Los derechos no son chichiguas

Mar, 26/06/2018 - 05:34
En lo que pareciera ser el concepto de la publicidad de un grupo empresarial, pensé titular esta nota hablando de un esfuerzo de una docena de entidades para recordarles a quienes tienen la amabilida
En lo que pareciera ser el concepto de la publicidad de un grupo empresarial, pensé titular esta nota hablando de un esfuerzo de una docena de entidades para recordarles a quienes tienen la amabilidad de leer estas letras que no están solos como consumidores. Pero preferí el sinónimo de insignificante que registra el Diccionario de la Real Academia Española para recordar que el consumo responsable es una causa que requiere largo aliento venciendo mitos que han crecido bajo rótulos que solo pretenden avergonzar a quienes reclaman. Ya es corriente, por ejemplo, que quien exige las vueltas o el cambio exacto sea objeto de miradas extrañas, porque la cuantía nunca supera los cincuenta pesos. Entonces parece tacaña, camorrera o en todo caso extraña la persona que no pueda desprenderse de una cifra como esa y que la pida al conductor de un bus, al cajero de un parqueadero o a la cajera de un supermercado. Y peor aun: existe el grave riesgo de que alguien diga que pedirle el cambio exacto a una cajera es la cuota inicial de una agresión de género. Por todo lo expuesto, no existe la estadística de cuántas veces al día en las cajas registradoras de los negocios de comercio aumentan silenciosa y paulatinamente las ganancias ocasionales de los cajeros, de sus patronos o de ambos, porque si llegara a haber al menos 50 casos por hora en una caja en la que no devuelvan unos $45, hablamos de $ 2.250. ¿Cuánto en un turno de 8 horas? ¿Y si fueran 5 cajas? Con esas cifras caprichosas podemos llegar a hablar de $ 90.000 por día, es decir, $ 2.700.000 (léalo despacio: 2 millones 700 mil pesos) por mes que entre todos los consumidores regalamos a un establecimiento de comercio que acostumbre a no dar las vueltas exactas (si fueran escasos $45) o a no prestar un servicio eficiente. ¿A cuántos de ustedes, respetados lectores, les regalan ese dinero cada mes? ¿O al menos la mitad? ¿O la cuarta parte? Por algo similar, a final de cada año, cuando anuncian pagos extra para los taxistas, criticamos a los que recurren al “redondeo” de la tarifa bajo la fórmula “¿le puedo quedar debiendo $150?”. Es que las cifras reciben miradas distintas de nuestra parte. Recuerdo la experiencia de preguntarles a conductores y a usuarios del transporte público anterior al SITP de Bogotá por su reacción ante un aumento de cien pesos que autorizó la administración de ese momento. A ninguno de los conductores que me respondieron les parecía satisfactorio el aumento. Querían más. Al contrario, a todos los usuarios que consulté les parecía excesivo. Pero la actitud de estos cambió cuando llegué a preguntarles no por el aumento a la tarifa sino cómo creía que podían usar cien pesos (y les mostraba una moneda). Por esas cifras que parecen pequeñas existe la norma que obliga a los establecimientos a entregar las vueltas exactas y que abre la posibilidad de que el consumidor que se sienta afectado ponga su denuncia. Y la norma también obliga a que en las cajas haya avisos como el de la foto que le digan al consumidor que deben dar las vueltas completas y que una persona debidamente identificada de cada negocio deba ser responsable de que lo cumplan. Porque no es un tema menor, porque de peso en peso y de caso en caso, los números crecen y engordan bolsillos ajenos. Y, mientras, nosotros nos sentimos orgullosos, pacíficos y respetuosos por no hacer un reclamo. Últimamente me vengo preguntando por qué si una cuenta de un restaurante se enreda para dar las vueltas luego de incluir la propina voluntaria y sabiendo que la sugerencia que al respecto hace la norma es 10 % de lo consumido, por qué no redondean la cifra con una propina menor. Porque casi siempre sucede al contrario. Para volver al motivo del titular de esta nota, entrego el dato que fortalece la dimensión casi siempre subestimada de protección al consumidor. Varias superintendencias, las alcaldías, las ligas de protección hacen parte del equipo que se ha propuesto defender las leyes y otras normas que buscan evitar abusos. Pero de cada uno de nosotros, como consumidores, depende que, por las consultas y por el interés en capacitarnos en los derechos y en los procedimientos para reclamar, ese andamiaje institucional no termine siendo un esfuerzo vano. Desde estos textos tratamos de entregar las reflexiones para mejorar la actitud de indiferencia, que favorece a quienes abusan, y estimular el consumo responsable. @jgiraldo2003
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