El lapsus patriótico-académico de Shakira y la Cartagena de las indias esas que corrompieron a los gendarmes de Obama y elevaron a una puta cara a la categoría de chica playboy, mientras la noticia era secuestrada por quienes creían que la heroica había quedado como un cúbito dorsal por cuenta de una vieja cula, como diría Alberto Casas, o de una puta barata como dicen las que saben, dejaron la cumbre borrascosa de las Américas, como un derroche no sólo económico, al decir de Uribe y su Twitter, sino de sexo, farándula, amarillismo, desfachatez y ramplonería, para seguir con las palabras del periodista de marras en cachacolandia.
La hojarasca de crónicas sobre la muerte de una puta triste y sin memoria, y la anunciada aparición de una estrella del jet set, da cuenta de una nueva página macondiana donde los aspirantes a coroneles gringos encontraron quién les escribiera la otra noche en Cartagena, con olor a pescao, tufo a Muelle de los Pegasos, sonido de osterizer con jugo de níspero y color de fritura de arepaehuevo, sobre su tarde de perros y su noche de perras, como si fuera el último viaje de una tripulación fantasma.
En la Casa Blanca siempre se recordará que su guardia pretoriana tuvo que pasar una mala hora después de un muy buen rato. Como cantaría Adamo en su gran noche, bailaron con chicas que estaban muy bien que a uno lo ponen mal. Y sobre la arena de Cartagena, los luceros y la luna se acordarán de esos señores de mandíbulas grandes, que cuando son mayorcitos se visten de turistas, con romance incluido y en los clubes nocturnos, después de algunas copas, se sienten inspirados, en la narrativa de Piero.
La increíble y triste historia de la cándida Dania y su madre desalmada dejaron ver una realidad sobre la prostitución y el turismo que casi nadie desconoce pero que todo el mundo finge escandalizarse, en honor al realismo mágico colombiano de diálogos sin el espejo y del tiempo perdido en el mar. Esa aventura erótico misional de funcionarios viajeros que buscan zonas rosas artificiales y ojos de perras azules en cada ciudad, al lado de cada centro de convenciones.
Los cuentos peregrinos que nos narró Dania dos prazeres sobre sus tiempos de amor y de cólera con el escolta gringo, gracias a la audacia periodística de Julio, que hizo su agosto sin espantos, con alguien que sólo vino a hablar por teléfono, evidenciaron que la cultura del dinero fácil y de la buena vida heredada de la narcoomnipotencia supera de lejos la ficción de las tetas y el paraíso y de la muerte constante más allá del amor, en este Macondo del Sagrado Corazón de Jesús y María Santísima.
Esa noche de los alcaravanes, mientras alguien desordenaba las rosas de Juanchomán, el del gobierno bueno vendedor de milagros y de casas en el aire, se le petaquiaron el relato al comandante general en su laberinto de la reelección, en medio de su naufragio en las encuestas, que si se descuida lo pueden dejar como el ahogado más hermoso del mundo. Él trataba por todos los medios y con la ayuda del tiempo de demostrar que en este pueblo no hay ladrones y que gracias a la prodigiosa tarde de Baltazar (¿Garzón?) a Uribe no le queda más remedio que la tercera resignación.
Ahora la pobre viejota Dania ya no tendrá recuerdos de cuando era feliz e indocumentada en Macondo sino que se comportará como una dama fiel representante de Ublime, ese país imaginario que nace con pies descalzos, curiosamente con la U y sin la S. Y que necesitará un novel periodista del Universal de Cartagena que retome sus crónicas sobre este golpe a los gringos, ya que el patriarca de la literatura colombiana descansa en su otoño y este tipo de relatos de escándalo, como cantaría Rafael, no le seducen para saber de la mujer que llegaba a las seis, un día después del sábado o por la siesta del martes porque la vida que lleva Dania, como la de tantas de nuestras putas tristes, hay que vivir para contarla, un día de estos.
Los interminables momentos no bastaron para pasar el sofoco que provocó la santa que se alquilaba para soñar y luego se limitaba a desearle buen viaje al señor presidente que se iba en busca de otra China y otro metarrelato, allende los mares. Solo hay que hacer votos para que no se pierda semejante esfuerzo por educar ese hijo de Dania, la gran hija de esa grande mama, que cree que el amor se vende caro porque la mujer se debe valorar, y para que no termine en los funerales de una profesión en la que ya llevan más de cien años de soledad entre la multitud que comercia con su amor. Aquellas mujeres que hoy inspirarían otro vallenato de Jorge Oñate, o la segunda parte de Mujer Marchita. Esas tristes damas que acompañan extranjeros y curan la amargura de los sonámbulos para quienes cuando va a comenzar la noche comienza su día.
Y cómo la luz es como el agua, también hubo de comprender la memoria de Shakira que se fue por la libre, versión, y no recordó la letra del otro Rafael, el cartagenero que quiso rendir homenaje al cese de la horrible noche, como si intuyera el surco de dolores que vivirían Dania y su madre que ya parece germinar en bienes. Sin mucha parafernalia, la cantante colombiana nos dejó un mensaje ubliminal. Aunque ella no vino a decir un discurso, sí hizo una cumbre silenciosa, con empresarios colombianos a quienes comprometió con el futuro de los niños de su país, llámese Ublime o Macondo.
PD: Ojalá el verano feliz de la señora Suárez y de su hija puta no esté en el guión de un señor muy viejo con alas enormes, garras ocultas y sombrero de mago, que pueda estar pensando en torpedear otra reelección, en las Américas, la del negro que hizo esperar a los ángeles y desesperar a los arbustos, republicanos.
De la libertad de Ublime y otros demonios
Jue, 17/05/2012 - 09:01
El lapsus patriótico-académico de Shakira y la Cartagena de las indias esas que corrompieron a los gendarmes de Obama y elevaron a una puta cara a la categoría de chica playboy, mientras la noticia