Aún recuerdo a una compañera, de mi antiguo trabajo (docente), relatando sus cuentos sobre el amor y otros demonios; yo la escuchaba en los recesos de las reuniones laborales, a un par de mesas lejos de ella y sus amigas, mientras contaba que tenía un novio que la quiso llevar a un bar swinger, pero ella no aceptó bajo el argumento: “eso no me gusta, y eso que soy de mente open mind” (léase myn – no lo pronuncie correctamente y, léase a su vez mente/mind). Después de un rato de risa autista, y de mirarla con cinismo ante todo lo que ella había expresado, pensaba en ¿Qué tan preparados están los docentes para asumir una “nueva civilización” con parejas homosexuales, sitios swinger y otras cosas más que nos depara la modernidad?
Así también, en otra situación no tan aislada, otra compañera me confesaba que ella se considera de mente abierta pero no sería capaz de aceptar un hijo o un compañero homosexual, y la miré y le pregunté ¿Cuál era su capacidad de apertura mental? Ese último día discutíamos porque otro de los profesores había hecho objeto de burla a un niño que para llamar a otro, realizó ademanes que, el profesor consideró afeminados. En ese momento, seis profesores nos encontrábamos en el mismo salón y, mi sorpresa fue ver y escuchar cinco personas ejerciendo la profesión docente y que no están dispuestos a los cambios sociales, a los retos de la educación y, a asumir las parejas homosexuales dentro de las posibilidades de una sociedad moderna.
En el país del sagrado corazón, un país de godos, que viola las libertades del otro, eso me debía parecer algo “normal”, pero las cuestiones van más allá cuando un formador, una persona que representa a una institución que aporta a los procesos de aprendizaje y de formación es homofóbico, excluyente y discriminador (y en estos momentos, ningunos de esos adjetivos redunda).
¿No será que los docentes fomentan directa o indirectamente el bullying homofóbico? Bogotá y Medellín, son las ciudades de Colombia donde más se presentan este tipo de casos y, siguen rondando preguntas como ¿No se supone que son las ciudades más “modernas” del país? No quisiera imaginarme los otros municipios, conservadores, primos, hijos y hermanos del procurador Ordoñez.
Todos los docentes no somos así, ni todas las personas lo somos. “Vive y deja vivir”, famoso proverbio español del que muchos deberían hacer su filosofía, en este caso los docentes – insisto: formadores del tejido social que cada vez vemos en ruinas -. Me preocupa mucho que estemos ratificando los valores y antivalores que una familia como la del señor Ordoñez le enseñan al pueblo, pues como esa familia hay otras más, y así también los amigos que nos rodean con sus chistes donde ser gay es sinónimo de ser estúpido o débil.
Cada día insisto en que en este país nos comemos cualquier enlatado que nos vendan, y al parecer nos “vendieron” los Derechos Humanos pero no los sabemos usar/utilizar/ejercer, ni siquiera la religión (opio del pueblo según K. Marx) se ha dado a la tarea de dejar de condenar al pueblo por no seguir sus ritos medievales; este país pues, como los docentes que se creen “de mente open mind”, son de doble moral, hipócritas que sólo reaccionan ante el sensacionalismo, y es más lo que hablan que lo que hacen.
Así también, en otra situación no tan aislada, otra compañera me confesaba que ella se considera de mente abierta pero no sería capaz de aceptar un hijo o un compañero homosexual, y la miré y le pregunté ¿Cuál era su capacidad de apertura mental? Ese último día discutíamos porque otro de los profesores había hecho objeto de burla a un niño que para llamar a otro, realizó ademanes que, el profesor consideró afeminados. En ese momento, seis profesores nos encontrábamos en el mismo salón y, mi sorpresa fue ver y escuchar cinco personas ejerciendo la profesión docente y que no están dispuestos a los cambios sociales, a los retos de la educación y, a asumir las parejas homosexuales dentro de las posibilidades de una sociedad moderna.
En el país del sagrado corazón, un país de godos, que viola las libertades del otro, eso me debía parecer algo “normal”, pero las cuestiones van más allá cuando un formador, una persona que representa a una institución que aporta a los procesos de aprendizaje y de formación es homofóbico, excluyente y discriminador (y en estos momentos, ningunos de esos adjetivos redunda).
¿No será que los docentes fomentan directa o indirectamente el bullying homofóbico? Bogotá y Medellín, son las ciudades de Colombia donde más se presentan este tipo de casos y, siguen rondando preguntas como ¿No se supone que son las ciudades más “modernas” del país? No quisiera imaginarme los otros municipios, conservadores, primos, hijos y hermanos del procurador Ordoñez.
Todos los docentes no somos así, ni todas las personas lo somos. “Vive y deja vivir”, famoso proverbio español del que muchos deberían hacer su filosofía, en este caso los docentes – insisto: formadores del tejido social que cada vez vemos en ruinas -. Me preocupa mucho que estemos ratificando los valores y antivalores que una familia como la del señor Ordoñez le enseñan al pueblo, pues como esa familia hay otras más, y así también los amigos que nos rodean con sus chistes donde ser gay es sinónimo de ser estúpido o débil.
Cada día insisto en que en este país nos comemos cualquier enlatado que nos vendan, y al parecer nos “vendieron” los Derechos Humanos pero no los sabemos usar/utilizar/ejercer, ni siquiera la religión (opio del pueblo según K. Marx) se ha dado a la tarea de dejar de condenar al pueblo por no seguir sus ritos medievales; este país pues, como los docentes que se creen “de mente open mind”, son de doble moral, hipócritas que sólo reaccionan ante el sensacionalismo, y es más lo que hablan que lo que hacen.
