En la primera parte de esta columna hablé de sexo y drogas. Aquí está.
Ahora sí tomo aire, cierro los ojos, espero a que se me baje la sangre de la cabeza, trato de perdonarlo, perdonarme a mí mismo porque yo también soy un poco usted. Estos son los consejos que, con respeto y aprecio, les doy a esos Padres de Familia que quiero tanto:
El primero: si su hijo cumple los 12 años, sea niña o niño, vacúnelo inmediatamente contra el virus del papiloma humano, de eso da mucho y mata si no se trata. Existe vacuna. Úsela. Muchos piensan que este tipo de virus afecta solamente a las mujeres que desarrollan el cáncer de cuello uterino. A nosotros también nos pringan y si no me cree pregúntele a Michael Douglas que anda jodido, hablando ronqueto debido al cáncer en la garganta que se le pegó por comerse uno de esos dulces tan ricos, un botoncito del cielo y timbre de nuestras féminas, uno de esos que se saborean con la lengua y no se pasan.
El segundo: relájese y esculque el poco discernimiento que le queda después de las volquetadas de doble moralismo, que lleva tragándose diariamente durante toda la vida. Dígase a sí mismo: “El mundo de mis hijos no es el que yo quisiera para ellos, pero debo aceptarlo”. Si lo repite varias veces sirve más. Después de eso trate de entender que a sus hijos les gusta el sexo, y que no son tan aburridos como usted para practicarlo.
Sepa que a su hijita que corre por la pradera con su vestidito de tul, le gusta el hardcore, le gusta el pipí, sepa bien que a su corta edad ya puede comparar calibres y medidas, que le pueden gustar los miembros mandingas de actor porno o esos que parecen un tierno hámster juguetón. Bien puede gustarle comerse el caramelo solita con su amiguito o ser gangbaneada por el curso entero. También puede ser que a su muchacho le guste más sentir una barba lijándole la espalda, o puede ser que su princesa prefiera otra princesita igual a ella que la peine, la acicale y que la haga sentir la más bonita del planeta cuando juegan a las arepitas. Eso no tiene por qué interesarle, cada quien tiene sus gustos y hay que respetarlos.
Preocúpese por enseñarles desde muy temprano (en Inglaterra la educación sexual empieza a los 10 años) lo que significa la palabra condón, para qué sirve, cómo se usa, pero sin horrorizarlos, sin transmitirles que su arrechera es mala, porque ese discurso que plantean los grupos religiosos los transforma en muñecos de trapo inservibles, los confunde y descompone. Lo peor que puede hacer es tratar de convencerlos de que deben esperar para tener su primer contacto sexual: ¿qué se cree? Que son estúpidos también, que no ven televisión, y propagandas de águila, realitys de MTV, mafionovelas y también youporn.com, y muyzorras.com, y marranas.com y millones más. La pornografía es el bien que más se comercia en el universo virtual. Hay páginas porno que reciben más visitas que Facebook.
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¿O usted es de los que cree que su hijo dice que tiene menos de 18 cuando aparece el letrerito en la pantalla? Párese en la tierra, acéptelo: Al niño le fascina el porno, es parte de su cultura, irriga diariamente su naturaleza, ¿Y usted pretende convencerlo de que debe esperar para echarse el primer polvo? A ver si se acuerda de usted cuando tenga a su vecinita de pupitre pierniabierta frente a él.
Y métale Biblia venteada hijo de la gran puta madre que lo parió, métasela a esa edad, que no solo lo va a volver mierda, sino que ahí sí garantizará su promiscuidad a perpetuidad. Lo acaba porque le destruye su evolución natural, le cercena la autoestima y lo pordebajea, y cómo no, creyendo esos cuentos perversos que dicen que la vida no es para gozar, sino que lo mejor es dejarse cascar, totiar, reventar, sufrir, sufrir y sufrir, como al barbudo en la cruz que nunca existió. O qué me dice de esa fábula pervertida y enferma de la señora que parió un hijo sin que se la hayan comido, o mejor, que se la comió fue un espíritu que además de mal polvo era santo. ¿Sabe que está diciéndole a su hija poniéndola a adorar esas mentiras?: “tú eres una porquería, tú eres basura porque eso que sientes adentro, que es lo que te hace llegar al cielo, es bajo y es inmundo”. Eso no lo dice el librito de frente, mucho menos el curita maricón junto a la cruz, eso se lo meten con vaselina, despacito untándoles ese lubricante poderoso que es la religión. Y sabe que, en últimas más perras se le vuelven, y ellos más brinca camas, porque cuando entran en una relación estable, le pasa lo que le pasa a usted por el rezo, que sin saberlo su subconsciente les dice: “si me excita mi mujer es que ella es vagabunda, ella no es como la mamacita de nuestro señor. Concluyendo: No puedo excitarme con la mujer que amo, porque ella no es una puta”. O: “Si yo, mujer (de por si bíblicamente mala por haber nacido hembra) me excito con el que amo, seré para él una vagabunda libertina”. Y entonces empiezan, el uno a buscar en otras mujeres las putas con las que todos soñamos, lujuriosas y cargadas de ganas, y ellas manes que las cimbroneen, que las sacudan, que se las hundan hasta sacarles los ojos, hombres de verdad, a los que no tengan que ver como querubines asexuados.
Segundo: las drogas. En algo congeniamos, el primer bareto a los 14, vaya y pase, pero perico, ácido y pepas, y todo lo demás, ese voltaje no es sano a ninguna edad, y menos cuando el cerebro aún no ha terminado de desarrollarse. ¿Entonces qué dijo, que está haciendo lo correcto? Jura y come mocos perro. ¿Usted cree que su angelito se le come el cuento de que la droga mata?, ni así tenga algo de cierto, su hijo a eso no le tiene miedo, no le come de ni mierda: Si le dice eso más la va a probar. Al pintarles un cuento de horror, diciéndole que van a terminar en la indigencia, o en un hospital, les está implantando el chip de la drogadicción que se activa apenas se fumen su primer porrito.
Cuando ellos tengan el cacho en la boca, su subconsciente les va empezar a cantar: “Eres un bello drogadicto, tararí, tarará, eres un drogadicto”, y claro, terminan así porque usted se los vaticinó. Investigue la cantidad de pepos que dejaron en los ochenta todas esas campañas mal enfocadas. Eso serviría si le creyeran, si se quedaran sin probarla. Es decir si usted le apuntara a la abstinencia. Hoy en día no los puede educar hacia la abstinencia sino hacia un consumo responsable. Su labor es decirles la verdad, y eso de que la droga mata es su verdad. No la de ellos ni la del mundo entero.
Estudie primero y después cuénteles que hay muchos tipos de droga, unas más malas que otras, plantéeles que puede llegar a probarlas, que mejor que no lo haga, pero que si llega a fumar marihuana por ejemplo, no puede fumarla todo el día, que no trate de hacerlo más de dos veces por semana y en poca cantidad, porque a su edad el cerebro no le aguanta. Cómo me hubiera ahorrado de calenturas un papá que me hubiera explicado que rociarle cocaína a la yerba que estaba amarrando me generaba una taquicardia pasmosa, que unos pases son un par y ya, como para levantar la cabeza cuando la rumba está buena, y no líneas de ferrocarril durante noches y días en vela.
Debe decirle que es mejor dejar los ácidos y los hongos para mucho después, después de los 30 y ojalá nunca, porque que sí tiene un foco esquizofrénico se lo pueden despertar. Que si en su adultez decide experimentar con estos alucinógenos, es como un viaje a Egipto, uno irá una y hasta dos veces en la vida, pero no más. El éxtasis para muy de vez en cuando, y si lo mezcla con viagra puede quedar como un pollo. Que la heroína ni la tenga en cuenta, que eso si es la flaca con capa negra, que una aguja en la vena, una sola vez, le puede arrastrar la vida por un caño inmundo. Igual que todo lo demás si no lo sabe manejar y controlar, el trago, el perico, la bareta, hasta la morcilla que tiene tanto colesterol. Trate de hablarle sin prosopopeya, sin picárselas de científico, intente acercarse a su lenguaje, como si fuera su amigo.
Eso es solo el principio, la parte académica, lo más fácil. Lo berraco son esos fantasmas que ustedes, papito y mamita, y este puto mundo, les dejan adentro, esos son los que los desbocan, los que los hacen querer matarse de la manera más rica: consumiendo.
Ustedes son los que les dan vida a esos bichos inmundos que llevan en su cabeza. Ustedes padres de familia, son sus inseguridades, sus complejos, sus angustias, sus ansiedades, en últimas, cabrones, ustedes son sus ganas de quemarse la cabeza con tanta porquería.
Esto que le vengo a decir no es por el bien suyo, usted a mí me importa un soberano culo, ellos son lo importante, los únicos en este mundo que deberían quedar vivos después de que se reviente. Oiga estiércol, escuche: nunca pelee con su esposa enfrente de sus hijos, ni siquiera se encierren en el cuarto, todavía a veces en las noches, me parece escuchar los gritos de mis papás cuando se agarraban hasta las cuatro de la mañana. Eso no lo olvida nadie jamás. Si se va a divorciar trate de esperar hasta que sus hijos por lo menos tengan más de veintidós años, trate de que lleguen al cuarto semestre de universidad, hágales creer que su ‘hogar’ es un remanso de paz y amor, así se cojan a puños apenas salgan de la casa. El divorcio que viví a los trece años me partió en dos, me mutiló, fue como si mis papás me hubieran acostado en la carrilera y el tren me hubiera pasado por encima. Por eso se lo digo, porque yo sí sé lo que se siente cuando esas sombras caen sobre uno.
Si no hay más remedio, si siente que si continúan juntos van a terminar descuartizándose. Entonces, solo si ya no hay nada que hacer, si no ha habido terapista que solucione el problema, divórciese. Pero hágalo bien. Lo menos traumático posible. Y lo más importante, porque eso sí es como si le clavara tenedores en la espalda, como si usted mismo le escogiera la vena a su hijo para que se inyectara el primer chut: no les hable mal a sus hijos de su esposa ni de su esposo, recuerde que existe una relación edípica que hace que ese papá y esa mamá sean lo único que han llegado a querer. Aunque ella haya sido la más puta o él, un perro irresponsable, piense que para ellos ustedes dos son sus ídolos, su más grande amor, su sangre, su genética. Si usted baja a patadas a su cónyuge de ese pedestal, está destruyendo la psiquis del menor, lo está poniendo a temblar frente al mundo y la única viga que él va a poder encontrar para agarrarse son las drogas. Más adelante vendrá lo peor, los problemas psiquiátricos como psicosis, depresión y hasta esquizofrenia, que se gestan en esta etapa evolutiva y la mayoría de las veces son producto de la desvalorización de la imagen materno-paterna. Al decir esto me refiero al desvalor de verdad, el que es traumático, no el que todos sienten al darse cuenta del par de tarugos que los procrearon. Concluyendo la idea, hablarle mal a su hijo de su mamá o de su papá es como si abusara de él. Como si lo ahogara con sus propias manos en el váter después de cagar. Las consecuencias psiquiátricas pueden llevarlo hasta el suicidio.
No todo es su culpa, la mayoría viene de ustedes dos, papá y mamá, pero el río arrastra otros desperdicios. Nauseabundos desechos urbanos, que son la caca de esta sociedad de consumo en la que vivimos todos drogados por la publicidad y los medios de comunicación, la competencia, la indiferencia, el desprecio a lo simple, la negación de lo natural y la devastadora masacre llevada a cabo por la raza humana para con todo lo que se ponga por delante de su afán de riqueza. Estos males actuales son aves negras que zangolotean alrededor de sus pequeños desde que nacen, allí están, infames, observando desde la oscuridad con sus ojos rojos, brillantes y encendidos, esperando a que les abran la puerta para entrar y quedarse viviendo dentro de eso en lo que no creen los psiquiatras, pero que viene siendo lo único que de verdad existe: El Alma.
Usted fue quien fabricó estos engendros, ellos subsisten gracias a que todos ustedes los alimentan, ustedes son los que les abren la puerta para que entren orondos, cagados de la risa y cojan las riendas de sus hijos. Mucho haría dedicándoles un poco más de tiempo a ellos, y despreocupándose por conseguir la misma camioneta con sun ruf que tiene el vecino o ese penthouse tan grande como el de su primo por el que está dispuesto a empeñar una güeva. ¿De qué les sirve un apartamento tan grande como un estadio, si el alma la tienen chiquita?
Alguien cuyo espíritu está en constante evolución, siempre tendrá el criterio para decir no, o para decir bueno pero poquito, de eso tan fuerte no, o un simple mañana tengo que madrugar. Aquí viene lo que a usted le demanda más esfuerzo: estar con su hijo. Escuchar sus intereses y compartirlos. Los de él, no los suyos nazi de mierda. No espere que a él también le guste el fútbol, no espere que él sea feliz leyendo las noticias económicas, yendo a zarzuela y tocando el tiple como el abuelo. Si a él le gusta el monopatín, cómprele uno y cómprese usted otro y aprenda por lo menos a empujarlo, y si le gusta la música regálele una guitarra eléctrica, llévelo a conciertos y zarandee el pelo igual que todos. Piense en lo que él quiere para él, lo que usted quiera a nadie le importa.
Ahora, ¿qué puede hacer un portero que vive en Ciudad Bolívar y que trabaja turnos de 24 horas, cuidándole el apartamento a un puerco cochambroso como usted? Lo posible, pero no va a poder hacer mucho. Entonces la única solución es que intervenga ese padre degenerado y descuidado, ese que merece el insulto mayor, ese que es salvaje, asesino, injusto y corrupto hasta el tuétano: Papá Estado.
Los colegios públicos deben ser los mejores, y a todos allí tienen que darles los tres golpes diarios y las onces, porque el hambre también encoge el alma. Deben tener las mejores instalaciones, los más modernos laboratorios y salones de baile, cine y fotografía, las piscinas y coliseos más grandes y mejor dotados, también los mejores profesores, importarlos si no los hay aquí, como lo hacen esos colegios bilingües que son tan puppies. Solo así podrán inculcarles desde niños esos intereses que no les pasan al lado en las comunas.
Sé que ahora va a saltar a decirme comunista, pero después no se horrorice porque unos de esos muchachos que no tuvo nada de esto, mató en un taxi a un espía gringo como si fuera un marrano, o porque a su hijita del alma, otros de estos, la violaron al cruzar el parque, ensañándose de tal forma con ella que la dejaron como un colador. La única manera de acabar con la sociopatía que genera la pobreza es gestando intereses en el individuo desde la niñez. Quien toca un violín jamás va a tocar una pistola.
Finalizo con el último de los males, que es el peor y más perjudicial: el Regaetton. Para esto hay muchas soluciones prácticas. Para los que se están estrenando: póngase usted futura madre audífonos en la barriga un par de horas diarias y así, desde el vientre, aprovechando su sueño placentario, les irá educando el oído con Chopin y Mozart. Desde el primer día de nacido acostúmbrelo a la buena música, Queen, los Beatles y Pink Floyd son sus preferidos, venden unas versiones para bebés que son bien chéveres.
Ahora, si ve a su hijo con pinta Daddy Yankee: gafas brillantes, pantalones anchos, cadena de oro con estrella gigante de Mercedes y cachucha al revés, no hay mucho que hacer: échele sahumerio o llame al exorcista.
Sus hijos: sexo, drogas y reggaeton (Parte II)
Jue, 25/07/2013 - 01:10
En la primera parte de esta columna hablé de sexo y drogas. Aquí está.
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