Los caprichos de la hija de Pablo Escobar

Lun, 15/10/2012 - 14:30
El periodista y escritor José Alejandro Castaño Hoyos estuvo 20 días en casa de la familia Escobar Henao, conformada por la esposa y los dos hijos del extinto narcot

El periodista y escritor José Alejandro Castaño Hoyos estuvo 20 días en casa de la familia Escobar Henao, conformada por la esposa y los dos hijos del extinto narcotraficante Pablo Escobar Gaviria. Los mismos que en 1994 se vieron obligados a asilarse en Argentina tras la muerte del capo. Al principio, la visita del periodista tenía un fin: escribir un libro sobre la vida de los herederos del narco más famoso del mundo. Sin embargo, por temas de seguridad, convenios y posturas íntimas de los Escobar Henao, el propósito tomó un viraje que anuló toda posibilidad de construir un relato periodístico.

Fueron tres semanas inolvidables para el periodista en los que compartió desayuno, almuerzo y comidas con los Escobar Henao en Buenos Aires. Habían pasado 14 años desde la muerte del capo cuando su esposa, María Victoria Henao, y sus hijos, Juan Pablo y Manuela, se vieron forzados a dejar Colombia y buscar asilo en alguna parte del mundo. Argentina les abrió las puertas y allí María Victoria encontró un nuevo amor, rehízo su vida y sus hijos crecieron con nuevos nombres y apellidos. Pablo Escobar pasó de ser una pesadilla a convertirse incluso en una oportunidad de negocio para su hijo conocido ahora como Sebastián Marroquin.

Cuando los visitó en Buenos Aires, Castaño tenía en mente un proyecto editorial que al final fracasó. Entre todos los momentos que vivió en los intensos días en la intimidad de la familia Escobar, uno permaneció en su mente: la huella de dolor de Manuela, la hija adorada del capo. Aunque la jovencita salía antes de la llegada del periodista, la melancolía de Manuela quedaba impregnada en el apartamento.

Recientemente solo María Victoria Henao y Juan Pablo Escobar han concedido entrevistas, pero la figura actual de Manuela es un misterio, nunca se ha dejado ver.

José Alejandro Castaño se obsesionó por reconstruir la vida de una niña triste  convertida en una mujer de 23 años que aún no le encontraba sentido a su vida. Comenzó entonces una reportería de cinco años en los cuales entrevistó a decenas de personas que la conocieron cuando era la hija mimada de Pablo, quien la trataba de complacer a cualquier precio.

Castaño se encontró con una familia que pasó de vivir en palacios y mansiones a habitar un discreto apartamento y tener, como máximo lujo, una casa de campo a las afueras de Buenos Aires. Los hijos de Escobar dejaron de llamarse Juan Pablo y Manuela para convertirse en Sebastián y Juana Manuela Marroquin Santos, hijos no de María Victoria Henao sino de Isabel Santos. En 1999, cuando se descubrió que eran los legítimos  herederos del capo, la justicia argentina apresó a Victoria y a Juan Pablo durante 15 meses, curiosamente más tiempo que los días que pasó en la cárcel Pablo Escobar.

Las autoridades trataron de evidenciar actos ilegales durante su estadía en Argentina realcionados con lavado de activos, suplantación de identidades y hasta narcotráfico, pero nunca les pudieron comprobar delito alguno. Cinco fiscales pasaron por el caso, todos le dijeron lo mismo al famoso juez Cavalli: “aquí no hay nada”. Una vez liberados de toda acusación judicial, los Escobar reiniciaron su vida con un dinero que el gobierno colombiano le dio a manera de indemnización por aquella guerra que había suscitado el narcotráfico. Porque de la herencia quedó poco. La familia fue obligada a reunirse con los líderes del grupo ‘Los Pepes’ (perseguidos por Pablo Escobar) y forzados a entregar cientos de propiedades que estaban a nombre del capo, a cambio de que ‘Los Pepes’ les perdonaran la vida. Lista en mano, fueron entregadas escrituras de casas, apartamentos, fincas, predios, carros y pinturas entre otros bienes de valor.

Gran parte de los animales que adquirió el capo para su Hacienda Nápoles eran caprichos de  su hija Manuela. 

La reconstrucción de la vida de Manuela significó un esfuerzo especial.  En Panamá, Castaño halló a quien había sido la nana de la niña, una mujer que recordó cómo la vestían, sus alimentos predilectos, los juegos, el miedo y hasta los programas de televisión que la entretenían.

Otra persona con quien Castaño habló fue una mujer  que quedó en embarazo de Escobar y a quien el narco obligó a abortar, al parecer, en una de las famosas discotecas de la ciudad. La razón: Escobar le había jurado a Manuela que ella sería la última descendiente, “el final del cuento”. Pero lo más impactante son las anécdotas que contaron los lugartenientes del capo que protegían la familia, quienes la conocieron en la intimidad.

Recordaron muchos episodios, como el del unicornio que en una navidad pidió la niña y cómo ellos mismos tuvieron que aparecerse, por solicitud del patrón, con un caballo blanco al que le pegaron con grapas un cuerno bajo su crin y adhirieron largas alas de papel a su torso. El animal murió como consecuencia de una infección. Si Manuela quería una jirafa, había que mandarle traer el animal de la lejana África. Si la princesa quería ver en persona a los personajes del programa de moda, sus deseos se cumplían. Archivos fotográficos así lo demuestran.

El Pablo Escobar que recordaron quienes los rodearon era un hombre afectuoso,  juguetón y creativo con la niña. Un hacedor de fantasías creadas para sorprender los días de su hija. Cuando la llevaba a los escondites del cartel, empujaba puertas ocultas diciendo “ábrete sésamo” y entonces, como por arte de magia, bóvedas llenas de dinero se abrían. “¿cuánto son mil millones de dólares, papá? / Lo que valen tus ojos princesa”, le respondía.

El proyecto editorial sobre los Escobar Henao lo tuvieron en sus manos  Random House, Norma y Planeta, pero cuando se enteraron de las exigencias de los protagonistas echaron para atrás sus apuestas. Finalmente la novela 'Cierra tus ojos princesa' ha sido lanzada por la editorial independiente Icono.

Mercenarios estuvieron presentes cuando ‘Don Pablo’, en plena persecución del Bloque de Búqueda, con gran tranquilidad inventaba juegos para la niña. Le pedía a la mamá el delineador de ojos, le pintaba bigotes y le decía: “ya vienen los gatos, hay que esconderse”.

Castaño  logró entrevistar al cantante argentino Piero, de quien se decía que había conocido al capo. El artista le confirmó que estaba en Residencias Tequendama en Bogotá cuando se enteró de la muerte de Escobar, donde,  coincidencialmente, se hallaba  hospedada la familia. Piero decidió visitarlos en la suite y, conmovido, le cantó a Manuela su famosa canción infantil Sinfonía inconclusa en la mar. Tocado por la tristeza que intuyó en la menor, la invitó a cantar en un coro de niños que estaba formando para el show que haría ese diciembre en Bogotá. Sus intenciones quedaron frustradas porque los padres de los demás niños que conformarían el coro pusieron el grito en el cielo al enterarse de  la posibilidad de que la hija de Pablo Escobar pudiera cantar con sus hijos.

Estas y otras historias aparecen transformadas con toques de ficción en la novela de José Alejandro Castaño que tituló Cierra los ojos princesa. Como es de suponerse, la obra no gustó en la familia Escobar Henao. Algunos emisarios han hecho llegar sus mensajes de inconformidad, pero el autor se defiende explicando que la idea inicial surgió de los 20 días que compartió con los Escobar en Buenos Aires, pero que de allí en adelante, decenas de personas aportaron para reconstruir la tragedia humana detrás de la hija del "Capo de Capos", cuyos deseos eran órdenes para quien fuera el hombre más buscado del mundo.

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