El armador de pesebres

Mié, 01/12/2010 - 08:41
Mucho antes de que llegue diciembre, el taller del pesebrista ya ha empezado a funcionar a ritmo exorbitante. Varios jóvenes arman Marías, San Josés, cosen túnicas y ensamblan chozas de todos los
Mucho antes de que llegue diciembre, el taller del pesebrista ya ha empezado a funcionar a ritmo exorbitante. Varios jóvenes arman Marías, San Josés, cosen túnicas y ensamblan chozas de todos los tamaños y materiales. Como un asalto de película, planeado al milímetro y perfeccionado durante años, el operativo comienza. Los ayudantes se distribuyen en vehículos que llenan de materiales, planos y herramientas. Las noches son el mejor momento para armar los pesebres, porque no hay curiosos, sólo algunos celadores observan con discreción. Es gratificante la sorpresa de la gente cuando ve en la mañana que su sitio de trabajo se convirtió en un escenario bíblico. Para David Rubio los pesebres eran una afición heredada de las tradiciones de su pueblo, Guaduas, Cundinamarca, que en sus 400 años de existencia vio subir y bajar de    Bogotá la historia entera del país. Él es ingeniero mecánico, historiador y Presidente de la Academia de Historia de Cundinamarca, del Patronato de Artes de Bogotá y de la Sociedad Bolivariana de Colombia. Su hobby ha trascendido fronteras. Sus mecanismos de construcción son tan ingeniosos que ha llegado con sus obras a Canadá, Francia, España  y Australia. En medio del ajetreo propio de estos días, cuenta que su afición por armar pesebres comenzó de niño. Con sus cinco hermanos y papás hacían cada diciembre un paseo al campo para recoger paja, musgo y ramas con las que entre todos armaban en la sala de la casa un pesebre enorme. Hacían escenarios diferentes para recibir a los vecinos que llegaban a rezar las novenas. Años después, cuando su familia se trasladó a Bogotá para acompañar a los hijos en sus estudios universitarios, David continuó armando cada diciembre un pesebre diferente en su casa, en el barrio Pardo Rubio, que era la novedad entre los vecinos. El plan de sus compañeros de estudio de la Universidad Nacional era llegar en la noche de las velitas y armar una parranda alrededor de cada nueva creación. En una de esas noches, en 1979, llegó a la casa el padre Reinaldo Hernández, de la comunidad de los Dominicos. Quería conocer el pesebre del que tanto había oído hablar. Descrestado por la originalidad del escenario invitó a su creador a exponerlo en la iglesia Nuestra Señora de Chiquinquirá, en la carrera 13 con calle 51. Los éxitos obtenidos ese año hicieron a David soñar con un proyecto más ambicioso para el año siguiente, que diseñó con minuciosidad para proponerlo. La idea era montar, en el Planetario Distrital, un escenario circular que representara las diferentes estaciones de José y María, desde su salida de Jerusalén hacia Belén, su llegada al pueblo y la gruta del nacimiento. Esto lo haría en el espacio de las sillas para que el público lo observara de pie al girar sobre la plataforma central. De esa manera aprovecharía de ambientación  la cúpula en la que se pueden ver las constelaciones. El proyecto fue acogido, pero cuando iba a comenzar el montaje, Rubio recibió una invitación de la entonces Primera Dama de la nación para participar en una exposición de pesebres que organizaba su despacho. Allí armó un pesebre gigante con el que ganó el primer premio. En vista de ese resultado, doña Nidia le hizo una propuesta mucho más atrevida para el año siguiente, 1981: construir un pesebre en vivo, con actores que representaran a la sagrada familia, pastores, soldados y Reyes Magos. La empresa comenzó en Corferias, en un pabellón de 6.000 metros cuadrados que recibió miles de visitantes. Los diarios de ese año dijeron que para recorrer el pesebre vivo los asistentes sufrieron las filas más largas en la historia en Bogotá. Hasta allí llegaron los representantes del libro Guiness Records, que lo registraron como el más grande del mundo. Desde entonces la reputación del pesebrista ha venido en aumento, y cada año los retos son diferentes. Los cinco pesebres de la Casa de Nariño, otros dos en la Vicepresidencia, los de algunos ministerios, la Catedral Primada, la Capilla del Sagrario,  Maloka, y al menos sesenta escenarios más en Bogotá. Los pesebres que ha enviado a diferentes países son modulares, se pueden armar de diferentes formas y se empacan en guacales de madera diseñados para un fácil almacenamiento y transporte. Esos mismos son los que se arman en varias instalaciones militares de los lugares más apartados del país. Desde su oficina, en la antigua casa del Patronato de Artes de Bogotá, David Rubio cuenta que ha optado por guardar un bajo perfil. Él prefiere que el protagonista sea cada pesebre. Incluso varias personas lo han llamado para recomendarle que visite tal o cual pesebre, sin saber que fue creado por él. Las tendencias han evolucionado y hoy estos escenarios se montan con materiales artificiales, que representan los elementos naturales para proteger el medio ambiente. Muchas empresas piden que se armen pesebres con los colores institucionales, minimalistas, más conceptuales, que sirvan como piezas publicitarias. Sin embargo, Rubio prefiere convencerlos de la importancia que tiene respetar la tradición de la representación bíblica del nacimiento de Jesús. Para este año, Rubio recomienda visitar los pesebres que está construyendo en la Catedral Primada y la Capilla del Sagrario, el que terminó hace unos días en Maloka y otros como los de la sede de Compensar de la Autopista Norte con calle 94. Confiesa que aunque ha pasado mucho tiempo, aún sueña con realizar el proyecto que nunca pudo ver concluido bajo las estrellas del Planetario.
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