Uno de los ejemplos más notables de voluntariado cívico es el ejercicio de la veeduría y en general del control social. Por su naturaleza éste comporta, presupone e integra elementos extremos como son análisis, evaluación, recaudo de pruebas, cotejo de fuentes, valoración de hallazgos, connotaciones legales, acciones posibles, y un proceso de redacción o argumental donde termina el informe, y el arduo seguimiento mismo a este proceso, que a su turno implica la revaloración de la espiral anterior.
Lo que resulta aun más complejo no es el entorno valorarativo propio del ejercicio veedurial sino el escenario polémico y riesgoso donde se ejerce dicho control social desprovisto de garantías reales para su ejercicio efectivo y su sostenibilidad logística, pero sobretodo, de sobrevivencia física.
Son los veedores quienes le han dedicado no solo su esfuerzo sino su vida en una brega por defender lo público por su propia cuenta, riesgo y responsabilidad, a diferencia de otros grupos de presión. Los veedores no reciben ningún ingreso ni apoyo, en otras palabras pagan no solo por servirle al país, sino por la más de las veces poner “la carne – esto es su propio pellejo- en el asador”, y en no pocas veces anónimamente perder tamaña apuesta.
Pero la pregunta que sigue es ¿cuánto tiempo de servicio cívico le aporta a su comunidad y de suyo al país un veedor? La respuesta no es fácil. La mayoría ocupa no menos de media jornada laboral diaria, aporta los recursos de transporte, y su propia logística personal –papelería, correo, servicio telefónico- como sede tiene y dispone de su propia residencia, su trinchera personal.
Son cuando menos 180 días laborales al año, sin contar las horas extras, los interminables fines de semana, y de trabajo extra nocturno…siempre en disponibilidad reconocida por lo colectivo. Y de estos abnegados ciudadanos y ciudadanas mal contados hay no menos de dos o tres en cada municipio, para contar por lo bajo, en ciudades intermedias y capitales donde esta tasa aumenta sustancialmente. Uno termina contando en este ejercito de baluartes no menos de 10.000, que representan no menos de 5.000 jornadas laborales, esto es una cifra muy superior a las 40.000 horas de voluntariado agregado por año, labor que si se pagara en salarios mínimos sería no menos de 20 mil millones de pesos.
Sin embargo, la función preventiva de dicha gestión, así como la correctiva supone hallazgos y defensa tutelar de recursos por mas de 20 billones de pesos, sin tener en cuenta los casos de gran impacto, y hallazgos propios que no fueron detectados ni por los órganos de control ni por el aparato judicial cuyo costo es decenas de veces superior.
El país celebra la Constitución del 91 en su segunda década de vigencia, pero nunca antes había estado más lejos de la promoción de la participación ciudadana independiente y autónoma. El Estado en general piensa que promover la participación ciudadana es dictar seminarios, conferencias con recursos que solo alimentan a consultores privados, y que no generan, ni están diseñados para promover procesos de participación sostenibles.
El único instrumento de participación ciudadana realmente cívico son aun las veedurías, que demandan un régimen de autocontrol, más estructuración, un código de ética más visible, pero como el mismo no es apéndice de ningún partido o movimiento político, ni proselitista, como ha mostrado una capacidad sin precedentes, en lugar ser promovida por el Estado, ha sido abandonada a su propia suerte, bajo el errático punto de vista de que el silencio ciudadano beneficiará el control de lo públicos no solo por los ineptos sino por los corruptos; esto es, sobre la base de un país de exclusión al servicio de las minorías bajo el cielo común de la impunidad.
Solo quienes entiendan la perversidad de tal ejercicio podrán redireccionar este histórico empeño ciudadano como un frente común de construcción y servicio a favor de lo público. Solo servidores e instituciones públicas y/o empresa privada que comprendan la magnitud e importancia de dar un paso adelante se comprometerán no demagógica sino efectivamente, y competirán sanamente en el propósito de contribuir en la promoción y estimular la participación ciudadana, un voluntariado organizado, el control social y los espacios de veeduría ciudadana como un todo: del control social al voluntariado integral, donde la denuncia y la vigilancia sean solo un componente del ejercicio continuo y extendido de solidaridad real.
Del control social al voluntariado integral
Dom, 12/06/2011 - 01:47
Uno de los ejemplos más notables de voluntariado cívico es el ejercicio de la veeduría y en general del control social. Por su naturaleza éste comporta, presupone e integra elementos extre