El que peca y reza, empata?

Mar, 03/04/2012 - 16:10
Nací en el corazón de una familia de clase media, católica no-practicante colombiana, estuve de buenas porque en este país ser de clase media es un lujo que está desapareciendo y no precisamente
Nací en el corazón de una familia de clase media, católica no-practicante colombiana, estuve de buenas porque en este país ser de clase media es un lujo que está desapareciendo y no precisamente porque la gente se esté volviendo rica. Lo segundo es mi historia hoy. Fui educado en colegios cristianos de diferentes sabores, evangélicos y católicos principalmente. Puedo decir que esa educación tiene una naturaleza dicotómica pues es una gran influencia positiva y otra negativa al mismo tiempo. Agradezco mucho a la educación religiosa que recibí, pues me enseñó que las deidades dan más sufrimiento y pena que dichas. Me enamoré de otros conocimientos y otras formas de ver la vida, después de algún tiempo de búsqueda. Mis años de colegio los pasé en conflicto con unas ideas que me querían obligar a aceptar, ideas con las que no estaba de acuerdo. En ese momento y estando tan chiquito, entendí que en Colombia no estar de acuerdo es una vaina reprochable, intolerable. No solamente me refiero a los dogmas católicos que están embebidos en la educación en Colombia, sino a la moral que se me enseñaba, la filosofía del comportamiento. Estas cuestiones las enseñan juntas y llevan a la gente a pensar que un crímen y un pecado son la misma vaina. Nos embrutecieron y nos dejamos. Siempre fueron las cosas pequeñas las que me llenaban de curiosidad, por ejemplo nunca entendí porque era tan malo usar las prendas que me gustaban en vez de uniformarme. Afortunadamente mi obligado uniforme se quedó afuera y nunca permití que me uniformaran la mente, hubiera crecido para convertirme en un tipo muy aburrido. Algunos profesores eran instruidos para reprender al estudiante que llevara el pelo largo, el corte tenía que ser clásico. A los bien intencionados profesores les importaba más lo que estaba sobre mi cabeza que lo que había dentro de ella. En el colegio en Colombia luchan por tenerlo a uno encerrado en un cuadrado de lo que se considera correcto. El cuadrado que contiene aquello que parece estar bien. Pues a mí esas cosas me parecían estúpidas y también me parecía estúpido callar esa opinión, por lo cual mi experiencia colegial fue rica en conflictos. Cómo la disfruté! Al final de mi interminable búsqueda de lugares en donde me certificaran como bachiller y con mi madre como guía, logré dar con uno que no tenía como premisa fundamental volverlo a uno un practicante de la fe cristiana, cuestión que me emocionó muchísimo porque en ese momento sentí que realmente iba a empezar a satisfacer mi curiosidad. Así, efectivamente pasé un par de años llenos de aprendizaje y experiencias, que me enseñaron la real diferencia entre el bien y el mal. El resto eran cositas que se pueden leer, la física, el cálculo y la química entre mis favoritas. Una de las lecciones más importantes me la enseñó mi profesora de filosofía, pues decía que el respeto es el mayor de las inversiones que uno puede hacer en el prójimo y que es mejor guardar el amor para la familia. Además que uno puede ser buena persona sin creer en ningún cuento de hadas. Como anécdota les cuento que hace poco me enteré por azares de la vida, que en un colegio colombiano que queda en algún lugar de la mancha sabanera, de cuyo nombre no quiero acordarme, hay estudiantes cuyas familias tienen un nivel de influencia suficiente para no perder materias. Esto me sorprendió pues es un colegio que profesa en su manual de convivencia la enseñanza de valores católicos y según recuerdo, la corrupción no estaba en el manual de esa práctica religiosa. Sería muy bonito que dejáramos de darle crédito a güevonadas muy nuestras, como esa que dice que el que peca y reza empata. Qué le estamos enseñando a los chinos?
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