Cambalache

Sáb, 16/04/2016 - 03:22
Una memorable frase que vi escrita como grafiti en una pared de lo que podría ser la pared de un taller de mecánica automotriz, en un muy caliente pueblo de la Costa, decía: Cambio mi corazón por
Una memorable frase que vi escrita como grafiti en una pared de lo que podría ser la pared de un taller de mecánica automotriz, en un muy caliente pueblo de la Costa, decía: Cambio mi corazón por otro hígado, para enamorarme menos y poder beber más. Me sonó audaz y muy extremo pero a la vez muy interesante el cambalache. Me reí demasiado en aquel entonces y le he hecho burla hasta hace unos días que me he puesto a reflexionar en lo que significa de verdad obtener algo teniendo que dar algo equivalente a cambio. Los sabios han dicho que la vida, como el matrimonio no es otra cosa que cumplir el contrato de las concesiones: tú me das, yo te entrego: amor, fidelidad, lealtad, etc.etc. Los colombianos en general, pero me atrevo a decir que todos los seres humanos, negociantes o no, paisas o no, mercachifles o no, con muy contadas excepciones de los desprendidos de las cosas materiales y mundanas, no quiero llamarlos santos para no confundir la intención, tenemos pasión por recibir algo dando a cambio lo menos que sea posible. Imagino que de ahí es que se han ido inventando las practicas de los descuentos, las ñapas o "bendajes", pretender que lo que recibo valga menos, porque lo mío vale más. El comercio, el de aquí, no el de los países desarrollados, mucho ha contribuido en esa cultura. Lo que se compra, solo en ocasiones muy escasas y contadas, puede llegar a tener cambio. Y eso porque el producto comprado sale defectuoso, o definitivamente la talla no cuadra, pero por ningún motivo el cambio es aceptado, porque si, porque ya no lo quieres, porque prefieres otro, por el derecho natural que debería tener el cliente a cambiar de opinión. Independientemente de que esté decidido a emular el grafiti y prescindir de continuar curtiendo el corazón con tanto desengaño amoroso y disponerme a "mamar ron" hasta que se acabe la fiesta en esta vida y hasta que la película termine ante los ojos; pienso en tantas cosas donde los cambalaches no se han dado, donde las condiciones del mano a mano han fallado. Uno elemental y perverso: un ciudadano da el voto por su político en la fe y la esperanza de que recibirá en alguna medida la solución de algunas de sus prioridades. Ese cambalache por lo general siempre sale mal. Pero es más perverso aún que el ciudadano cumpla con sus obligaciones de pagar los impuestos a sabiendas que la corrupción arrase con la equidad y el desarrollo. Doy un cambalache a la inversa, cuando los gobiernos desarrollistas y sanos ponen a disposición de los ciudadanos elementos de amoblamiento o recreación públicos y los ciudadanos en vez de cuidarlos y protegerlos, los destruimos vandálicamente. Este cambalache tampoco queda bien Pienso también en cambalaches, mesas de negociación, planteamientos de acuerdo como las negociaciones de La Habana, donde de pronto las demoras y los aplazamientos se deben a que unos y otros sienten que no reciben el equivalente a lo que entregaría. Pienso en los entresijos de los conflictos innumerables que nos hacen convertir paradójicamente en unos de los ciudadanos más felices del mundo en medio de una de las sociedades más violentas de la tierra. Si de verdad entendiéramos que solamente en condiciones desiguales que desatan descontentos, luego malestares, luego movilizaciones luego la violencia, podemos pensar en obtener algo sin dar algo equivalente a cambio, podríamos tener un panorama diferente de convivencia, de civismo, de comprensión, de consideración; todo esto sin lugar a dudas: los cimientos de la paz pura y duradera. Ese es el verdadero mano a mano. Así lo entiendo, por eso ahora quiero proponer cambiar el postulado del grafiti por este: Cambio mi hígado por otro corazón, para aventajarme menos y poder convivir más. @gpuerta
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