La antropofagia depredadora que despierta una minifalda

Sáb, 16/11/2013 - 02:15
No llevo una cuadra luego de salir de mi casa en la mañana, cuando ya observo cómo dos hombres miran de arriba abajo a una mujer que sale a trotar, a la par lanzan un “piropo” casi igual de vulg
No llevo una cuadra luego de salir de mi casa en la mañana, cuando ya observo cómo dos hombres miran de arriba abajo a una mujer que sale a trotar, a la par lanzan un “piropo” casi igual de vulgar a la forma en que la miran, la situación no varía durante el recorrido que realizo hasta mi sitio de trabajo; por eso, no es una acto que vincule espacio o tiempo, simplemente es algo que se empotró en nuestra cultura, razón que limita la denuncia por parte de la mujer. Muchos escuchamos con indignación las declaraciones de Andrés Jaramillo propietario de Andrés Carne de Res, y no ésta de más, luego de sugerir a la opinión pública, que la joven que presuntamente fue víctima de abuso sexual en su establecimiento, pudo inducir a su agresor a cometer el delito gracias al uso de una minifalda. Corrientes así, cargadas de ideas machistas, nos han llevado a justificar la violencia contra las mujeres, es un tanto irracional considerar que la mujer que usa un escote (para sentirse bien) esté indirectamente incitando a un hombre a que la mire con “morbo”. Dar una justificación a las cosas a creado un estado de conformismo generalizado, a tal punto de responsabilizarnos o culpabilizarnos por cosas que no deberían ocurrir y que es en parte consecuencia de una baja efectividad de las autoridades. Excusas como: “es que mi esposo me pegó porque yo me lo busqué”, “me invito a tomar algo, luego me pidió que fuera a su apartamento y me echo del trabajo por no hacerlo”, y la más absurda de todas: “Estudiemos qué pasa con una niña de 20 años que llega con sus amigas,  que es dejada por su padre a la buena de Dios. Llega vestida con un sobretodo y debajo tiene una minifalda, pues a qué está jugando. Para que ella después de excomulgar pecados con el padre diga que la violaron” como aseguró Jaramillo, son una clara muestra de nuestra hipocresía. Ya va siendo hora de que dejemos de un lado los piropos (que no son gestos de amabilidad, sino de la máxima expresión de vulgaridad), es evidente que muchos hombres han pasado de la galantería a la antropofagia, de desnaturalizar la esencia de una mujer para verlas como una presa, de tratar de desnudarlas con la mirada. Todos tenemos claro que cada quien desarrolla libremente su personalidad, pero éso no vincula la ruptura de las barreras imaginarias del respeto y dignidad a las que conlleva la interacción. Cada quien debe conocer cuáles son sus límites, recientemente vimos como la millonaria Anna Burgese, fue golpeada por prostitutas en Miami, por creer que ella era la nueva competencia del sector y no entender que cada quien goza de unos grados de libertad que puede ejercer a su antojo; es arcaico pero real que aún seamos juzgados por nuestra apariencia. Lo realmente destacable debe ser, que gracias a opiniones indolentes como las de Andrés Jaramillo, se dejó abierto un debate que no versa sobre cómo se debe vestir una mujer, ni menos si es moral o políticamente correcto usar una minifalda, sino de saber qué medidas se deben tomar para evitar el abuso y atropello contra los derechos de las mujeres. Twitter: @David_Aramendiz
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