¿Cuál desarrollo?

Lun, 28/11/2011 - 00:00
Visión y vocación de país es lo que nos ha faltado en cantidades para encaminarnos hacia el desarrollo verdadero.

Ni antes, ni ahora, hemos hecho lo que toca. Nunca tuvo nuestra dirigencia la ca
Visión y vocación de país es lo que nos ha faltado en cantidades para encaminarnos hacia el desarrollo verdadero. Ni antes, ni ahora, hemos hecho lo que toca. Nunca tuvo nuestra dirigencia la capacidad de identificar que primero que el libre mercado había que desarrollar la industria, pero no la primaria, sino la manufacturera. No es fácil creer que no se percataran de que ese proceso fue el que siguieron varios de los países desarrollados (con su perspectiva económica ya clara, rehuyeron a pactos y a imposiciones externas de líneas de conducta y empezaron por donde correspondía). Un país que siguió ese ejemplo, y cuyo caso ilustra lo que nosotros también deberíamos haber hecho en materia económica, es el de Corea del Sur. Desde los años 60, y a pesar de la inestabilidad política, que incluye varios dictadores, ese país acertó en la autodeterminación y la orientación sostenidasde su desarrollo (como bien lo señalan Cristina de la Torre en “Lo que va de Corea a Colombia”, elespectador.com, 26 sep. 2011, y Guillermo Maya en “TLC ¿Y la agenda interna?”, eltiempo.com, 12 nov. 2011). Optó por construir su economía a partir de la industria del acero, desacatando a organismos multilaterales de crédito que lo conminaban al cultivo del arroz, su ventaja comparativa, según ellos. De manera autónoma, logró direccionar la inversión privada a donde se requería; trazó su plan con protección aduanera selectiva, limitada en el tiempo y con el compromiso de exportar; combinó el aumento de exportaciones con la protección de su mercado interno; puso a los bancos a servirle al desarrollo, y otorgó crédito fácil a la industria. A hoy, los resultados del país asiático no pueden ser más contundentes: desarrolló una industria de alta productividad que genera empleos calificados, en los ramos, textil, siderúrgico, naval, automovilístico, químico y electrónico, que actualmente lo tienen como una nación desarrollada, que clasifica como la economía número 12 del mundo, cuando en los años 50 se equiparaba con varias de las economías latinoamericanas. En cambio, aquí ¿cuestionar imposiciones? Ni soñarlo. No somos coreanos. No nos digamos mentiras; por esa costumbre, nuestras ventajas comparativas fueron convenientemente determinadas por la aplanadora industrial de Estados Unidos. Es el caso de la minería y de algunas alternativas agrícolas que nos está permitido explotar, las cuales se ubican dentro de esa economía primaria, que, por definición, es de baja productividad, paga bajos salarios, y tiene altos costos ambientales. Ni hablar de su sostenibilidad, marcada por la oscilación de precios y la agotabilidad de los recursos naturales. Por ahí, por bien que nos vaya, obtendremos crecimientos variables pero nunca el desarrollo. Mientras tanto, el público se contenta con ese entuerto: que le hablen todos los días de crecimiento económico como si fuera desarrollo; economistas (públicos y privados) que defienden el modelo impuesto sustentan, con arrogancia y hablado rebuscado (que acentúan su desdén por el país) los beneficios que tendremos (¿?); Los inversores, con tal de poder invertir y de obtener utilidades en los negocios habilitados por el libre mercado no tienen el más mínimo interés en revisar si esas actividades son las que más le convienen al desarrollo del país; y la gran mayoría de la gente, ignorante de estas realidades,vive embrujada por la propaganda del gobierno y el fuera de papel de los medios de comunicación. Es por eso que no haremos los grandes proyectos con la visión, los plazos, las especificaciones y los costos que se requieren; que los pocos empleos que se generarán seguirán siendo mal pagos, de mala calidad y con alto grado de informalidad. Y que, por más efecto del bulto de las cifras oficiales, tampoco se podrá rebajar ostensiblemente la desigualdad, la inequidad y la pobreza reinantes. Por el camino que escogimos no es la cosa.
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