¿Es tan difícil ser demócrata? ¡Llamemos a Mockus!

Mar, 17/12/2013 - 07:26
De acuerdo con el dicho popular “la democracia no es perfecta pero es lo menos imperfecto que existe” en este país estamos interpretando muy mal sus postulados, veamos:

1. Gobierno del pueb
De acuerdo con el dicho popular “la democracia no es perfecta pero es lo menos imperfecto que existe” en este país estamos interpretando muy mal sus postulados, veamos: 1. Gobierno del pueblo: el pueblo no solamente sirve para depositar su voto en las urnas si no, sobre todo, para que los elegidos gobiernen para él. Lo que significa gobernar para todos los habitantes de un poblado, ciudad, región o país y no solamente para quienes nos han elegido. Como dice el alcalde de Nueva York: “la labor de un alcalde es recoger las basuras no imponer ideologías” Interpretar el clamor, las necesidades y sueños de todos a la luz de la ley y traducirlas en hechos reales como más seguridad, mejora en servicios públicos y acceso educativo por ejemplo, debe incluirlos a todos y no solamente a ese grupo que nos dio su voto. 2. La estratificación: es indignante que en cada ciudad colombiana existan “ciudadanos estrato uno y estrato seis” y que eso signifique en el imaginario popular el tener más o menos acceso a los servicios que son derechos fundamentales de todos. Dividir a los ciudadanos por estratos y gobernar solamente con los estratos de los cuales salieron nuestros votos, nos convierte en déspotas y poco demócratas, así sean los de estratos más bajos. Una primera acción democrática: acabar con las estratificaciones. Si el gobernante local, por querer hacer mejor, se concentra solamente en los estratos 1 y 2 (es un ejemplo) les subsidia los servicios, el transporte, la educación, la recreación, etc. estará logrando dos cosas: a) que lo eleven a la categoría de héroe popular (caso Chávez) aumentando la segregación citadina y haciendo más dependientes de él a los menos favorecidos y menos autosuficientes como seres humanos y b) que el resto de ciudadanos se sientan desatendidos y maltratados, generando polarización “ricos y pobres” cuando ya sabemos que en Colombia solamente existimos 45 millones de ciudadanos y 100 ricos. Con estas actitudes abiertamente populistas se promueve la idea de que una persona profesional que tiene un trabajo, paga la cuota de un apartamento y de un carro, vive en un barrio estrato cuatro y sale de paseo a Melgar es rica y, por ende, digna de epítetos como “capitalista salvaje, neoliberal, pitiyanqui, expropiadora del poder popular, privilegiada” cuando solamente trabaja, estudia, paga impuestos y debe a bancos para mantener su nivel y calidad de vida. Y claro, soporta la inseguridad, la malla vial destartalada y la ausencia de movilidad en su barrio “de ricos”. 3. Ni El Capital ni la Biblia: Los fundamentalismos son lo opuesto a la democracia. Eso es de perogruyo. Y tan obvio que no se comprende cómo, funcionarios llamados Ordóñez o Petro, utilizan una u otra ideología en su propio beneficio. El uno para convertir el país en un estado pacato y de derechas. El otro para hacer un bastión político que lo lleve a un chavismo-mamertismo que jamás mejoró las condiciones del pueblo en ningún país y erigirse como autócrata. No se dan cuenta, no quieren hacerlo, de que el pueblo, esos ciudadanos que inermes los soportamos, que no hacemos parte de sus áulicos sino de la inmensa mayoría de los habitantes, estamos por fuera de sus fundamentalismos. La grandeza consiste en gobernar para todos y con todos, participativamente, dejando de lado sus convicciones e ideologías, en favor de una democracia incluyente donde cuenta el reciclador, el empresario, el estudiante, el desempleado, ¡todos! 4. Cultura ciudadana: es la respuesta sencilla a las necesidades de los gobernados. Mejora su calidad de vida (parque públicos, bibliotecas, vías y ciclo rutas para todos), conciencia ciudadana acerca del reciclaje de basuras, la limpieza de las calles, la seguridad, la convivencia entre vecinos y la violencia intrafamiliar, entre muchos otros beneficios que una política pública de cultura ciudadana conlleva. Y lo mejor: sin fundamentalismos y sin exclusiones odiosas, porque todos somos ciudadanos ante la ley, con derechos y deberes que acatamos y que son reconocidos por sus autoridades. Si el profesor Antanas Mockus, líder de la cultura ciudadana en Bogotá, se encuentra inhabilitado para dirigirla, no lo está para asesorar a quien lo haga. Es la hora de llamarlo, ya ensayamos mucho en esta capital, ya nos gritamos, nos polarizamos y resentimos bastante. Quien tome la rienda de Bogotá, una ciudad con la misma cantidad de habitantes que países como Honduras, debe tenerlo como asesor personal. ¡Nos lo merecemos!    
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