La guerra se tomó Colombia por más de medio siglo y municipios como Belén de Umbria, en Risaralda, tuvieron que someterse al rigor de las armas y la incertidumbre de una situación que se tornaba interminable. Los habitantes, en su mayoría campesinos y personas trabajadoras, se refugiaban en sus casas a la espera de un último disparo que diera fin al miedo y el terror.
La amargura de la crisis pasó cuando los campesinos recibieron el llamado de aliados que los ayudaron a vender sus productos y renacer de las cenizas. El lulo les dio a muchos la salida económica que por años parecía ser una puerta cerrada con candado.
"Nosotros ahora estamos bien luego de momentos difíciles. Los grupos guerrilleros y al margen de la ley nos tenían en aprietos. No vivíamos en las fincas sino en el pueblo por lo terrible que era", expresó a KienyKe.com Diego Echeverry, presidente de la Asociación de Cultivadores de lulo de Belén de Umbría.
Diego confiesa que la quiebra que los persiguió en 2012 dejó a más de uno de sus compañeros "con una mano adelante y otra atrás". Con kilos de lulo iba hasta Medellín para vender su fruta, así fuera por un valor menor, pero ni así lograban venderlos todos. Necesitaba comer y llevar sustento a su casa. Esa era su vida y la de cientos de campesinos que no perdían la fe a pesar de la adversidad.
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Echeverry dice que Postobón fue uno de los aliados que le dio un espaldarazo a la asociación con inversión y oportunidades que de nuevo trajeron la estabilidad económica que habían perdido producto de la guerra y la falta de compradores.
[caption id="attachment_925247" align="alignnone" width="1024"] Postobón[/caption]
"Ellos nos colaboraron y los vemos como unos padrinos, ahora somos empresarios del campo y podemos producir nuestra fruta y venderla sin intermediarios. La vida cambió. Hay paz porque el dinero entra cada ocho días y todos pueden comprar su mercado, pagar la educación de sus hijos y costear el hogar", señaló el cultivador.
El empresario de Risaralda vive feliz con su familia, conformada por Jazmin Ballesteros, su esposa; y sus hijos: Víctor Manuel; estudiante de ciencias del deporte; y Jonathan Stiven, estudiante de cultivos agrícolas.
https://soundcloud.com/kienyke/el-cultivo-que-germino-la-fruta-de-la-paz
Diego se levanta a las cinco de la mañana, cuando el cielo está oscuro, a trabajar la fruta. La piquiña lo persigue, el cultivo de lulo es de los más difíciles -según cuenta- porque suelta un polvo que genera este malestar, pero nunca es un impedimento para frenar la producción.
A la semana pueden sacar entre 18 y 25 toneladas. El plan mensual es de 3.500 plantas y todo funciona como un reloj, debido a que los controles de calidad están al día.
Los trabajadores de Hit Social, el programa de Postobón que beneficia a la Asociación de Cultivadores de lulo de Belén de Umbría, ahora ven paz en sus hogares y bolsillos. Las épocas de crisis quedaron atrás con la zozobra y el miedo. Ahora lo único que importa es cultivar y mejorar el sabor de su producto día a día.
"Aprendemos siempre técnicas para mejorar el trabajo diario. Somos gente de bien que solo quiere vender su fruta y encontró la oportunidad de hacerlo y tener un sustento de vida", puntualizó.