Cien días completa el Presidente Santos en ejercicio de su segundo mandato. El panorama es apocalíptico para el gobernante, por decir lo menos. Los altos costos económicos y políticos de la reelección le están pasando una impagable factura a un Santos cada vez más debilitado, errático, rehén del proceso de paz y desconectado de la realidad. Si así pinta la cosa al comienzo, en un par de años asistiremos al acabose, y no exagero.
Si Santos I fue un vertiginoso y accidentado camino, Santos II será una catástrofe de dimensiones bíblicas, con las siete plagas de Egipto incluidas. La falta de liderazgo del presidente y el hecho de que haya tanto “cacique” mandando en el Gobierno, trabajando en causa propia, auguran una inevitable implosión, que terminará minando la gobernabilidad del Presidente. Vargas Lleras, Simón Gaviria, Néstor Humberto y compañía dirigen sus propios equipos y están lejos de ser simples estafetas del poder.
El Presidente sabe que este manicomio pronto se le saldrá de las manos por completo y por eso ha hecho todas sus apuestas al proceso de paz, que, a la postre, puede ser la diferencia entre ejecutar un buen mandato o uno terrible e irrecordable. No hay puesto para tanta gente, el caldero del presupuesto está “raspao”, los contratos fueron hipotecados y la voracidad de los políticos no tiene límites. Esta es una situación que Santos no podrá sortear, porque físicamente no hay cómo hacerlo. El tanque de oxígeno que necesita es un acuerdo de paz; en el entretanto, la diáspora de senadores y representantes que se sienten traicionados por la falta de la “mermelada” prometida, se está gestando.
Presionado por la dura realidad de la política colombiana y asfixiado por el yugo de sus alianzas con “tirios y troyanos”, en pro de la reelección, Santos ve en la paz su tabla de salvación, pero se equivoca al hacer tan evidentes sus deseos. Tiene razón, eso sí, al pensar que la paz hará la diferencia. Lo que ocurre es que, desde que “mostró el hambre”, las FARC se han aprovechado y han abusado del Presidente y del país al punto de la humillación y pretenden una negociación que solo beneficie a esa guerrilla. En otras palabras: las FARC saben que tienen a Santos en sus manos y harán con él lo que les de la gana. ¿Olvidó Juan Manuel jugar al póker?
No ayuda a evitar la debacle en ciernes el hecho de que el Presidente sea tan miope al momento de leer al país y comprender sus necesidades. Mientras Santos estaba de gira internacional por la paz (primero hay que firmar la paz) de la que por cierto solo trajo anuncios etéreos, en Colombia se agudizaba el paro judicial, arreciaban los ataques terroristas, la inseguridad se disparaba, la pobreza no cedía y el sistema de salud continuaba siendo saqueado por los mismos de siempre. A pesar de ello, el imperturbable inquilino de la Casa de Nariño sigue muy tranquilo y orondo sin comprender aún que, literalmente, está sentado sobre un barril de dinamita en la plaza de Magangué a las dos de la tarde.
Santos, según las últimas encuestas, solo cuenta con un 40% de favorabilidad, frente a un nivel de desfavorabilidad del 56%. La gran mayoría de los encuestados está insatisfecho con la gestión del Presidente, al tiempo que un 67% opina que no ha cumplido con lo que prometió. Pasa el examen en materia internacional y económica.
Oscuro presente y futuro tiene por delante el Presidente. Se ganó con la reelección la “rifa del tigre”. Antes había comida para darle al animal, pero hoy la escasez campea y la fiera no tendrá otra opción distinta que comerse a su amo. Solo le queda una salida a Santos: decirle al tigre, cuando vaya por él, que el no es “Juanma” sino “Juampa”.
La ñapa I: Valiente la Ministra de Educación al intervenir la Universidad San Martín. La educación no puede ser una mercadería.
La ñapa II: Jesús Ferro Bayona ha sido designado como miembro de la Academia de la Lengua. Merecido reconocimiento para un intelectual y educador sin par.
abdelaespriella@lawyersenterprise.com
El Presidente en su laberinto
Dom, 16/11/2014 - 17:32
Cien días completa el Presidente Santos en ejercicio de su segundo mandato. El panorama es apocalíptico para el gobernante, por decir lo menos. Los altos costos económicos y políticos de la reelec