Llevar poco más de siete años escribiendo, quizá, no es suficiente tiempo para pretenderse como un escritor serio. Esto se atenúa si eres joven, porque significa que comenzaste a hacerlo cuando eras aún más joven. Y ya se saben las cosas que se dicen acerca de la gente joven, como que si, acaso, son talentosos no tienen disciplina; y/o que no cuentan con la experiencia suficiente para soportar, comprobar, hacer valer, explicar sus resultados. Pero al carajo con eso. Poco más de siete años son muy válidos para declararse como un escritor serio, y parte del asunto consiste en poner el trasero ante una máquina –bienaventurados aquellos que pueden escribir a mano– y leer con una disciplina demencial. Si yo lo hice, si mi mejor amigo lo hizo, si los tipos que me enseñaron mucho de lo que sé lo hicieron, voilà, se hace, somos varios. Sin embargo, hacerlo no es suficiente. No es escritor el que logra maltratar su vida de esta manera. ¿Maltratar? Piensen en el tiempo invertido ––solo uno de los factores perdidos–– husmeando libros y tecleando pensamientos. Por poco más de seis años, en mi caso; los tipos de las líneas de allá arriba, entre todos, podrían sumar unas seis o siete décadas de tiempo perdido.
Si sus profesores, o la señora que hace aquella –tontísima– pregunta, “¿Qué libro se llevaría para el Diluvio?”, les dijeron que para ser escritor había que leer y escribir mucho, les mintieron. Lo repito: No es suficiente.
Con el fin de ser más concisa –cosa más de periodistas que de escritores; todavía más bienaventurados los que condensan ambas disciplinas– haré una lista de ciertas características presentes en la vida de un escritor, esto es, aquello que lo hace más escritor que mobiliario de biblioteca o digitador burocrático:
1–El escritor es un sabueso:
Lee todo lo que le rodea. Sabe cuántas personas tiene alrededor, cuán cerca o lejos están, si son hombres o mujeres, cómo están vestidos, sobre qué hablan, si están de píe o sentados, si podrían o no establecer contacto con él y, si hay una ínfima posibilidad, no desestima pensar en cómo reaccionar con base en las lecturas que ya ha hecho de los sujetos. Tampoco se le van los objetos. Sabe qué está al alcance de su mano, de su espalda, de su cuerpo, y, si algo le interesa, irá por él y lo verá hasta encontrarle algún sentido, cualquiera, patético o vanidoso. Generalmente más vanidoso que patético.
2–El escritor es obsesivo:
Va hacia las respuestas. Se pregunta, busca, indaga, comprueba, construye, vuelve a indagarse, archiva información ––algunos al estilo Nabokov, otros son más Capote––, redacta, revisa, regresa a sus preguntas, llena vacíos, corrige y vuelve a redactar. ¿Dónde busca? Donde sea. Sus fuentes pueden ser alguien lo suficientemente confiable y bien informado; un libro en específico; y, ahora, internet: ¿Qué mejor manera de describir una calle de un lugar remoto que con la ayuda de Google Maps?
Y debe serlo. Su obstinación le permitirá escribir sobre cualquier cosa, requisito indispensable si pretende publicar una y otra vez, y con algo de, digamos suerte, no llegar a ser tomado como un chiste, un wanna be u otro snob. Persistente logrará sobreponerse ante el rechazo en los concursos, en las editoriales y del público; y así volver a enviar algún material, intentar ser editado y ganar la confianza de algunos lectores ––quizá la parte más difícil.
¿Hay alguna fórmula o secreto para escribir bien?
Sáb, 03/08/2013 - 01:00
Llevar poco más de siete años escribiendo, quizá, no es suficiente tiempo para pretenderse como un escritor serio. Esto se atenúa si eres joven, porque significa que comenzaste a hacerlo cuando er