Cuba, la gran desconocida

Lun, 29/12/2014 - 10:58
Un buen amigo judío me dijo en cierta ocasión refiriéndose con ironía a los cubanos en Estados Unidos: “se creen el pueblo elegido y no se enteran de que en el mu

Un buen amigo judío me dijo en cierta ocasión refiriéndose con ironía a los cubanos en Estados Unidos: “se creen el pueblo elegido y no se enteran de que en el mundo no cabe más que un pueblo elegido”. Su observación se refería al desparpajo con el que los cubanos se mueven en el mundo de los negocios. No serán el pueblo elegido pero sí hay que reconocerles una personalidad muy especial, son los chinos del Caribe.

Paradójicamente a pesar de su influyente presencia en la región, los cubanos siguen siendo unos grandes desconocidos para quienes mejor tendrían que conocerlos: los norteamericanos por razones obvias que hemos visto últimamente, y los españoles por haber sido Cuba su última colonia a la que aún miran con una mezcla de fascinación y nostalgia; muchas familias españolas, del rey para abajo, cuentan aún hoy con algún familiar más o menos próximo con vínculos en esa isla del Caribe.

El acuerdo para normalizar las relaciones entre Estados Unidos y Cuba ha alegrado a todo mundo, menos --como era previsible-- a los cubanoamericanos.

Y para explicar esta paradoja hay que partir de uno de los datos más destacados de ese desconocimiento: el pueblo cubano es el más hispánico de América, para bien y para mal. Tienen la generosidad, el ingenio y la alegría de vivir, y también el cainismo y la mala leche de que pueden ser capaces los españoles.

Dos conversaciones con diplomáticos en la década de 1990, me reafirmaron en esta vieja convicción, no conoce Cuba quien no conoce España y a los españoles.

Luis Ortíz Monasterio, uno de los embajadores más prestigiosos y respetados de la cancillería mexicana, me contó como, queriendo saber qué preparación recibían los funcionarios norteamericanos destinados a la Oficina de Asuntos Cubanos del Departamento de Estado, interrogó a uno de ellos sobre los países a donde había sido destinado previamente. “A Costa Rica y Uruguay”, fue la respuesta. “¿No conoce Ud. España?” Preguntó de nuevo Ortíz Monasterio? “No”, “Pues con todo respeto –dijo el diplomático mexicano-, aún le faltan elementos para tratar a los cubanos”.

Y un antiguo ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Roberto Robaina, durante una larga charla, me dio la clave de este misterio caribe. “El problema de Cuba –me dijo— son los cubanos de dentro y los cubanos de fuera”.

Efectivamente, cuando se ve la visceralidad de cubanos como el influyente senador Marcos Rubio con la que recibieron la noticia de la normalización de relaciones entre Cuba y Estados Unidos, no puede uno menos que pensar en la visceralidad de los españoles de dentro y los españoles de fuera durante la dictadura de Franco.

Esa, por una parte, es la clave para los que del lado norteamericano no comprenden la reacción de la colonia cubanoamericana, que está calificando hoy a Obama de traidor y comunista por normalizar las relaciones con Cuba.

Del lado español, Cuba seguirá siendo una gran desconocida mientras muchos en la antigua metrópoli continúen creyendo que el problema de Cuba es Estados Unidos. Los cubanos, tanto los de dentro como los de fuera, se sienten más cercanos afectivamente a Norteamérica de lo que los españoles suponen.

De hecho, poquísimos españoles saben lo que cualquier cubanito con uso de razón conoce: que si tienes tres stikes estás out.

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