reírse de felicidad. Fue en La Nevera zona alta de Palmira Valle, cuando llegaba a realizar despeje de un predio y se topó con una señora.
“Una señora me ve el uniforme y me pregunta que en qué colegio estudiaba, era una señora de la tercera edad y a mí me dio risa y pues yo le expliqué que no, que no era estudiante, sino que estaba trabajando en desminado humanitario y me dijo que cómo así que una niña iba a estar en eso, que si no me daba miedo, que estaba solita y con muchos hombres y yo le expliqué que siempre quise y me preparé para estar en un entorno así”, recuerda.
Entre pesados chalecos azules, territorios minados y capacitaciones a comunidades sobre los riesgos y la importancia de informar sobre una sospecha de mina antipersonal se la pasa la Teniente Rojas, haciendo lo que le gusta y siempre hará con gusto: servir.
