Que en una sociedad como la colombiana, corrompida de pies a cabeza, de la derecha a la izquierda, de lo público a lo privado, existan debates sobre temas morales parece algo normal y lógico. El problema es que, en medio de la peor crisis de valores de nuestra historia, todos sean pontífices de la inmoralidad.
Los recientes eventos lamentables ocurridos con colombianos en Rusia plantean con claridad el clima ético de nuestro país. Hay dos grandes líneas de argumentación. Están los primeros, los que arguyen que “el que esté libre de toda culpa que lance la primera piedra”.
Es la posición relativista en la cual nadie debe acusar ni criticar puesto que nadie está o ha estado exento de fallar. Como todo ser humano es imperfecto, mal hacemos en criticar a otros con los que compartimos las mismas debilidades. ¿Quién no se ha pasado de tragos y ha cometido errores? ¿Quién no se ha burlado de un extranjero? Como todos somos culpables lo mejor es quedarnos calladitos.
Están también los que justifican lo ocurrido en Rusia con el argumento de que hay otros colombianos mucho peores y que por lo tanto no debemos juzgar a quienes han cometido faltas comparativamente menores. ¿Cómo podemos condenar a quienes se pasan de tragos cuando en Colombia tenemos violadores de los derechos humanos en el Congreso? ¿Cómo condenar a un compatriota si los del Odebrecht o el proceso 8000 andan libres y orondos?
Las dos posiciones son producto de nuestra profunda confusión moral. Que todos seamos pecadores no quiere decir que el pecado deba ser tolerado. Que existan otros más malos no quiere decir que lo malo que hacemos esté bien.
En el fondo las dos posiciones están de acuerdo en justificar lo que debe ser condenable y por lo tanto promueven la impunidad. Si solo los santos pueden juzgar a los mortales debemos renunciar a la idea de la justicia terrenal porque todos somos imperfectos. Si debemos excusar a los menos malos con el argumento de que hay otros más malos, entonces renunciemos al principio de graduación de las conductas.
En el fondo lo que nos resulta imposible de aceptar es el principio de la responsabilidad de nuestros actos. Que un colombiano introduzca de contrabando alcohol en un lugar prohibido está mal y es reprochable. No importa si otros miles de colombianos lo han hecho. Que un colombiano abuse de la inocencia de una extranjera está mal y no importa que Santrich haya hecho cosas mucho peores.
Es así de simple. Lo demás son falsos debates morales para justificar lo que es injustificable.
Debates morales
Mar, 26/06/2018 - 06:25
Que en una sociedad como la colombiana, corrompida de pies a cabeza, de la derecha a la izquierda, de lo público a lo privado, existan debates sobre temas morales parece algo normal y lógico. El pro