Una mujer que hace escuela en Chocó

Vie, 26/04/2019 - 10:48
Teresa de Jesús Palomeque de Palacios ha dedicado más de 40 años de su vida a la educación de los niños chocoanos. Una vida entera, llena de peripecias y dificultades en uno de los departamentos
Teresa de Jesús Palomeque de Palacios ha dedicado más de 40 años de su vida a la educación de los niños chocoanos. Una vida entera, llena de peripecias y dificultades en uno de los departamentos más pobres y complejos del país. Ahora, ad portas de un retiro anunciado pero sin fecha de cumplimiento, ha asumido la que sería quizá su última tarea para la escuela Niño Jesús en Quibdó. Teresa lleva 12 años trabajando en esta institución, a la que llegó luego de enseñar en diferentes escuelas del departamento y en algunos municipios muy alejados de la capital. Aceptó trabajar en la escuela Niño Jesús cuando le propusieron manejar el curso de extraedad, es decir, aquellos jóvenes que por diferentes razones no lograron acceder a la educación formal desde pequeños pero que aspiran a nivelarse para obtener su título bachiller. “Son los niños más grandes, que no tuvieron acceso a educación temprana o que por algún motivo de violencia, desplazamiento, no han podido terminar su programa. Nosotros les ayudamos a que se nivelen para que puedan pasar a la secundaria. Tienen de 13 o 14 años, incluso hasta 17, pueden nivelarse y pasar a sexto”, afirma Teresa de Jesús. [caption id="attachment_1085961" align="alignnone" width="1024"]Foto: Juan Felipe Sacristán / KienyKe.com[/caption] Aunque está próxima a los 70 años de edad, en el cabello enroscado que forma un círculo casi perfecto sobre su cabeza, no brilla una sola cana. Su edad tampoco se ve en la piel que solo deja a la vista algunas pequeñas arrugas. Es de piel negra, delgada y su estatura es menor a los 1.70 metros. Su voz, en medio de acentuaciones marcadas, típicas del Chocó, parece la de una abuela sabia que escoge perfectamente sus palabras mientras todo lo observa a través de unos ojos pequeños que expresan comprensión. Tal vez su actitud se deriva de la vocación de psicopedagoga, en lo que se especializó cuando se formó como docente. Esa labor la estaba desempeñando en otra institución cuando le llegó la propuesta de manejar el curso de extraedad. Actividad que tomó como la oportunidad de combinar la enseñanza con la orientación psicosocial, poniendo en práctica toda su capacidad y sus conocimientos. [single-related post_id="1085223"] A ella, como a muchos otros docentes de la región, les ha tocado asumir la crianza y manutención de algunos menores, porque sus condiciones de vida no les permitirían estudiar. Es una especie de adopción informal, en la que el menor va a vivir con el docente y este se convierte en un padre sustituto, quien se asegura de brindarle las condiciones necesarias para que curse sus años de estudio sin mayores percances. [caption id="attachment_1086052" align="alignnone" width="1024"] Foto: Juan Felipe Sacristán / KienyKe.com[/caption] “Cuando era psicoorientadora, los niños tomaban tanta confianza conmigo que todos querían que yo me los llevara a vivir”, cuenta Palomeque con una sonrisa de ternura. “Tuve la oportunidad de tener una niña que se llama Nubia María Sánchez, que estuvo viviendo conmigo casi siete años, desde quinto de primaria hasta el bachillerato. Luego ella decidió ir a jugársela, estudiar otra cosa, estuvo en Bogotá. Después, por cosas de la vida, no siguió estudiando, fue a Venezuela y volvió y ahora continúa en mi casa”, cuenta la ‘profe’. También recuerda con orgullo a otra mujer a la que acogió en su casa desde niña. Dominga Murillo Palomeque, a la que solo le faltó la herencia genética para ser una hija legítima de la ‘profe’ Teresa, porque nació casualmente con el mismo apellido, a pesar de no ser familia. A ella la llevó a vivir a su casa desde muy pequeña porque la escasez de recursos en su hogar biológico no le permitía estudiar. [single-related post_id="1083425"] Teresa, con una sonrisa, imposta la voz como narradora de cuentos para anunciar orgullosa que hace poco, esa hija prestada de su labor como maestra, ahora es servidora de la Policía Nacional y ha logrado conformar un hogar al que va a visitarla comúnmente. “Los mantenemos con lo que mantenemos a nuestros hijos, acogemos a esas personas y les damos estudio, lo que humanamente podemos, para que también tengan una vida digna, les enseñamos a que se defiendan como mujeres y puedan estudiar para salir adelante. Me enorgullece que ella salió adelante porque se dejó ayudar, hoy tiene su hogar y mantenemos esa relación de mamá e hija”, afirma. [caption id="attachment_1085962" align="alignnone" width="1024"]Foto: Juan Felipe Sacristán / KienyKe.com[/caption] Los largos trayectos, la difícil geografía del departamento, bañado entre otras cosas por más de nueve ríos, la precaria infraestructura vial, la incidencia de todos los grupos armados habidos y por haber y la pobreza que supera con creces la tasa nacional (58,7% en Chocó, sobre 26% Nacional, según cifras del DANE en 2017), son los factores que dificultan a muchos jóvenes acceder a la educación en el bastión de diversidad que es el departamento del Chocó. “Los niños y niñas que son mis estudiantes, precisamente son del campo, por la violencia han tenido que desplazarse, les ha tocado ir de un lugar a otro tratando de salvar sus vidas, eso no les ha permitido tener una continuidad en la educación. A veces llegan maestras a esos lugares y los traen a sus casas, los acogen en su casa, les dan todo y como ya son grandes llegan a mi aula”, cuenta la ‘profe’ Teresa. [single-related post_id="1038067"] Al salón, donde reúne máximo 25 niños, han llegado menores vulnerados por muchas situaciones difíciles. “Hay niños que han llegado vulnerados por violación, llegan niños que ni hablan por sus problemas, temerosos, que solo lloran”, cuenta la maestra, quien hace todo su esfuerzo para protegerlos, como una madre sustituta, y restituirles los derechos que les han sido arrebatados. “Todos los días le pido a Dios y al Espíritu Santo que me dé esa sabiduría para lograr llegar a ellos. Hemos logrado levantar el ánimo de esos niños, quitar de su mente la venganza, que muchos tienen en la cabeza contra quienes los han maltratado, y hemos logrado que esos niños lleguen a liderar cualquier actividad. No solo uno, han sido varios”, reconoce Palomeque.

Nacida para educar

Teresa de Jesús Palomeque de Palacios nació en Quibdó, “en un hogar en el que el dinero faltaba, pero donde había abundancia de valores”. Su madre era lavandera de varias casas de familias en la capital chocoana y su padre un albañil nato. “Tengo esa satisfacción de no haber visto nunca violencia”. A mediados de la década de 1960, en una ciudad como Quibdó y otras del país, para una familia de escasos recursos, estudiar después de la primaria no era una tarea fácil. Sin embargo, los padres de Teresa se esforzaron para que ella y sus cuatro hermanos tuvieran la opción de estudiar más allá de la básica. Tres de sus hermanos escogieron ser profesores, otro se dedicó a la conducción. Teresa, por su parte, quería ser arquitecta, le apasionaba el arte que se expresa en la construcción, pero esa carrera no estaba en su cuidad, aún no había universidad, y salir de allí para Bogotá o Medellín era todo un reto. [caption id="attachment_1086036" align="alignnone" width="1024"] Río Atrato. Foto: Juan Felipe Sacristán / KienyKe.com[/caption] “Entonces yo entré a un colegio que se llamaba el Politécnico de Quibdó donde se aprendían artes. Allí aprendí a coser, bordar a máquina y a mano, a dibujar, pude desempeñar y explotar actitudes de arte que tenía escondidas”, recuerda Teresa. Cuando terminó esa educación, rodeaba los 15 o 16 años de edad y aún no sabía cómo perfilar su futuro. “Entonces mi mamá me dijo: “Mija, piense qué va a estudiar si en la Normal o en el bachillerato”. Yo dije “lo del bachillerato no me llama tanto, mejor el magisterio”, y así fue como empezó la carrera de maestra. “En mi tiempo, ser maestra era una responsabilidad exhaustiva, desde allí le tomé amor a esta profesión, he tratado de hacerlo, desde mis debilidades como persona, pero con mucho amor”, esa fue la enseñanza que le dieron sus dos maestras consejeras, Cleotilde Caicedo y Luisa de Chaberra Merly Mulbak, en la Escuela Normal Superior Manuel Cañizales. [single-related post_id="1081304"] Fue profesora en los municipios de Tadó, en el corregimientos de San Martín de Purré, El Siete, Menguá, siempre en zonas rurales hasta que finalmente llegó la escuela Niño Jesús, ubicada en el barrio del mismo nombre al sur de la ciudad, donde ahora ha anunciado su retiro, pero al que no sido capaz, aún, de ponerle una fecha. “Cuando yo vea que ya no puedo producir, vuelo; ya no puedo hacer nada, me voy, pero desde que pueda hacer, lo haré”, afirma convencida de su labor la ‘profe’ Teresa.

Una historia completa de la Escuela Niño Jesús

Junto a sus niños y niñas del curso de extraedad, la profesora Teresa Palomeque ha empezado a construir la historia de la institución. Les pide que escriban el paso que han tenido las aulas, tanto la sede de primaria donde trabaja, como las de secundaria, con el fin de motivarlos a la escritura y crear a la par un archivo. [caption id="attachment_1086053" align="alignnone" width="1024"] Foto: Juan Felipe Sacristán / KienyKe.com[/caption] Ahora, con orgullo, dice que habrá un nuevo capítulo para una remodelación que realizó la empresa DirecTV junto al Ministerio de Educación en el mes de abril. Fueron 150 voluntarios que dotaron 10 salones, remodelaron el techo, curaron las goteras, pintaron las paredes e instalaron un nuevo sistema eléctrico, de canales, ventilación y cocina. Además retiraron 24 toneladas de tierra, basura y escombros, de un predio vacío contiguo. [caption id="attachment_1086041" align="alignnone" width="1024"]Aula remodelada de la escuela Niño Jesús. Foto: Juan Felipe Sacristán / KienyKe.com[/caption] También dotaron, como parte de sus programas de responsabilidad social, las aulas con el programa Escuela+ con 22 computadores, mobiliario y la tecnología del programa. En este, reconoce Teresa, que fue elegida como la líder de la implementación, los estudiantes le dan cátedra. “Ellos nacieron con ese chip, nosotros ya no, pero me he capacitado para poder enseñarles a usarlo”. [caption id="attachment_1086045" align="alignnone" width="1024"] Foto: Juan Felipe Sacristán / KienyKe.com[/caption] Teresa de Palomeque espera que las aulas ambientadas después de la intervención permitan a los jóvenes un ambiente más favorable. Mientras ella descansa en los salones de la labor del día, sumada a los achaques de una vida entre aulas, los jóvenes ayudan a llenar de color los murales y se toman selfies con las nuevas paredes, todos aportando a su escuela Niño Jesús de Palenque.
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