Luz Marina Aguilar dice que en su barrio, Moravia, abundan los perros y las mujeres embarazadas. Se refiere al distrito considerado como el más densamente habitado de Colombia, cuyo grueso poblacional se asentaba, hasta hace una década, sobre una montaña de basura en Medellín.
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Moravia tiene hoy una densidad poblacional de 12 habitantes por metro cuadrado, pero a finales de los 90 dicha tasa ascendía a 15. Las cifras de natalidad no son oficiales, porque mientras en el hospital local naciera un niño, en las casas del barrio estaban dando a luz a otros tres. En 42 hectáreas llegaron a vivir 47 mil personas.
Era tan alta la demanda de nacimientos y tan poco el abasto que ofrecía el puesto de salud local, que un grupo de mujeres, hacia 1970, decidió convertirse en parteras, y atender casi que a diario algún alumbramiento de sus mismas vecinas.
El oficio ha desaparecido y poco se escucha sobre su práctica en la actualidad. Pero en Moravia sobreviven las últimas parteras de Medellín; algunas de las mujeres que trajeron a la vida las llaman “madres”.
Luz Marina Aguilar tiene 64 años de edad, es una de las pocas parteras que sobrevive en Medellín.
Luz Marina es una de ellas. Tiene 64 años y es de las primeras fundadoras de este curioso barrio que floreció sobre los desperdicios de la capital antioqueña, al punto que sobre un morro de desechos se construyeron más de dos mil ranchos.
El barrio nunca estuvo en el olvido. Pablo Escobar Gaviria, el mayor narcotraficante del mundo, quiso tanto a Moravia que lanzó sus primeras campañas políticas allí, prometiendo reubicación a los pobres invasores y mejorando la única cancha de fútbol, que justamente es cuidada por el esposo de Luz Marina, quien alguna vez la tuvo a su nombre.
Por 30 años, mientras ayudaba a su marido a mantener el campo de juego, Luz Marina también ejercía como traedora de vida.
“En los 80 había poca atención médica aquí. Como éramos pobres, pues no hacían hospitales. Solo había un centro de salud y vivía atiborrado. Decidimos con un doctor que nos capacitara a algunas lideresas de Moravia, y así nos capacitaron a 22 voluntarias en Salud. En el Sena nos ayudaron a ser parteras. A cuidar a las mujeres durante el embarazo y después de dar a luz. Además de hacer un voluntariado de Salud”, cuenta Luz Marina.
Cuando se convirtió en ‘comadrona’, Luz Marina se tomó muy en serio su servicio. De lunes a sábado, y acaso algunos domingos, iba al Centro de Salud entre 8 y 11 de la mañana, a atender a las mujeres embarazadas, a punto de parir o con sus neonatos de brazos.
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“Les hacíamos curaciones, les poníamos inyecciones. Nos turnábamos las voluntarias para ir al centro de salud. Pero cuando cogimos experiencia, pusimos en todas nuestras casas una habitación con todos los implementos, incluyendo la hidratación oral, como para atender a los niños recién nacidos y las mujeres a punto de tener sus hijos”, añade.
Cada partera atendía de a 30 alumbramientos. Luz Marina, contenta con su arte, se arriesgó a recibir ella sola, sin ayuda de nadie, a tres de sus cuatro hijos. Con la cuarta niña no pudo ser su misma partera, porque el embarazo tuvo complicaciones.
“Las tres primeras niñas las tuve en la casa. La primera fue un cuento. Mi suegra era también una de las parteras, y ella quería asistirme cuando naciera mi hijo. Pero esos dolores míos eran bien fuertes y ella me regañaba y decía que yo me quejaba sin razón. Entonces colgué un lazo del techo sobre la cama, para colgarme y recibir el bebé. Pues el día del parto, yo le dije a mi suegra: si quiere acompáñeme, pero déjeme hacerlo sola. Entonces me colgué, hice fuerza, y tuve a mi niña. Mi suegra sí me ayudó a mocharle el ombligo, porque hay gente que no lo sabe mochar y lo deja muy grande, les queda salido. Pero a ella y otras tres hijas las tuve en mi casa y yo solita”, relata.
Ella misma se atendió los partos de sus tres primeras hijas, sin ayuda de nadie.
Luz Marina vive en las faldas del morro, frente a la cancha de fútbol. Aunque todavía guarda implementos clave para atender partos, como tijeras especiales y elementos de primeros auxilios, la última vez que atendió un parto fue hace 15 años.
La primera oportunidad en que lo hizo apenas llegaba a la mayoría de edad. Desde entonces recibió en su casa a decenas de mujeres a punto de dar a luz, la mayoría de entre 35 y 45 años de edad. “Pero llegaban muchas sardinitas. Esas son las que más se embarazan. Y es que en ese tiempo ni se conocían los métodos para planificar. Cuando nos capacitaron como parteras, por medio del Centro de Salud hacíamos capacitaciones sobre métodos de planificación, pero eso entra por un oído y sale por el otro”.
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“Los partos los atendíamos en nuestras casas más que todo cuando había emergencias o cuando en el hospital no había espacio o la paciente no podía pagar el médico. Pero si alguna mujer llegaba con problemas o complicado su embarazo, ahí si no la recibíamos. A una partera le pasó que se le murió un niño porque la mamá venía enferma”, añade una de las pocas sobrevivientes de este quehacer, quien comenzó de niña atendiendo los partos de los marranos que criaban en su rancho, y terminó por traer a este mundo a decenas de personas. Ella guarda la esperanza de que alguna de sus hijas le permita recordar aquellas maniobras, con nietos venideros.
Le dio vida a varios bebés, y a la basura en la que vivía
Luz Marina Aguilar llegó a Moravia a los 7 años de edad, en 1953. Víctima de desplazamiento interno en Medellín, la menor arribó a esos potreros con su mamá y ocho hermanos.
“Recién llegamos al barrio esto eran lagunas. Todavía no era basurero. El botadero estaba más alejado, y allá íbamos a buscar comida, ropa, chatarra y hasta la madera para armar el rancho”, recuerda.
La matrona dice que tuvieron una buena vida, viviendo de la basura. “Todo lo encontrábamos ahí. Si uno necesitaba un par de zapatos, en la basura se conseguían porque venían de las fábricas y ellos botaban los que no vendían. Estrenábamos para ir a la escuela. Pero la gente era muy pobre en los ranchitos”.
Los elementos de aseo también se los daba la basura. Encontraban sobrantes del jabón de ropa o de manos que desechaban sus vecinos de Medellín. Los molían juntos y los cocían, hasta que formaban bolas con las que lavaban sus cuerpos y sus ropas.
La casa de Luz Marina parece un museo del reciclaje. Utiliza y comercializa sus creaciones a partir de la basura.
“Una vez encontré hasta oro. Estaba rebuscando en la basura y me encontré un cáliz de una iglesia. Yo tenía como 10 años. No sé si lo habían robado o lo habían botado, pero estaba ahí. Lo llevé ligerito a la casa pero llegaron unos señores a asustarme. Me dijeron: mijita, la van a meter a la cárcel porque esa copa es robada. Yo por la inocencia me asusté y me fui con ellos a la iglesia del centro a devolverla. El padrecito nos dio una recompensa de 20 mil pesos, que repartimos entre cuatro. Pero ese cáliz valía mucho más, por ahí unos tres millones”.
Con el tiempo se dedicó al reciclaje y, cuando se casó, a acompañar a su esposo en los cuidados de la cancha de fútbol y labores comunitarias.
En video → Conozca algunas creaciones que hace Luz Marina solo con basura:
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Organizó una fundación llamada Corserba, que presta servicios culturales, deportivos, recreativos y ambientales en Moravia, y trabaja de la mano con el Centro Cultural y Comfenalco Antioquia, de quienes recibe el apoyo a sus proyectos.
“El objetivo principal de mi organización es el medio ambiente. Pues la razón es una sola: nosotros nos criamos en la basura, prácticamente. Y trabajé casi toda mi vida en ese morro. La corporación ha crecido y con los productos de reciclaje que hacemos, le enseñamos a los demás vecinos a aprovechar la basura, como hice de niña”.
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Luz Marina Aguilar es una de las más apreciadas líderes comunitarias de Moravia, cuya corporación ha servido como generadora de tejido social y apoyo a población vulnerable. Una partera que aprendió a dar vida no solo a seres humanos, sino a los desperdicios que muchos sepultaron en el botadero sobre el que vive.
Ella es una de las últimas parteras de Colombia
Mié, 17/12/2014 - 14:51
Luz Marina Aguilar dice que en su barrio, Moravia, abundan los perros y las mujeres embarazadas. Se refiere al distrito considerado como el más densamente habitado de Colombia, cuyo grueso poblaciona