Mortal e invisible. Así se disfraza, de manera engañosa y letal, el asbesto. De esa forma, y desde hace décadas, la sustancia se ha encargado de atacar de manera artera, truncando miles de vidas en el mundo y en Colombia.
Asbesto mortal, pero también resistente. Mortal porque sigue matando ahí donde no se ha prohibido y resistente porque, pese a los reiterados intentos que han buscado eliminar la sustancia en Colombia, una y otra vez ha logrado librarse de cualquier prohibición y ha terminado por convivir entre nosotros ya por demasiados años.
Siete intentos legislativos han existido para que el asbesto no siga arrebatando vidas, pero todas las iniciativas -pese a la abrumadora evidencia científica y a los ejemplos de otros países que sí se han encargado de prohibir la sustancia- han fracasado de manera vergonzosa.
La razón de estos fracasos es simple: el enorme poder de un sector que se niega a poner la salud de los colombianos por encima de las ganancias de un negocio millonario y miope a sus devastadoras consecuencias.
Durante décadas ha sido la empresa Eternit la que se ha empeñado en justificar la producción de asbesto y los supuestos “daños menores” o “colaterales” de su producto. Se trata, en todo caso, de una batalla cada vez más solitaria. Una voz que ahora comienza a apagarse en medio de un eco cada vez más potente y transversal que proviene desde distintos actores del quehacer nacional, quienes han entendido que resulta impresentable que se siga privilegiando el negocio y ganancias de una empresa en detrimento de la salud de todos los colombianos.
Las cifras de este verdadero tsunami de asbesto en nuestro país son alarmantes: Eternit en Colombia ha instalado más 40.000 kilómetros de tuberías, lo equivalente a cruzar el país 23 veces de punta a punta con materiales cancerígenos. A su vez, la empresa ha cubierto más 300 millones de metros cuadrados con sus tejas, lo que equivale a la superficie total de la ciudad de Medellín.
Hoy, el asbesto ha terminado por convertir los hogares de muchos colombianos en verdaderas y mortales casas-cáncer.
En medio de este escenario un nuevo intento legislativo intenta poner fin a este legado de muerte. Se trata de un octavo proyecto, nacido en la Comisión VII del Senado y que, en lo que va de tramitación, ha sido coincidente en la necesidad de liberar al país de una sustancia tan mortal como invisible.
Una postura que ha sido complementada hace unas semanas con el sólido informe que dio a conocer la Contraloría General de la República, entidad que pide “implementar un esquema legislativo que trascienda de la implementación segura de asbesto a la prohibición de la producción, comercialización, exportación, importación y distribución de cualquier variedad de asbesto”. Tiene razón el organismo al saber que cada año se identifican 540 casos de cáncer de pulmón directamente vinculados con el asbesto en Colombia.
El país enfrenta un momento histórico y el Congreso debe estar a la altura del desafío. ¿De qué manera se podría explicar un nuevo fracaso en el intento por prohibir el asbesto? No queda espacio para esa opción y cualquier revés sería injustificable.
Ahora sólo queda actuar con máxima premura y que el proyecto de ley sea aprobado en los próximos meses. El asbesto en Colombia tiene sus días contados. Ya hizo demasiado daño como para seguir de manera impune entre nosotros. Quiso actuar invisible y mortalmente por siempre, pero al fin ha sido desenmascarado.
Silvia Gómez.
Coordinadora de Greenpeace en Colombia.
Asbesto, el enemigo invisible
Jue, 15/02/2018 - 08:03
Mortal e invisible. Así se disfraza, de manera engañosa y letal, el asbesto. De esa forma, y desde hace décadas, la sustancia se ha encargado de atacar de manera artera, truncando miles de vidas en