Muchos de nosotros, en aquella década de los 80, cuando éramos totalmente ilusos y cuando creíamos en procesos utópicos de revolución y cambio, creíamos que llegando a gobernar cualquier ciudad de Colombia, lograríamos una verdadera transformación social y que la pobreza, la delincuencia, la corrupción, la desigualdad social terminaría en un eventual gobierno nuestro. Esos momentos que jamás volverán, esos momentos que por más que luchemos no podemos cambiar, ni siquiera retrocediendo el tiempo, fueron pasando desapercibidos y se fueron esfumando en cada década que pasaba. Esos fueron los años 80, los años en que el M19 representaba una cara oculta de la burguesía capitalina y que arrastraba los burgueses de las provincias vecinas y aledañas.
Recuerdo también que algunos profesores hablaban de Jaime Bateman, José Antequera, Navarro Wolf y uno que otro hablaba de un tal Tirofijo, pero a éste jamás le escuche propuestas de cambio, bueno, al menos no dentro de mi entorno estudiantil. El M19 era para nosotros, los de los barrios de las Comunas de Medellin y de algunos de las comunas de Laureles y Belen unos líderes dignos de ser seguidos e imitados, en cambio ahora, dan vergüenza.
Pero ¿qué pasó con este proyecto de vida? ¿Qué pasó con nuestra ilusión de un país sin pobreza y desigualdad? ¿Qué le pasó al M19? Ahora, 33 años después nos dimos cuenta más tarde que nunca que los sueños del tal Bateman, Pizarro, Toledo, Almarales entre otros quedó sumido en la fosa más podrida de la política capitalina. La capital de la República hundió hasta el cuello los sueños de muchos ilusos que como yo, nos entregamos en algunos momentos, más efímeros que eternos, a una supuesta lucha de ideales. Hoy 33 años después y con la cabeza casi gacha de vergüenza asistimos a una debacle política donde los sobrevivientes de ese idealismo se entregaron a la más corrupta fuerza política de la capital, hoy asistimos con vergüenza a mirar a los ojos a los políticos que en otrora decían que a Colombia había que cambiarla.