El peligro del voto electrónico

Sáb, 21/09/2013 - 15:28
"Votar con computadoras es abrir una puerta grande al fraude.
No podemos dar por supuesto que el fabricante es honesto,

"Votar con computadoras es abrir una puerta grande al fraude.

No podemos dar por supuesto que el fabricante es honesto,

ni que la autoridad electoral es honesta ni que los dos no conspiran juntos"

Richard Stallman

(Especialista de seguridad informática)

Es erróneo creer que basta con que una tecnología funcione, para que sea apta, idónea y sin mácula en su uso. Llena está la humanidad de invenciones tecnológicas que bien hacen sus pruebas en laboratorios, en ambientes artificiales no viciados, libres de polución y que cuando salen a la vida real, enfrentándose a parámetros no asépticos, dejan de funcionar y se convierten en lo contrario de aquello para lo fueron inventados. Dista mucho la teoría pura y los ambientes experimentales de la praxis que nos impone lo diario.

No procede descalificar la tecnología, es debido a sus avances que, integrados a nuestro existir, tenemos hoy una vida más cómoda y con mayor prosperidad; sin embargo, las nuevas invenciones deben ver la luz del día sólo cuando estén libres de generar mayores problemas que atenten contra la salud, el bienestar, la democracia o la libertad.

Tal es el caso del voto electrónico que funciona bien desde el punto de vista informático, pero que no logra resolver el enorme problema de garantía total de la confidencialidad del votante. Es decir, se deja huella de la identidad de un elector asociada a su decisión de voto, y esta puede ser conocida por otros, en particular por entidades del Estado que pueden llegar a discriminar o recompensar a un ciudadano en función del voto que emita. Voto libre y secreto es el sacrosanto principio que está de por medio y que a toda costa se tiende a preservar. Vale la pena preguntarse por qué este principio es deseable, establecido y protegido por reglamentaciones universales. La respuesta es simple, es que en ello radica buena parte del principio democrático: un elector debe tener libre escogencia, sin presiones, ni prebendas, ni temor a represalias por su decisión expresada en las urnas. Por eso mismo cualquier atentado a ello es reprochable y debe ser punible. No hay duda que los sistemas de voto electrónico en sus diversas modalidades y marcas de fabricantes poseen algunas ventajas sobre el voto manual, es decir el voto en una papeleta; enumeremos algunas: • La posibilidad de votar a distancia a través de internet sin desplazamiento hasta un puesto de votación. Lo que acarrearía un porcentaje mayor de participación. • La contabilización rápida (inmediata) del escrutinio definitivo. • La reducción de costos del papel, que es también un ahorro medioambiental. Sin embargo la lista de desventajas es amplia y desmotivadora, veamos: • La falta de transparencia respecto al voto convencional. • El elevado costo de la tecnología involucrada en el proceso (máquinas electrónicas, computadores, equipos de conectividad, costos de conexión, fluido eléctrico, etc.) • La dificultad de manejo por parte de adultos mayores y de personas de escasa educación. • Los eventuales fallos de los elementos tecnológicos involucrados. • Las posibilidades de sabotaje de la red eléctrica y de los diferentes equipos. • La falta de certeza de la veracidad de resultados del software utilizado. ¿Cómo garantizar que esté libre de errores o de código malintencionado que arregle las cosas según los intereses del proveedor o del Estado comprador? • Las amplias posibilidades de “hacking” a la red para interferirla y alterar los resultados. • Los problemas de seguridad de la información electoral. • La complejidad del transporte de estos equipos delicados a través de una infraestructura vial deficiente e insegura como la colombiana. • El elevado costo de los equipos, así como de la implementación del sistema integral. • Los altos costos de bodegaje de los equipos. • La rápida obsolescencia de los equipos y las soluciones informáticas. Por lo anterior y muy particularmente por la deficiencia en la confidencialidad del voto produce escalofrío cuando Colombia avanza en la implantación de tal sistema. Más aún a sabiendas de que existe la Ley 892 de 2004 que ordena al Gobierno establecer el voto electrónico antes del 2009, además del artículo 39 de la Ley 1475 del 2011 que reitera dicha obligación y dispone que en ningún caso el término excederá su plena instrumentación más allá de las elecciones para Congreso del 2014. Por fortuna, esto no se ha cumplido. Y así lo han entendido ya varios países, en particular los europeos; por ejemplo, Alemania decidió volver al papel luego de probar el sistema electrónico y mediante una decisión normativa su Corte Suprema declaró que el uso de urnas electrónicas es inconstitucional. Holanda también decidió dejar de usarlas arguyendo que no ofrecían suficiente seguridad al derecho de voto secreto. Bélgica desechó también esta idea, e Irlanda abandonó el sistema después de una inversión de 50 millones de euros. No tenemos, en modo alguno, necesidad de copiar el triste caso de Venezuela, en donde el fallecido comandante se jactaba, y sin empacho decía que su país bolivariano gozaba del sistema de votación “más moderno del mundo”; resultó ser el sistema electoral más viciado y turbio del planeta, con el cual el chavismo trampeó las últimas elecciones presidenciales. Maduro, el “ganador”, logró conocer quién votó por quién. Este personajillo que narró la fábula del pajarito chavista, la multiplicación de los penes, la mediación celestial de su finado comandante en la elección del nuevo papa, a los millones y “millonas” de ciudadanos, así como otras deplorables perlas, con esa misma sapiencia afirmó conocer el sentido en el que votó cada uno de los venezolanos en los comicios del pasado 14 de abril de 2013. La frase fue una amenaza menos que velada a sus detractores. De que desconfiarse de tal gobernante y de tales sistemas que permiten esta prevaricación. Tiende a confundirse el voto electrónico con la identificación biométrica (ie. huella digital, iris ocular) del votante, característica que es ampliamente deseable para la identificación fehaciente del votante, de manera que se eviten suplantaciones, resucitación de personas fallecidas y otros fraudes de identidad. En los sistemas electrónicos de votación el énfasis está puesto en la identidad del votante y la celeridad en la obtención de los resultados finales, mas no en la implementación de la democrática noción de voto secreto como lo ordenan las Constituciones. Entonces, Cautela Extrema, no juguemos con candela hasta tanto no tomar todas las precauciones; los sistemas electrónicos, en su estado actual, convierten el sufragio en (¿más?) manipulable. Nuestro país aún no ha podido superar la problemática de la compra de votos y otros nefastos tejemanejes, no necesita de un problema adicional. Vade retro Satana.
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