Como dicen algunos, es un ensayo lleno de desencanto más que una novela. Otra reflexión en tiempos de indignados y marchas diversas, sobre la caída de occidente. El mapa y el territorio publicado por Anagrama en español y ganador del Premio Goncourt 2010, el duro relato de Michel Houellebecq, no es una obra maestra porque combine con admirable soltura novela negra, narración de personajes y un intenso drama familiar. Lo es, asegura Rafael Carmona, porque lanza una mirada lúcida, completa e inédita sobre la sociedad que nos rodea. Esa mirada abarca a la economía pública y privada, al mercado del arte, las consecuencias de la globalización y, sobre todo, al tema central de su autor, repetido de manera obsesiva a lo largo de toda su obra: la manera en que el capitalismo moderno modifica las relaciones humanas.
Vivimos un período ideológicamente extraño en el que todo el mundo en Europa occidental parece convencido de que el capitalismo está condenado sin que por ello los partidos de ultraizquierda consiguieran reclutar a alguien más que a su clientela habitual de masoquistas huraños. Un velo de cenizas parece haber envuelto los ánimos, dice Houellebecq en el epílogo. Voz crítica que desentraña las claves de escritura de la novela.
Los capitalistas quieren ser retratados, filmados, mediatizados, mientras en la calle la estupidez fluye por doquier, a borbotones, mientras el tejido se desangra en una ilimitada fiesta que observamos desde charlas ridículas en restaurantes, galas del famoseo y patéticas actitudes que caracterizan nuestro período histórico. La forma sobre el contenido, la palabrería sobre todas las cosas.
El arte postmoderno está al centro del debate y de la trama porque el protagonista Jed Martin, que antes de ser fotógrafo fue dibujante, después pintor y filmador, es el símbolo del artista de ese mundo olvidado de la dignidad humana en el cual la especulación con el arte se ha vuelto desordenada y frenética. Jed pintó al escritor francés Michel Houellebecq, con numerosos enemigos literarios. Houellebecq es asesinado de manera brutal. Significativo recurso: el autor se mata a sí mismo.
La novela recorre la vida de Jed Martin, las búsquedas y obsesiones casi místicas del hombre que se inició fotografiando los atlas Michelin; que nunca olvidó a su amante Geneviève; que se enamoró de Olga pero fue incapaz de vivir con ella. Jed con una madre suicida y un padre arquitecto, Jean Pierre, admirador de William Morris y los prerrafaelitas. Morris, el fundador de la Liga Socialista, rechazó la producción industrial en las artes decorativas y la arquitectura, y propugnó un retorno a la artesanía medieval, considerando que los artesanos merecían el rango de artistas.Jean-Pierre se fascinó conFourier y sus falansterios. El hijo trasladará algunas de esas ideas al siglo XXI.
Después de tener éxito Jeddecide no “producir de nuevo obras de arte destinadas al comercio”. Su obra final, se lee en el epílogo, es una meditación nostálgica sobre el fin de la era industrial europea y, en general, sobre el carácter transitorio de toda industria humana. Las figuritas semejantes a humanos están perdidas en medio de una ciudad futurista que se desmorona para desperdigarse en la inmensidad vegetal. De ahí el sentimiento de desolación que nos produce: los seres humanos se hunden hasta que los asfixian las capas superpuestas de las plantas. El triunfo de la vegetación es absoluto.