Homosexuales heredan el reino de los cielos

Dom, 17/04/2011 - 14:51
Por estos días, “el país del Sagrado Corazón” ha estado a la expectativa por el pronunciamiento que hará la Corte Constitucional en torno a una serie de demandas que ha venido presentando la c
Por estos días, “el país del Sagrado Corazón” ha estado a la expectativa por el pronunciamiento que hará la Corte Constitucional en torno a una serie de demandas que ha venido presentando la comunidad LGBTI (Lesbianas, Gays, Bisexuales, Travestis, Transexuales e Intersexuales) colombiana, por medio de las cuales pretende, al menos mediante vías de hecho, lograr un reconocimiento pleno de sus derechos civiles. Pero como es bien sabido, en este país, en donde aún la Iglesia cree seguir teniendo injerencia en el poder (y eso que la Constitución de 1886 dejó de tener vigencia hace 20 años), ha hecho de las suyas para oponerse rotundamente a validar dicho reconocimiento, por cuanto, según ellos, atenta contra la “Ley Divina”. A decir verdad, ese argumento me da risa, porque mientras un grupo muy numeroso de personas se unen para reclamar y exigir algo que a la luz de los Derechos Humanos no es descabellado y se acomoda perfectamente a las normas constitucionales concebidas en la modernidad y que buscan solo generar equilibrio en materia de derechos entre los diversos grupos sociales y sexuales, se queda en el limbo a raíz de la opinión “goda” que encara la religión en esta sociedad doble moralista, porque mientras unos, como el Arzobispo de Bogotá, Monseñor   Rubén Darío Salazar salen a decir que durante esta semana de pasión concentrarán sus discursos en enfatizar que se oponen a la unión y adopción de niños por parte de parejas de homosexuales, otros, como el ex Obispo de Brujas, Bélgica, Roger Vangheluwe, asumen las consecuencias de sus actos como si fueran un juego, o así lo hizo saber éste, al decir que el abuso cometido por él en contra de sus sobrinos hace 25 años fue solo eso, un juego. Mi pregunta entonces es cómo la Iglesia si puede salir a decir en la palestra pública que no es debido que los homosexuales se casen, que ni siquiera es posible pensar en la posibilidad que un niño sea adoptado por gays porque es antinatural y no encaran la figura de familia “normal” y tradicional, pero si es posible que tapemos con un dedo los desmanes cometidos por ellos y asumirlo socialmente como normal, natural, como si fuera deslices provocados por su celibato y nos aguantemos su reparación solo con unas disculpas públicas. No podemos permitir mezclar la religión con la realidad.  Ni prohibirle el libre desarrollo de un derecho pleno a una persona simplemente porque un grupo conservador liderado por Monseñor Alejandro Ordoñez se oponga, es más que evidente su inclinación religiosa en el ejercicio de su cargo público (hecho que debería ser prohibido). Hace ya 30 años que en Colombia dejó de ser delito ser homosexual, ahora aboguemos porque este grupo poblacional concentre sus libertades en igualdad de condiciones que los heterosexuales.  No se puede medir el amor por una orientación sexual ni se puede excluir socialmente a algiuen por tener gustos aparentemente diferentes.  La diversidad nos dota de riqueza y somos una Colombia diversa. Y me uno a los mensajes de la protesta de esta mañana en Bogotá: “Soy homosexual, tengo hijos, soy católico”. “No a la homofobia, no es cristiana”.  
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