El primer error, aunque tal vez el menos evidente, fue Garzón. El segundo, que se me antojaba insuperable, fue Moreno. Y ahora, cuando ya parecía que habíamos aprendido la lección, sí, que el populismo no da frutos, el tercero no pudo ser peor.
¿Por qué?
¡Simple! Porque la aptitud crítica de Petro, tan evidente en sus discursos y sobre la cual cimentó un sitial de honor como opositor en el Senado, no tiene ninguna incidencia positiva en el mundo ejecutivo. Por eso, aunque el hombre trina y trina que da miedo, “de aquello nada”. Y si a esto le sumamos su desbordante autoritarismo, palmario en la incapacidad de liderar hasta sus propios grupos de trabajo, tenemos casi a un déspota. Lo cual explicaría porque, emulando el ejemplo del capataz venezolano —amigote suyo hasta el final—, todo lo quiere sacar adelante a pupitrazo.
Ahora bien, expuesto lo anterior, pasemos al asunto prioritario: ¡Bogotá, que sin duda es un paciente terminal en cuanto a movilidad, no resiste un metro! Y no lo resiste porque, con nuestro record de ejecución de obras —producto de un sistema administrativo desorganizado, burocratizado y bastante corrupto— y nuestra tendencia a politizar toda buena iniciativa, no estamos capacitados para sacarlo adelante sin que se nos vuelva una papa caliente. Así, mientras dure su ejecución —cosa que los políticos por cuestiones contractuales, que es donde está el dinero, tratarán de elongar en el tiempo hasta el infinito—, la ciudad será insufrible.
En cambio, digo yo, por qué más bien no revisar y atender los pendientes, calibrar el pico y placa y sumar a las posibilidades de movilidad una muy, muy buena ciclovía (diferente de las estrechas e inseguras ciclo-rutas que metieron en medio de los andenes y separadores como para decir que somos primermundistas). En detalle:
a. Retirar de todas la vías todos los buses que no hagan parte de un sistema integrado de transporte. Algo elemental en lo que inexplicablemente aquí nadie ha querido avanzar por el costo político. Llevamos 20 años sabiendo que esto es básico, pero ajá.
b. Despolitizar Transmilenio de modo tal que vuelva por sus fueros. Un sistema que fue orgullo de los bogotanos hace un par de lustros. Lo cual significa continuar pensando en él como soporte estructural de la movilidad de los bogotanos, seguir ejecutando las fases pendientes, inyectarle dinero para mantenimiento, ajustar el servicio al dinamismo de la ciudad, etcétera.
c. Sacarle todo el provecho al pico y placa. Pico y placa que, aunque es una medida paliativa, bien aplicado hace de las calles algo más ameno. Por ejemplo, en contra de lo hecho por el gobierno Petro, éste debería durar las 24 horas del día y, en vez de restringir 5 placas por raticos (producto del juego pares/impares), aplicarse a 4 placas por día de lunes a viernes. Lunes: 1, 2, 3, 4. Martes: 5, 6, 7, 8. Miércoles: 9, 0, 1, 2. Jueves: 3, 4, 5, 6. Viernes: 7, 8, 9, 0. Así cada auto tendría pico y placa 2 veces a la semana. Y debido a la extensión: 24 horas, forzosamente habría que pensar en un medio alternativo de transporte. Bien compartir el auto, tomar Transmilenio o taxi o circular por la ciclovía.
d. Habilitar vías arterias norte-sur, oriente-occidente, como ciclovías. Al menos 2 o 3 en cada sentido. Esto a razón de que la demora en los desplazamientos más que estar relacionado con la distancia, tiene como fundamento los trancones. Por eso mientras un lunes en hora pico de la calle 116 con carrera 7 hasta la calle 19 con carrera 7 alguien puede tardar más de una hora, un domingo, en bicicleta, esa misma persona no tardaría más de 40 minutos. ¡Hagan la cuenta!