Como si se tratara de un niño armando un pesebre, el presidente Santos nos quiere hacer creer que hay Buen Gobierno cuando se aumenta el número de figuritas colocadas sobre este típico escenario navideño. Figuritas que no sirven para nada, no tienen capacidad de resolver problemas, pero eso sí, adornan mucho.
Acompañando a la Virgen María y a San José, el niño Santos le está abriendo espacio a un montón de burócratas en el pesebre colombiano. En el cielo, adornando el espectro donde brillaba sola la todopoderosa Comisión Nacional de Televisión, ha colgado cuatro angelitos con los que pretende reemplazarla. En lugar cambiar ese cuerpo celeste, corrompido e ineficiente, por una verdadera estrella de Belén que alumbrara la política de las comunicaciones, nos presenta una legión de diablitos disfrazados de arcángeles, que ocuparán más espacio, crearán más nómina, pero harán lo mismo que el diablo anterior: ¡nada! O, para ser justa, harán cositas pero en beneficio propio.
A la rimbombante Comisión Nacional de Televisión, la ha reemplazado por cuatro, óigase bien, cuatro entes nuevos: la Comisión de Regulación de Comunicación (CRC), la Superintendencia de Industria y Comercio, (que ya existe pero le agregan nuevas funciones, lo que en lenguaje oficial significa aumento de nómina), la Agencia Nacional del Espectro y la Autoridad Nacional de Televisión.
Para la rama judicial, otro lado del pesebre que Santos arma con primor, está diseñando con el Congreso una reforma a la Justicia que no va a suprimir nada, ni siquiera el detestable Consejo Superior de la Judicatura. No, allí también se aumentarán las legiones pues habrá que fortalecer la judicatura, lo que nuevamente significa más burocracia, se crearán otras altas cortes para juzgar a los privilegiados, llamados eufemísticamente aforados y así, a los congresistas y a los militares les dará lo que siempre han anhelado, una justicia propia, mientras que al pueblo, esos simples pastores que vivimos a la intemperie esperando ingenuos la llegada del mesías, nos dejan en las mismas, con una justicia empantanada y débil.
Las reformas en nuestro pesebre no terminan allí, están en proceso los reemplazos de la Dirección Nacional de Estupefacientes, la reestructuración de las corporaciones autónomas, las estructuras de los nuevos ministerios y las altas consejerías presidenciales. Todas y cada uno de estas dependencias está siendo remodelada para cambiar los nombres en las nóminas oficiales, aumentar oficinas y designar directivos. Al final tendremos un pesebre renovado, muy colorido, altamente congestionado e igualmente inútil.
El sentido del buen gobierno en el pesebre del niño Juan Manuel, parece reducirse a algo muy simple: un burócrata feliz y bien remunerado para cada problema. El problema seguirá intacto pero la ocupación aumentará para orgullo del Ministro de Hacienda que con cada nuevo cargo puede ir bajando la cifra del desempleo.
Las reformas en la Justicia, en la Comisión Nacional de Televisión, en estupefacientes o en las consejerías, o en cualquier otro órgano oficial, son mero adorno, nada de fondo, porque los problemas no se resuelven cambiando unas instituciones por otras en un desorden conceptual, de jerarquías y de modelo estratégico, sino actuando, tomando decisiones y enfrentando retos.
Pero como estamos en Navidad, no hay que ser negativos, hay que abrigar esperanzas de prosperidad, justicia y paz. Vamos a cantar un nuevo villancico en la novena de hoy para implorar con humildad: “Pastorcillos del monte venid, pastorcillos de valle llegad, que la redención prometida, ya vendrá, ya vendrá, ya vendrá.”