Lo digo con tristeza: Gustavo Petro me ha decepcionado. Y lo digo con tristeza pues pensaba que el nuevo alcalde de la capital iba a romper con el pasado que postró a la ciudad en la peor crisis de su historia. Como bogotano que soy, quiero que a la ciudad le vaya bien y salga del marasmo en que la dejó el Polo Democrático. Aún guardo la secreta esperanza que el burgomaestre me sorprenda y haga un gobierno que vuelva a poner a la ciudad en una onda de progreso.
Algunos dirán que pasados veinte días de mandato es injusto exigir resultados. Pero también es cierto que en política las primeras señales que se envían suelen ser definitivas. El gabinete fue una primera decepción: bien flojo en su composición para la magnitud de los problemas que enfrenta la ciudad. El estilo de gobierno tampoco me parece eficiente. Hasta el momento mucha retórica y simbólica pero poca ejecución. Parece ser que el nuevo alcalde quiere gobernar por sondeos. Lanza ideas en los medios y, dependiendo de la repuesta de la opinión, corrige el tiro. Ya parece haber cacofonía entre los anuncios fuertemente cargados de ideología del alcalde y las precisiones de los altos funcionarios distritales que son más conscientes de las restricciones legales y presupuestales. Me preocupa de sobremanera el populista anuncio de construir vivienda sobre los terrenos destinados a la Avenida Longitudinal de Occidente (ALO). Si persiste en esa locura, el futuro urbanístico de la ciudad quedará fuertemente comprometido. Y lo de los toros y la prohibición del porte de armas legales son típicos anuncios demagógicos para darse vitrina mediática pues el alcalde no puede prohibirlos ni en el fondo son asuntos trascendentales para una ciudad que tiene tantísimos problemas mayores.
En lo que Petro ha sido innovador es en crear la figura de Vicealcalde. Yo no voté por Petro pero los que lo hicieron deben estar felices pues, como en las promociones, “votaron por uno y recibieron dos”. Antonio Navarro se perfila como el hombre clave del gabinete puesto contrasta su experiencia y prudencia con los desatinos de Petro. Sin duda los años en la alcaldía de Pasto y la gobernación del Nariño le han dado a Navarro una visión de la política mucho más realista y eficiente que la que tiene el nuevo alcalde. Petro no cuenta con ninguna experiencia administrativa. Su actitud política es beligerante y se acopla mejor a la oposición que al gobierno. Poco es lo que sabe de administración pública y de los problemas institucionales reales que implica la gestión de presupuestos y programas. Navarro en cambio, está rodado en esos temas y tiene una actitud personal menos agresiva. El secretario de Gobierno es mucho más que un miembro más del gabinete pues su autoridad y experiencia pesan mucho más que el de las grises figuras que lo acompañan en la dirección de la ciudad. Ya se nota que sobresale entre los demás.
Además Navarro no esconde sus ambiciones presidenciales. Su traslado a la provincia le permitió evitar el desgaste de la crisis ética y política del Polo. Su regreso a Bogotá es un reencuentro con la política nacional. Si lo hace bien, sin duda será una figura con posibilidades en el 2014. A eso le está apuntando y en el vacío de liderazgo de la izquierda colombiana puede ser una figura que recoja simpatías. Si además le ponen detrás la maquinaria burocrática de Bogotá, Navarro podría ser el primer presidenciable de la izquierda con poder real. De Vicealcalde podría aspirar a enfrentar a Santos. Amanecerá y veremos.