La historia no contada de Mafe Carrascal

Lun, 06/02/2023 - 15:58
La representante a la Cámara por Bogotá, Mafe Carrascal, es conocida por su activismo, mismo que le permitió una curul en el Congreso. Conozca su historia.
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Créditos: Dayanne Aya - KienyKe.com

Al entrar a su hogar, se percibe de inmediato esa revolución silente que emanan las cosas cuando nos ausentamos por un largo tiempo. Entramos con ella y el viento que genera nuestra llegada, mueve las partículas de polvo antes dormidas sobre la luz del día y sacude a las plantas de interior.  El primer saludo nos lo da un cuadro puesto en la pared en el que podemos leer: “Nuestra lucha es por la vida”, acompañado de una figura colorida del mapa de América Latina. La congresista María Fernanda Carrascal o Mafe Carrascal (como es mejor conocida), habita en cada rincón del lugar, lleno de arte, libros y decoración minimal.

Máma, la libertad siempre la llevarás dentro del corazón”, reza la canción de Charly García que en los mejores días canta a viva voz Mafe Carrascal. Le gusta el rock en español por la forma en que moviliza al continente, también Mercedes Sosa, su inspiración, llora fácilmente y queda anonadada con películas como 1.985, largometraje de argentina nominado al óscar que vio en una sala de cine de ese país al borde de las lágrimas. Su amor por las causas sociales, la historia y cultura de las venas abiertas de nuestro territorio, es un amasijo de convicción y trabajo que le ha sido heredada desde su familia.

Su papá, Santiago Carrascal, atleta por excelencia, exfutbolista profesional y líder educativo que se echó al hombro escuelas de deporte en la Universidad Francisco de Paula Santander en Ocaña, migró de su ciudad al frío bogotano en 1.989 dada la oscura y pesada sombra de violencia que lo acechaba por sus quehaceres como sindicalista y líder social.
 

Su entonces esposa, ya en estado de gestación, María Fernanda Rojas, llegó meses después a la capital para acompañarse mutuamente. Con la revolución y el agitado transitar del viaje del pueblo al monstruo gigante de asfalto que es la capital, hizo que su parto se adelantara. Dio a luz rodeada de los cerros bogotanos un 10 de enero de 1990.  Nació  su hija, la que llevaría su mismo nombre.

 

Primeros años
 

Mafe Carrascal creció en el centro de Bogotá. De fachadas antiguas que conservan la historia en las tejas y la madera retocada. El Parque Nacional, grande y verde, se convirtió en un bastión en el que a punta de canastas de baloncesto, su padre le inculcó el amor por los deportes. El amor entre sus padres se quebró a sus 4 años, se separaron y desde entonces vivió con su hermano y Don Santiago.

Entre los fulgurantes colores de las legumbres, los vegetales, las frutas y las carnes, se movía su papá, quien para llevar dinero a casa, se dedicó a comerciar con restaurantes, 30 años duró ese oficio. La pequeña Mafe de la mano de su padre, era compañera algunas veces, de los viajes entre los alimentos expuestos en las plazas de mercado. Se sentaba junto a él en las cocinas de aquel lugar y ordenaba entre el bullicio de la plaza, sopas típicas, dulces y Chunchullo, eso sí, bien tostado y crocante, su plato favorito. 

De vuelta al hogar, terminaban la jornada hablando de política, de cultura, de fútbol y otros deportes, charlas que invitaban al hermano mayor a unirse. De todo lo que no se podía hablar afuera, lo conversaban al calor de hogar.

Mafe imaginaba un fonendo entre su cuello, soñaba con ser médico y le gustaba cuando su papá hablaba de temas sociales, de cultura y de otros países. Esto, prendía una llama en el pecho y su cerebro.

 

Etapa escolar


Entre conversaciones y juegos, llegó el gran día. Inició su etapa escolar. El Rosario de Santo Domingo en 1.995 la recibió. La llama naciente, flameaba ansiosa. Tiempo después, el fuego se mantuvo gracias a las enseñanzas de sus profesores. A pesar de ser un colegio acérrimamente católico, sus guías eran laicos y progresistas. Incentivaron la crítica, el debate, la investigación, la oralidad, el arte y la creatividad como herramientas para ver el mundo, algo que nutrió a la hoy representante a la Cámara por Bogotá.

Su aprendizaje corrió en medio de puestas en escena, ensayos, exposiciones sobre temas de historia, cultura y postulados internacionales y teológicos. Sus profesores le hablaban del ‘animal político’ y de la lógica aristotélica, lo que generó bocanadas de identidad y amor por lo que aprendía. Se sensibilizó sobre el acontecer nacional y las causas sociales gracias a sus docentes. El progresismo era una puesta de sol que se vislumbraba en el horizonte.
 

Etapa Universitaria
 

Ese era el clima. El ambiente ferviente con el que su etapa escolar se resume. Creció. Llegó la hora de decidir su carrera universitaria. Relaciones Internacionales dijo. La pequeña aspirante a médico se declinó en el camino por lo político, económico, jurídico y diplomático. 
 

“¿Porque escogió Relaciones Internacionales si usted no tiene familia política ni contactos para salir adelante en esa carrera?”, vociferó un familiar a su paso a la Universidad. No importó, valía más el fueguito interior del destino y el instinto.

Arribó a la Universidad del Rosario para iniciar su carrera. Institución privada. Su primer choque fueron las críticas que le lanzaron con veneno por su iPhone y unos jeans caros que vestía. No coordinaban a ojos de sus compañeros, con su “discurso austero, progresista y a favor de las causas sociales”.  Los desarmó: “Mi papá es quien me provee esto con su trabajo, se lo agradezco y no tiene nada que ver con mis ideales”.

Desde ese momento en adelante, críticas como esas iban a acompañarla. Desde disfrutar conciertos, comida, objetos y demás lujos que le permitían sus padres o ella misma, eran foco de atención de quienes aseguraban era el talón de aquiles que desdeñaba sus discursos.

Su fuego fulgurante, presentó una dura prueba que insistía en apagarlo. Su etapa universitaria. Estaba en un lugar en el que el progresismo, su “mamertería”, la indignación social y la protesta, parecían lejanos. Sin embargo, ante el privilegio de su estancia ahí, aprovechó cada espacio. Alzaba la voz ante lo que consideraba injusto, criticaba la corrupción y proponía cambios, movía comunidades. Esa fuerza torrencial como un río bravo, se trasladó al mundo digital, donde rápidamente el contador de comentarios, ‘shares’ y ‘likes’ se disparó. Nació una comunidad que se sentía a gusto con sus acciones.

Su bautizo como activista lo recibió siendo representante estudiantil y presidente del consejo de su programa. Estuvo dos veces nominada a colegial, (una figura con alto poder de decisión en la Universidad del Rosario, presente en el órgano rector y con capacidad de decisión sobre la misma, incluyendo, la escogencia de rector). No quedó, sus afinidades políticas, sus posiciones y activismo creciente, no lo permitieron, sin embargo si le posibilitaron algo: mantener su fuego intacto.

En el 2011, siendo presidente del Consejo Estudiantil de su universidad, puso a andar una serie de movimientos sociales codo a codo con políticos consagrados como Gustavo Bolívar.

Activismo


Impulsó a las calles a cerca de 2.000 ciudadanos sedientos de ajustes de la realidad política y nacional. Batalló junto a ellos para quitarle ‘privilegios’ a los congresistas, como el pago de su plan de datos móviles o el gasto de la gasolina de sus camionetas.  Se unió a la Mesa Ampliada Nacional Estudiantil - MANE, un movimiento público en el que se sentía en su salsa.

En la segunda y última oportunidad para ser colegial, le preguntaron: ¿Qué opina del papel de la Universidad en este panorama político agitado? Violento y estigmatizante dijo sin titubear. Eso fue suficiente para quedar por fuera. De haberlo logrado, tenía asegurada una beca del 100%, la cual necesitaba y estaría ante un escenario de oportunidades distinto. 

El fuego no se apagó. Su respuesta la acercó a lo que quería. Ir por el camino más largo y retador, pedalear desde las calles hombro a hombro con los jóvenes que querían un cambio, haciendo justicia a los que sus profesores le enseñaron, diciendo las verdades incómodas que alguna vez a su padre lo llevaron al desplazamiento, hacerle honor a las canciones de Mercedes Sosa y a movilizar gente desde sus plataformas digitales, fue estratégica, pensó y decidió de que quería hablar. 

Así conoció al hoy presidente Gustavo Petro. Trabajó con él desde su Alcaldía. Soportó las críticas de siempre, más duras y temerarias de las curules y sectores mediáticos. Batalló junto a su papá a quien ella era ahora al que llevaba a las plazas de mercado de varias ciudades. Se lanzó como representante a la Cámara por Bogotá luego de recorrer junto a Petro varios pasajes históricos. Hizo campaña junto a su familia. Recorrió rincones inhóspitos, la niña interior seguro orgullosa hasta las lágrimas de sus logros. Ganó y lloró su elección. Su papá murió, ocho días antes de verla posesionarse ensalzada en sus ideales y enseñanzas que por fin tuvieron su recompensa.

Lloró el alma. Lloró junto a su hermano. Lloró confundida. Lloró como niña. Lloró con fuego. Su papá se fundió en ella en empatía, servicio social, entereza, independencia, criterio y sensibilidad. Así asumió su posesión como representante. Lugar al que sienta a jóvenes en su curul y le permite acercarse a ese recinto hoy más abierto a los transeúntes.

Sigue escuchando el rock en español. Cuando puede cocina y vive en una agenda apretadísima. Saca tiempo para sus amigos, el ejercicio y la terapia psicológica, el autocuidado es lo primero para cuidar a otros dice. No piensa mucho en el futuro, vive resolviendo el presente, llevándolo día a día. Por sus luchas vive y la niña con el fueguito interior, de vez en cuando mira con orgullo el cuadro de su casa:  “Nuestra lucha es por la vida”. 

Creado Por
Diego Dorado
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