El escenario político actual resulta bastante interesante. Se aproximan las elecciones y hay división tanto en el Santismo como en el Uribismo. De un lado, existe una unanimidad en el apoyo a la reelección del presidente Santos, pero se visibiliza una fuerte tensión entre los partidos de la coalición. En la otra orilla, hay también un respaldo al unísono al presidente Uribe pero se prevé una aguda división al interior del Uribismo. Esto no es más, que un reflejo de una gran crisis ideológica, en donde se tiene más esperanza en dos personas que en los ideales que ellos mismos representan. La verdad es que ni en Uribe, ni en Santos, se pueden agotar las posibilidades de consolidar un mejor Estado.
Cuando los ciudadanos dan más importancia a la defensa de sus convicciones, el libre debate de las ideas permite que se generen múltiples liderazgos y se enriquezca la política. Todo lo contrario pasa cuando se anteponen las personas a las ideas, en este caso se corre el gran riesgo que cuando al líder le va mal, fracasan junto a él los ideales colectivos. El fortalecimiento de las ideas, permite que nuevos liderazgos florezcan; mientras que el robustecimiento de la figura de un líder en particular, puede conducir a que las convicciones se desvanezcan a lo largo del tiempo. No podemos negar que los liderazgos son definitivos en la realización de los objetivos primordiales del Estado. El gran problema radica en considerar a líder como un fin en sí mismo y no como un medio para lograr ese fin. Si un ciudadano concentra sus esfuerzos en hacer realidad sus ideales políticos, hace parte del cambio. Mientras si se limita a defender la gestión de determinado individuo, está delegando toda responsabilidad de cambio en la persona del líder. Ignorando por completo que la única forma de lograr cambios de fondo, son las acciones individuales empeñadas a realizar un objetivo común. Las tesis anteriores se ven reflejadas de la forma más clara en la lamentable crisis ideológica de los partidos políticos. El partido conservador, está esperando hasta el último momento si acompaña al Uribismo o al Santismo en las próximas elecciones, prescindiendo de cualquier clase de ideario político. El partido liberal, Cambio Radical y la U, se están concentrando más en la reelección del del presidente Santos que en el futuro de la paz. A los verdes y a los progresistas les divide más la figura de Navarro o de Peñalosa , que sus planes programáticos. Si un aspecto fundamental de las democracias más maduras es la existencia de partidos políticos fuertes, donde los copartidarios se unen en torno a compartir visiones de la realidad, principios, valores, proyectos y objetivos comunes, podríamos atrevernos a afirmar, que los partidos que se limitan única y exclusivamente a debatir acerca de la viabilidad de los candidatos, terminan siendo estos mismos inviables. En estos momentos pareciera que los partidos y el pueblo se deben a los líderes, siendo que lo lógico, es que los líderes se deban a su pueblo y a su partido. La paz no puede depender de la popularidad de Santos. Por más que el presidente sea el principal gestor y líder de esta iniciativa, el derecho a la paz nos pertenece a 44 millones de colombianos. Sería un gravísimo error considerar la búsqueda de la paz como una política de gobierno y no de Estado, que dura solo mientras esté vigente el presidente que la concibió.Cuando los liderazgos pesan más que las convicciones
Sáb, 28/09/2013 - 14:27
El escenario político actual resulta bastante interesante. Se aproximan las elecciones y hay división tanto en el Santismo como en el Uribismo. De un la