Papini, el despiadado

Lun, 09/01/2012 - 07:30
En la figura de Giovanni Papini se da una conjunción muy extraña para los lectores, que es la del escritor antipático en todo sentido, destructivo crítico literario, traicionero de sus propios ide
En la figura de Giovanni Papini se da una conjunción muy extraña para los lectores, que es la del escritor antipático en todo sentido, destructivo crítico literario, traicionero de sus propios ideales y de sus colegas escritores, vendido a los intereses políticos de uno y de otro bando, y a la vez, el escritor con una de las mejores obras literarias del siglo XX  italiano, lector incansable, poeta infatigable, dueño de su lenguaje desde la primera página de su obra. Creo que todos los lectores contemporáneos de Papini, que somos pocos debido a su merecido y voluntario olvido en Italia, deseamos no habernos enterado nunca de su vida personal, cosa de poder seguir disfrutando de sus obras. Papini fue algo así como un Borges italiano, igualmente erudito pero con una obra mucho más grande. Papini escribió literatura, historia del arte y de las letras y teología, pero sobre todo escribió una serie de libros que bien podrían catalogarse en cualquiera de estos grupos, y que por tanto conforman un género nuevo. Primero de ellos se llama Gog, que es un paseo entre literario y falso periodístico por las grandes mentes del siglo XX, que quedan, en su mayoría, expuestas por el genio argumentativo de Papini, revelándonos de ese modo, las dolencias y las flaquezas más soterradas de un siglo XX cegado por las brillantes luces del tren del progreso. El segundo se llama El juicio universal, y en él, lo que en Gog era crítica sutil e irónica se convierte en un paredón de fusilamiento. El libro empieza con el día en que llega al mundo el Juicio Universal, y durante sus restantes ochocientas páginas, vemos pasar al paredón uno a uno los intelectuales protagonistas de la historia de occidente. Sobra decirlo, el que los juzga, lejos de ser Dios, es Giovanni Papini, y muy pocos logran asegurarse un puesto en el cielo. Pero hay una sensación incómoda y creciente a lo largo de la lectura, y es que bajo ningún pretexto, de haber figurado en el libro, Papini se habría salvado de las llamas del infierno. Papini fue autodidacta desde muy temprana edad, pero el estudio continuo y exhaustivo le valió un nivel intelectual superior al de sus colegas en muy poco tiempo. Por eso se mantuvo siempre al margen de la academia, editando y publicando revistas independientes y escribiendo para medios de ese corte. En principio le fue muy bien, y el solo rumor de su sabiduría lo mantenía siempre con trabajo. Pero Papini era muy severo y muy intolerante con la mediocridad circundante, y al cabo de diez años escasamente le quedaba un amigo en Italia. Entonces desapareció del medio y al rato, tras el ascenso del gobierno fascista de Mussolini, lo vemos ocupando la cátedra de letras de la Universidad de Bologna, la más prestigiosa del país, a la que Dante había aspirado. El anterior ocupante del puesto, sobra decirlo, era judío. Entonces el prestigio de Papini, ya bastante averiado, termina por borrarse del todo con la caída del fascismo, y las editoriales y los intelectuales italianos se dedican a olvidarlo minuciosamente. Sus libros desaparecieron de las librerías y de las bibliotecas hasta el día de hoy, en que es más fácil conseguirlo en Colombia, en traducciones de los años cincuentas, que en italiano. Papini vivió los últimos años de su vida resguardado por la derecha Católica italiana y en parte por la OTAN, que lo había usado para deslegitimar la filiación comunista de artistas de fama universal como Pablo Picasso, y recluido en un monasterio franciscano, en el cual, sin embargo, y a pesar de sus extremas convicciones, escribió una decena más de libros asombrosos, y aunque olvidados, inolvidables.
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