Conversaciones con la sustanciadora

Mar, 02/11/2010 - 19:01
El prejuicio carece de razones, tal como fue definido por Gordon Allport en los años sesenta, porque descansa en su totalidad sobre aspectos emocionales. Esto implica, que tales juicios no puedan se
El prejuicio carece de razones, tal como fue definido por Gordon Allport en los años sesenta, porque descansa en su totalidad sobre aspectos emocionales. Esto implica, que tales juicios no puedan ser transformados por argumentos. Quien tiene un prejuicio difícilmente lo cambiará después de demostración convincente. ¡Los niños deben estar con las madres!, ¡La familia nuclear es funcional!, ¡los hombres son potencialmente peligrosos!, ¡Los homosexuales son incapaces de construir familias!, ¡El padre debe asumir la mayor parte de los alimentos!, ¡El que plantea el divorcio es culpable!, ¡Las nuevas parejas de los padres son como las madrastras y padrastros de los cuentos! o ¡Los divorciados son promiscuos! son algunos ejemplos de los prejuicios que inundan los asuntos de familia. Su presencia, en las cuestiones jurídicas, se debe a las razones emocionales que están en la base de las mismas. Sacar esas cuestiones del ámbito de lo emocional y ajustarlas a las reglas jurídicas es una de las obligaciones de los abogados. Esa lección la aprendí de la sustanciadora que ha dado origen al título de este blog. Al final de una acalorada argumentación con una contraparte, la sustanciadora que atendía la conciliación, porque rara vez lo hacen los jueces, me dijo: “Doctor, ese no es su problema”. Cuando le pedí una explicación mayor me señaló de forma precisa que los aspectos emocionales que afectaban a las partes no eran los míos como apoderado. Eso sí me advirtió que los jueces y los funcionarios en los juzgados no siempre estaban libres de emociones, siendo uno de los mayores problemas porque muchas veces se acababa juzgando con base en los prejuicios y no con base en las normas. A partir de ese momento entendí que los prejuicios estaban por todas partes y que parte de la lucha radicaba en superarlos. Entendí que una de las principales limitaciones de las personas para acudir al abogado, con el ánimo de resolver un conflicto, estaba en los prejuicios. No en el obvio, del abogado como una persona que contribuye a empeorar el conflicto, sino en muchos otros. Mujeres y hombres maltratados que tienen temor y culpa siempre injustificada, hombres y mujeres que temen perder a sus hijos, personas en general que tienen miedo a ser juzgadas en el futuro y en el presente por sus familias o que guardan extrañas lealtades con quienes fueron sus parejas. Es decir, gente a la que se le aplica el prejuicio social por encima de las leyes que fundamentan la convivencia. Descubrí que era verdad la existencia de prejuicios en los jueces, cuando en ciertos casos hacían referencia a los salmos de la biblia, en donde se invoca el poder divino de la familia, en lugar de las leyes. O en los casos donde el juez, con el apoyo de un psicólogo, mencionaba como era mejor que los niños estuvieran con la madre. Este espacio es un lugar contra el prejuicio. Las cuestiones que se irán planteando buscan ayudar a comprender aspectos jurídicos relacionados con los asuntos familiares. Sin la pasión y las luchas emocionales que envuelven las cenas navideñas, el cumpleaños del sobrino o los finales de los entierros.
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