¡Adelante México!

Vie, 01/06/2012 - 01:00
La llegada al Benito Juárez, el aeropuerto de Ciudad de México, a las 6:10 a. m. resultó destemplada. Toda la gente tenía la misma cara de sueño que yo. Benito Juárez (1806-1872) fue un gran pol
La llegada al Benito Juárez, el aeropuerto de Ciudad de México, a las 6:10 a. m. resultó destemplada. Toda la gente tenía la misma cara de sueño que yo. Benito Juárez (1806-1872) fue un gran político mexicano varias veces presidente de México, de origen indígena. La ciudad comenzaba a despertar en un domingo con un tráfico menos pesado que el común de los días. El chofer del taxi, don Guadalupe, me fue poniendo al día de acontecimientos varios. Desde la situación política donde el apoyo femenino de uno de los candidatos a la presidencia tiene el siguiente lema: “Peña Nieto bombón te quiero en mi colchón”, hasta la última matanza de casi 50 personas. “Mire fíjese, parece que eran muchachos menores de 18, que por Ley no tienen el castigo que se merecen… “ Me fui alejando del “reporte” de Don Guadalupe, mientras avanzábamos hacia el poniente de la ciudad donde me quedaría en uno de los hoteles frente al famoso Castillo de Chapultepec. Tenía marcada en la cabeza la frase tanta trillada “el gran flagelo del narcotráfico”. Empecé a martillar ideas. Estamos de acuerdo, el país pasa uno de sus peores momentos a causa de este envenenamiento por el narco y, obvio, oye uno esa frase que duele: “Como era Colombia antes, ¿No?” Sin necesidad de “llevar agua al mar” hay un tema que poco se trata. Parte del enraizamiento del narco también se debe a la misma sociedad civil. Las llegadas de montones de dinero fueron tomadas con suma ligereza, o más bien irresponsablemente comenzaron a vender propiedades por sumas enormes, tierras con sobreprecios, pero sus beneficiarios inmediatos no se preocuparon por el avance del mal. Creyeron que era algo que “no tenía nada de malo”. Y así directamente o mediante testaferros fueron penetrando la comunidad comenzando por los estratos más altos. Si a los colombianos nos ponen como ejemplo, parecería que de bobos o idiotas fuimos víctimas del narco. Hay un patrón en todo esto y seguramente México no fue una excepción. O sea, no somos el modelo —Colombia— más bien hacemos parte de ese gran conglomerado donde la sociedad, como cualquier sociedad, se hace la de la vista gorda ante circunstancias que tarde o temprano afectarán al país entero. Esto no fue inventado por los colombianos. Pero pasando a la vista que tengo, al frente de mi cuarto está el Castillo de Chapultepec. Hace parte de la historia de nuestro querido México: ordenado por el virrey Gálvez cuando el territorio se llamaba la Nueva España. Se construyó en el cerro del Chapulín. Fue casa del segundo emperador por estos lados del mundo: Maximiliano José María de Habsburgo-Lorena. Con el tiempo los mexicanos cambiaron de opinión y lo fusilaron en la ciudad de Querétaro, que quienes la conocen dicen que es una sucursal de paraíso. Las horas pasan y una invitación a almorzar empieza a mostrarme otro aspecto de este entrañable país. De aperitivo un tequila Don Julio Real. Como entrada, definición mía, unas tortillitas con guacamole encima y unos gusanitos de maguey (escamoles) —de verdad— blancos, como los que tienen las guayabas maduras. De plato fuerte cochinita pibil acompañada de las inseparables tortillas y para terminar unas crepas de cajeta (arequipe) me dejan listo para darme una siesta estilo boa constrictor. Se me olvidaba el excelente vino de Casa Madero. La verdad es que México es un país hermano. A los colombianos si no nos arrullaron con las rancheras, por lo menos nos acompañaron para cualquier situación. Rancheras para las tristezas, rancheras para querer a la novia, rancheras para justificar el agarrón con la esposa, rancheras para todo. Hasta un tiempo no lejano la imagen de este país ante el mundo era privilegiada, se asociaba con sus excelentes playas, con su turismo de gran calidad, con el clima maravilloso, con la rica historia prehispánica de los mayas y aztecas y sus monumentales pirámides. Su infinita riqueza cultural, la afabilidad de su gente y la belleza de sus mujeres son las imágenes que deben perdurar.
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