Hoy con su cabello ya grisáceo, arrugas en su rostro y un bigote blanco pero con mucha vitalidad y alegría recuerda sus años mozos en medio del mar a bordo del glorioso buque Gloria. El entierro de un ave luego de caer por accidente en una caldera, los juegos en la cubierta del barco o el sabor de una Coca Cola luego de más de cinco meses a bordo, son solo algunos de los recuerdos que le llegan a la mente a quien hoy se encarga de plasmar la historia de la armada colombiana en el papel.
Papayo el velachero, como él lo explica, es su nickname en la Armada Colombiana, actualmente, el capitán retirado, Mario Rubianogroot Román es miembro correspondiente de la academia de historia militar. Desde los 17 años hizo parte de la institución y se ha encargado de plasmar en el papel cómo la Armada Nacional ha estado presente en diferentes episodios de la historia y a formar a quienes hoy la dirigen.
Era casi inevitable que entrara a la vida militar, su padre y su tío materno hicieron parte del Ejército y la Armada Nacional y él tiene memoria desde los dos años, así que desde pequeño estuvo envuelto en la mística militar; los uniformes, los batallones, las casas fiscales, los traslados por todo el país, eran el pan de cada día.
En 1967, cuando tenía 16 años ingresó a la Escuela Militar del Ejército en Bogotá, este era un requisito para graduarse, pero ya estaba en ese momento de la vida en que debía decidir cuál sería su futuro. Su tío tuvo mucho que ver en esta elección, pues le contó que en la Armada podría ser ingeniero naval y así fue como inició una vida en la Armada Nacional.
De ahí nació su apodo, Papayo, porque estuvo en la escuela militar y luego pasó a la escuela naval. El apodo que tenían los cadetes navales eran los papayos ya que los uniformes tenían los colores de un papagayo y Velachero por su actitud guerrerista.
A todo trapo por la Polinesia
En total, Rubianogroot hizo cuatro viajes en el buque ARC Gloria, que es una insignia en la academia naval y para el país. En una de estas travesías le dio la vuelta al mundo y en entrevista con KienyKe.com cuenta algunas anécdotas que vivió en el mar.
En el año de 1987, en el grado de Capitán de Corbeta fue nombrado Segundo Comandante del buque Escuela “Gloria” y se hizo el crucero de “Magallanes”; en 1988, continuó en el cargo y realizó el crucero a la “Polinesia”, que fue el segundo más largo de la historia del velero al haber recorrido más de 21.500 millas.
El Capitán recuerda que en esta época el país vivía una difícil situación debido al narcotráfico y el terrorismo, comentó: “hubo 19 carros bomba, habían asesinado a varios policías y a militantes de la Unión Patriótica, se habían presentado 125 atentados en el oleoducto Caño Limón, fue una época muy difícil, muy alborotada”.
Lea la primera parte de la crónica del viaje a la polinesia, podrá encontrar las crónicas del mar en KienyKe.com: A todo trapo por la Polinesia. Parte I
La Armada Nacional tiene el buque Gloria desde 1968 y todos los años a través del Departamento de Operaciones diseña un crucero de entrenamiento para los cadetes que están en el tercer año. Estos viajes, por lo regular, se llevan a cabo por cooperación entre los países o por un objetivo específico.
Además de su tío y padre, tres hermanos también hicieron parte de las FFMM, y vaya sorpresa se llevó cuando su hermano, Gabriel Rubianogroot, piloto del avión presidencial del presidente Virgilio Barco Vargas, viajaría al Oriente, desde los Ángeles, Estados Unidos hasta Tokio, se comunicó con él al cuarto de radio, que en ese momento estaba a 30 mil pies de altura para contarle que el mandatario le habló a toda la tripulación para darles un saludo de aliento y moral.
“Cada vez que un marino cruza por primera vez la línea del Ecuador se hace un bautismo denominado: el bautismo ecuatorial, es una celebración espectacular, generalmente se hace un almuerzo espectacular sobre cubierta.
¡Cadetes al agua!
El Capitán explicó que su rol en los viajes, o el del segundo comandante, era ser el “encargado de la disciplina”. Los cadetes en el tercer año están a punto de graduarse y el objetivo de estos viajes es que aprendan todo sobre el mar; navegación astronómica, tácticas navales, meteorología, matemáticas, son tan solo algunas de las actividades que realizan.
Para esta época, no existía la presencia de las mujeres, fue hasta 1998, que se creó el curso para ellas. El día a día para los cadetes comenzaba a las 6:00 a.m., escuchaban el silbato y recogían rápidamente las hamacas (coy) en las que dormían , solo los altos mandos y oficiales cuentan con camas.
Seguía el baño, este debía ser muy corto, ya que debían racionar el agua y se ponían el uniforme de camisa azul, pantalón del mismo color, tenis muy cómodos y un cinturón de seguridad ya que constantemente debían subirse a las velas y debían asegurarse constantemente.
A partir de las 8:00 a.m. comenzaban las clases, seguía el almuerzo, continuaban las clases y el día terminaba a las 6:00 p.m.; cenaban y comenzaban las tres guardias de la noche: la primera comenzaba de 4:00 p.m. a 8:00 p.m., la segunda de 8:00 p.m. a 12:00 p.m. y la tercera de 12:00 p.m. a 4:00 a.m.
Como anécdota, Mario Rubianogroot recuerda que se inventó un espacio para mejorar la presentación en público de los cadetes y exigía que hablaran sobre el tema con el que más se sintieran cómodos: “el cocinero nos explicó cómo hacer una langosta (comenta entre risas)”.
Los sábados se hacía limpieza general del barco y en la noche hacían actividades culturales, algunos hacían parodias o juegos recreativos. El domingo, como de costumbre, un sacerdote católico, que se había embarcado desde el inicio del viaje, hacía la misa y al final de la tarde practicaban deportes y como no se podían llevar balones, el capitán mencionó que la pelota era una bola de trapo.
“Cuando el cadete regresa a Cartagena, donde seguramente las familias y novias fueron a despedirlos, llegan hechos otras personas por el arduo trabajo que conlleva hacer este tipo de viajes”, Mario Rubianogroot Román.
“Romper la rutina, otro alimento del alma”
Son diferentes los aspectos para tener en cuenta en viajes tan largos como los que embarcan los marinos de Colombia, el capitán contó que luego de navegaciones largas y tras varios meses, ya muchos de los jóvenes estaban cansados y a disciplina debía quedar a un lado.
Desde el inicio de la travesía y con mucho tiempo de antelación debían pensar en estos aspectos y recordó: “Imagínese llegar a Hawai o Australia luego de haber iniciado desde Cartagena, lo que hice una vez es que le pedí a nuestros cocineros que nos hicieran hamburguesas con Coca Cola, eran un verdadero lujo estar en medio de la nada y estar comiendo estos alimentos”.
Al final de los viajes el segundo comandante asegura que todos se tienen afecto a pesar de la dura disciplina que se mantenía durante el tiempo. Hoy, después de haber entregado su vida a la Armada, Rubianogroot asegura estar orgulloso de haber pertenecido y entregado su vida a este oficio: “Es una institución a la que quiero mucho, si uno es una persona con principios, es gracias a la Armada Nacional”.