En la mañana del viernes 27 de septiembre, en una de las típicas mañana bogotanas de noticias y accidentes de tránsito, reseñadas con una crónica roja escondida en héroes dela noche, que son los ahora bien nombrados “noctámbulos”, cerrando uno de los ciclos de noticias y luego del zaping que permite ver los mismos tres canales, con los mismos accidentes, me encontré que en Caracol, Juan Diego Mejía, presentador y periodista, reseñaba como 3 de cada 10 bogotanos son los que recuerdan los elementos que en otrora época se convertían en noticias en todos los ámbitos de la opinión pública: la pirinola, la tarjeta con una mano roja y los recuerdos de mimos que hacían respetar la cebra de los viejos y anticuados bogotanos agresivos al volante.
En ese momento, sentí algo de zozobra y apagué el televisor. ¿Para qué pensar en lo que había pasado si no podrá volver? Decidí activar la emisora y me encontré con las entrevistas que le hacían a Prada del antiguo, maltratado y desahuciado Partido Verde (el que nos hizo soñar nuevamente con un país de educación y de transparencia) y lo mostraba, según Néstor Morales, como el gran perdedor de la unificación del partido Verde con Progresistas. En ese momento lo escuché, y con la claridad que llega solo de vez en cuando, me reporte inconforme.
Hablaban en un tono de “lo sentimos”, “ya no hay partido, porque no se unificaron” o “finalmente lo único que importa es el umbral”, y es cierto, la unidad poderosa de la famosa Ola verde, que termino siendo un tsunami político, al recogerse develo nuestra verdad social: no sabemos cómo funciona la política, la omitimos y mientras otros, los que no son de aquí ni de allá, pero que saben robar, por herencia o por astucia, siguen matando nuestro interés por la justicia social y la educación.
De repente, vino a mí la presencia del que muchos tildaron de loco, perdido y de alguna manera, enfermo. Al que alguien de una manera grosera se atrevió a llamarlo “caballito discapacitado”, en el que fue la burla de muchos, y el que daba noticias tan novedosas que se convirtieron en hitos socioculturales: Antanas Mockus Šivickas.
Mockus logró lo que nadie pudo: hacer que nos volviéramos a ver cómo sociedad capaz de unirnos para vivir mejor, solo eso. Y con esa sensación me fui a trabajar, con el afán de estar siempre en una ciudad sin respeto, con miedo a que otro ataque, irrespete, salte las normas. Y en contraste, mientras llegaba al Transmilenio, por otro lado escuchaba noticias donde la actual administración, ahora dueña del partido en el que muchos creímos, plantea desmontar la norma de hora zanahoria en la cuadra de la rumba más fuerte de la localidad con más atracos de la ciudad: Kennedy.
¿Pero qué le está pasando a esta ciudad?, ¿qué nos ha pasado?, ¿ya no somos ni ciudadanos? No somos nada. En este ataque empecé a escribir este blog en mi celular, entre el miedo y la adrenalina de que unas palabras puedan recordarnos lo que fuimos.
Fuimos pegados con Mockus. Quisiéramos o no, nos convertimos en los herederos (malos herederos) de la cultura ciudadana. Mockus nos pegó una gripa de amor por el otro, de respeto por el otro, de respeto por la vida, por la transparencia. En una esquina se veía como los enfermos de esta gripa, manejaban sus carros esperando mutuamente para hacer el uno a uno y permitir que el tráfico no nos volviera locos. En otro lado, se veían a los que contagiaban esta gripa, disfrazados de animales y payasos haciendo del rídículo y sin ningún tipo de ley marcial o de castigo en una cárcel, que se respetaran las señales de tránsito.
Lo malo de la Mockuseada que nos pegamos es que nos llegó el remedio en el jarabe del asistencialismo, en la pastilla del proselitismo y en la curita del clientelismo de nuestra política y de nuestros políticos, y así esta gripa que nos pegamos con Mockus, se fue. La epidemia, que fue pandemia en Latinoamérica y que en algunas ciudades aún tienen en su médula, a nosotros, los que fuimos su caldo de cultivo, se nos quitó, nos sanamos.
Ya llegando a mi destino, paso por el centro, veo la 26 de Samuel, los bolardos de Peñalosa, la mala pata de los que se dicen ciudadanos y ahora me bajo, veo como un hombre ingresa al sistema de transporte sin pagar y me quedo quieto. Y solo pienso en que Mockus, el que nos hizo falta, no nos podrá ya salvar. Necesitamos que alguien nos pegue ese virus de la nueva cultura ciudadana, pues ya los mimos no serán la solución, de pronto serán otras las ideas, pero necesitamos que el virus vuelva, no convertido en personas sino en movimientos, donde no tengamos que ponernos una camiseta sino que seamos responsables naturales de nuestro destino.
¿Tiene futuro el Partido Verde sin Antanas Mockus?
Dom, 29/09/2013 - 01:49
En la mañana del viernes 27 de septiembre, en una de las típicas mañana bogotanas de noticias y accidentes de tránsito, reseñadas con una crónica roja escondida en héroes dela noche, que son lo