A Alejandro Galvis Ramírez se le escurren las lágrimas cuando piensa en el día en que murió su hijo Ernesto, a los 29 años, de la misma manera que su amigo y paisano Luis Carlos Galán Sarmiento: una perforación en la arteria femoral. Galán por las balas en la plaza de Soacha, Ernesto al accidentarse en una motocicleta el 19 de junio del 2002, una fecha que no consigue borrar ni con su éxito empresarial, ni con los lectores que se multiplican a diario, ni con un poder que a veces parece no disfrutar.
Los periódicos El Universal de Cartagena, Sincelejo y Montería; La Tarde, de Pereira; El Liberal, de Popayán; El Nuevo Día, de Ibagué; Vanguardia Liberal, de Bucaramanga y Valledupar, conforman su emporio editorial, unido a su participación en quince periódicos populares Q´hubo, que no generan opinión, pero mueven la registradora.
Alejandro Galvis Ramírez tiene participación en siete periódicos, en algunos más del cincuenta por ciento y en otros el cien por ciento, como en El Nuevo Día y Vanguardia Liberal.
Como su padre el político, Alejandro Galvis Galvis, como su hermana Silvia, la aguerrida periodista fallecida hace poco, como su hermano Virgilio, ex ministro de salud en el gobierno de César Gaviria, todos heredaron el talante liberal del radicalismo santandereano del siglo XIX. Pero lo suyo no es la política, sino el negocio de la información impresa. A mediados de los setenta, en ausencia de su papá, quien estaba de embajador en España, Alejandro Galvis tomó las riendas del periódico de la familia, Vanguardia Liberal. Desde el primer día se propuso llevar el periódico del ámbito local al regional, al Magdalena Medio, Sur del Cesar y Norte de Santander. Se había preparado para ello: combinó su formación de economista de Los Andes y administrador de Michigan University, con una especialización de gerencia de diarios en Chicago, que le permitió conocer periódicos como The Washington Post, The New York Times y Usa Today. Y arrancó.
En 1971 creó Agencia de noticias Colprensa, junto a Álvaro José Lloreda, que era gerente de El País, de Cali; Jorge Hernández, de El Colombiano, de Medellín, y Juan B. Fernández, de El Heraldo, de Barranquilla, para suplir la necesidad de información nacional generada en Bogotá.
Su interés por el departamento venía de tiempo atrás, desde cuando regresó de estudiar en Estados Unidos y se montó en un jeep a recorrer la provincia santandereana, como lo recuerdan sus vecinos de entonces en el barrio Bloarquí, los hermanos Oswaldo, Sergio y Óscar Acevedo. Conversaba con la gente, compartía un café con tenderos y voceadores de prensa que se convirtieron en la base de una amplia red. El revolcón empezó por casa, con Vanguardia Liberal, pero después vendrían sus nuevas aventuras editoriales. A mediados de los ochenta se metió con El Universal, de Cartagena, que enfrentaba una seria crisis. Le propuso al socio mayoritario, Domingo López Escauriaza, quien había sido compañero de su papá en el Congreso, asesorarlo y apalancarlo en lo económico para que el periódico no muriera. El impreso salió adelante, pero Alejandro Galvis se quedó con 71% de las acciones.
Quienes mejor conocen a Galvis Ramírez, no dudan en definirlo como una persona que afronta con decisión sus proyectos editoriales.
El turno le llegó a La tarde, de Pereira, otro periódico en crisis. Quien prendió las alarmas esta vez fue el entonces representante César Gaviria, quien lo visitó en plan de SOS en Bucaramanga. Viajaron juntos a la Feria Mundial de Medios impresos en Las Vegas, y allí Galvis le recomendó la rotativa que debía comprar. Vino entonces la reestructuración. El resultado: Alejandro Galvis tiene 61% de las acciones.
Cinco años después, en 1985, cuando el periódico El Liberal, de Popayán, festejaba sus 47 años de existencia en estado de agonía, Galvis Ramírez se presentó con su fórmula ganadora. Una inversión de 10 millones de pesos y la consabida reestructuración que acogió su director, Juan María Caicedo. Galvis terminó con 70%.
Siguió la Costa Atlántica. Desde El Universal se expandió con ediciones regionales a Sincelejo y Monteria. Ambos los controla con una participación de 51%. Parece ser que la mejor frase aplicada de Alejandro Galvis Ramírez a los negocios es que mientras algunas personas lloran, otros venden pañuelos. Fue así como la tragedia de Armero y su pobre cubrimiento periodístico sirvió de pretexto para fundar un nuevo medio. Esta vez se unieron El Colombiano, de Medellín, El Universal, de Cartagena, y Vanguardia Liberal, de Bucaramanga, para darle vida a El nuevo día, que vio la luz el 4 de marzo de 1992. Alejandro Galvis se quedó con 70% de las acciones.
Horacio Serpa Uribe, Gobernador de Santander, Alejandro Galvis Ramírez y Monseñor Isaías Duarte Cancino, asesinado en 2002, son egresados del reconocido colegio público Santander en la promoción de 1960.
Su fórmula ganadora incluye cederle participación minoritaria a socios de la región y nombrar directores que pertenezcan a las élites políticas o sociales de cada ciudad, cuya influencia se vuelve determinante para la buena marcha de la empresa editorial. El sello liberal que intenta imprimirle se remonta a la vieja casa paterna en Curití, Santander, donde fueron muchas las batallas por las libertades que dio su papá, un anticlerical de tiempo completo que enfrentó las jerarquías de la iglesia y en la violencia partidista de los años 50 desafió a los conservadores desde los editoriales de su pequeño periódico.
Una radicalidad liberal unida a un carácter que lo puso a prueba cuando sacó a empellones de las instalaciones del periódico Vanguardia Liberal en 2002 al entonces precandidato presidencial por el Partido conservador, Juan Camilo Restrepo, quien se acercó a dar un reportaje y Galvis reaccionó con furia porque como ministro de Hacienda del gobierno Pastrana no permitió la exención tributaria para la importación de papel. Además, según Galvis, Restrepo había sido prepotente al abordar el tema del IVA a la publicidad.
Su última apuesta han sido los periódicos populares Q´hubo, que surgió de experiencias exitosas en países centroamericanos como Guatemala y Panamá, que conoció a raíz de su participación en Congresos de la SIP en ambos países. Empezó en Bucaramanga con Nuestro Diario, primer diario popular que se enfrentaría a El Espacio y cuyo valor no superaba los $500 pesos. Seis meses después lo replicó en Cartagena, donde logró punto de equilibrio en cuatro meses, señal inequívoca del nuevo rumbo que tomarían sus inversiones editoriales. Se propuso entonces cada seis meses fundar uno, sin darse esperas, y de manera sucesiva en Pereira, Armenia, Ibagué, Barrancabermeja, Valledupar y Popayán. Para entrar a plazas más complejas como Barranquilla, Cali y Medellín construyó alianzas con los gerentes y algunos veces propietarios de los periódicos locales. Periódicos baratos con una propuesta periodística que se repite de manera infalible: sexo y crimen a todo color, que alcanzan los dos millones de lectores.
Así, Galvis cuenta con más de tres millones de lectores en toda Colombia. En su oficina reposa un retrato al óleo de Ernesto, su hijo difunto, quien había estudiado en los Andes y Estados Unidos para tomar las riendas de ese poder. Su muerte implicó pensar en un nuevo heredero, Alejandro Galvis Blanco, el segundo hijo de Galvis, quien ya se prepara para tomar las riendas de un imperio de papel tan sólido como el hierro.
El ex presidente Álvaro Uribe Vélez le entregó en noviembre de 2008 a Galvis Ramírez la Gran Cruz al Mérito Ganadero durante la XXXI Congreso Nacional de Ganaderos.



