A QUEJARSE MENOS Y A HACER MÁS

Mié, 12/02/2014 - 09:51
Toda mi vida he vivido en Bogotá, acostumbrado a su “corre corre”, a su esencia, a su ambiente, nunca me había detenido a pensar cuál era mi grado de responsabilidad en la situación actual de
Toda mi vida he vivido en Bogotá, acostumbrado a su “corre corre”, a su esencia, a su ambiente, nunca me había detenido a pensar cuál era mi grado de responsabilidad en la situación actual de la capital, pues había estado distraído despotricando del Alcalde que se había robado los recursos de la ciudad, quejándome de los trancones y de la inseguridad, pensado a quién más echarle la culpa de que Bogotá sea lo que es hoy en día, lejos de pensar que muchas cosas podían ser mi responsabilidad. Vivir fuera del país me permitió entender, en la práctica, la influencia de mis actos en la vida en sociedad, comprendí que los cambios de conducta pueden tener un impacto positivo en mi percepción de la ciudad y en cómo la vivo. La vida me puso en Boston, Estados Unidos. Cuando llegué el cambio fue abrupto, pues era inevitable no comparar la interestatal 93 (una de las salidas del aeropuerto) con la 26: 5 carriles, excelente estado, transporte masivo que llega hasta el aeropuerto ¡lo último!. Los días fueron pasando y cada vez notaba más cosas interesantes, que lejos de relacionarse con puentes y grandes autopistas mejoraban la calidad de vida de las personas. Ver a los carros detenerse por completo para darle prioridad al peatón sin necesidad de un semáforo, ver como la direccional del carro funcionaba para que cedieran el paso, estar en el trancón más absurdo y no escuchar un “pito” mientras que los otros conductores respetaban la fila para girar me hicieron sentir que mi espacio y mi condición de individuo eran respetados, por lo tanto yo estaba en la obligación de respetar el espacio y la condición de los demás, lo cual se convirtió automáticamente en una actitud recíproca que definitivamente cambió por completo mi percepción de la vida en una metrópoli. En materia de cultura ciudadana, vi como el concepto de “dejar salir y luego entrar” en el transporte público funcionaba, las famosas sillas azules del Transmilenio me parecen ahora ridículas, pues vi como el sentido común dicta que si se ve a un anciano, a una persona en discapacidad o a una mujer embarazada ¡hay que darle la silla! Sin necesidad de que el color de la misma o un “sticker” lo diga. Por otro lado, a pesar de que el sistema de entrada al metro es una puerta común y corriente que se abre con pasar la tarjeta (unificada, por supuesto) vi como la gente, a pesar de poderse “colar” fácilmente con la tarjeta de otro, esperaba a que se cerrara la puerta para pasar su tarjeta y pagar su pasaje sin dárselas de "vivo", mandando, para mi, un mensaje claro: respeto a la persona y a lo público. Citando ejemplos así podría extenderme varias páginas, pues podría hablar del manejo de la basura por parte de la comunidad, del uso de los espacios públicos etc. No se trata de buscar imitar un modelo, o de pretender que la vida en el norte es una maravilla, pues así como aquí he visto cosas como las que cuento en este artículo, he visto otras que me hacen querer a mi ciudad más que a ninguna, sin embargo, los ejemplos que cité me volvieron un pleno convencido de nuestra influencia en el día a día de la ciudad, en la calidad de vida del vecino. Seguramente cuando usted va para su casa, señor conductor, después de un largo día de trabajo lo último que quiere es tener 1000 carros pitando a su alrededor, o ver como se le “colan” en la fila para girar. Usted, señor peatón, a lo mejor quisiera pasar una calle sin que el señor del carro le “meta la pata” para obligarlo a cruzar rápido, seguramente tampoco quisiera ver como el “vivo” se le sube al Transmilenio por la puerta de embarque mientras que usted si pagó su pasaje, o incluso, quisiera bajarse en la estación que desea sin que un mar de gente lo mande al fondo del bus cuando llega a su parada. Así que piénselo, la próxima vez que actúe en la calle recuerde que no está solo, antes de cometer una incivilidad tómese el tiempo para pensar, use la razón. En vez de estar echándole la culpa al Alcalde de turno, lo invito a quejarse menos y a hacer más, a que se analice usted mismo y revoque, destituya o inhabilite a su intolerancia y a su agresividad a la hora de andar por la ciudad. Recuerde que vive en Bogotá, que estamos limitados estructuralmente en muchas cosas por la corrupción y la ceguera de nuestros gobernantes, así que hagámonos la vida más amable entre nosotros para tener la ciudad en la que queremos vivir. Por mi parte, a mi llegada me comprometo a utilizar el poder de mis acciones en comunidad a favor de la ciudad, definitivamente... a quejarme menos y a hacer más desde mi rol (nada más y nada menos) de ciudadano. @FelipeBarreraH
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