El “exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, política o nacionalidad” es la definición exacta que da el diccionario de la Academia Española para la palabra genocidio. Y se han perpetrado muchos a lo largo de la historia, siempre sobre oscuros pretextos... El de los nazi contra los judíos, dizque por razones económicas. O el de Stalin sobre su propio pueblo, para sostenerse en el poder y mantener contra toda lógica su carrera armamentista y un énfasis industrialista que aparentara progreso ante el mundo. Pues bien, el de Venezuela es de esa estirpe, Estalinista, porque lo que Maduro y los chavistas están presidiendo en Venezuela es un genocidio de proporciones incalculables contra los venezolanos.
El genocidio empezó buscando asfixiar a la oposición, pero en la trampa del saqueo chavista a los recursos del estado y el asalto de los cubanos al botín petrolero, los chavistas, atribulados por un absoluto desconocimiento de las más básicas nociones de economía, aniquilaron su capacidad generadora de riqueza y ahora se están comiendo el piso y las paredes de la casa. Pero ya no alcanza para todos, solo para el régimen y sus protegidos. Todo escasea en Venezuela, aun así el gobierno escoge gastar 20 millones de dólares en estúpidos ejercicios militares, para amedrentar, en vez de comprar alimentos y medicinas para los millones que carecen de lo básico y mueren por decenas sin siquiera intentar llegar a los hospitales que saben vacíos y desabastecidos.
La situación es exasperante, como lo relata en doloridas letras la periodista venezolana Maria Angelica Correa, en una narración que se va clavando en el corazón del lector quien no puede dar crédito a que semejante drama suceda en la otrora próspera, moderna, cosmopolita y altiva Venezuela que -sin advertirlo- cayera en manos del comunismo cubano por las veleidades y delirios protagónicos de Hugo Chavez, un anarquista “culebrero” sin derrotero claro, infectado con una vanidad y megalomanía colosal e irremediable.
El derrumbe del precio del petróleo y el fanatismo con que Chavez persiguió al empresariado y a la propiedad privada, resultaron un coctel cuya embriaguez produjo el espejismo de liderazgo latinoamericano en el que murió el Coronel. Pero la resaca dejó yertos, en la ruina absoluta a los venezolanos, que aun no entienden como 900.000 millones de dólares en petróleo vendido en década y media de chavismo, vistos en el espejo de los años reflejan éste panorama terrorífico de niños muriendo, madres desesperadas, ciudades sin agua potable, ninguna comida, y enfermos que se suicidan para que sus familiares no sufran viéndolos padecer por falta de medicinas.
¿Donde está el portento médico, que dice ser Cuba, ante el drama sanitario y de salubridad pública de los venezolanos? ¿Dónde están los médicos cubanos que les mandaron a cambio de miles de millones de dólares en petróleo venezolano que comercia Raul Castro para subsidiar su propio fracaso?
En el crimen de lesa humanidad que se desarrolla sistemáticamente en Venezuela, tienen untadas de sangre sus manos los dictadores cubanos que hipnotizaron a Chavez, entrenaron a Maduro, y montaron un saqueo al que antes fue un bravo pueblo y aúnasí permitió con la complicidad por omisión del hemisferio, el robo sistemático de sus recursos públicos que hoy reposan en obesas cuentas bancarias desperdigadas por el mundo a nombre de testaferros de las hijas de Chavez, Diosdado Cabello, Nicolas y todos sus alfiles en el régimen más corrupto y ratero de la historia de la humanidad.
Sin duda el 2016 se recordará en Venezuela como “el año del hambre y la muerte”. Ya ni siquiera hay saqueos pues no hay nada que saquear, lo que sí hay es hambre física por doquier, y millones de venezolanos en la peor zozobra, confinados al inmenso campo de concentración en el que se va convirtiendo a paso forzado la tierra del Libertador.
El espejo venezolano tiene que servirnos a los colombianos, ahora que las concesiones gubernamentales a las FARC calcan fielmente el modelo chavista. No es casual que todo suceda en Cuba ni que el gobierno de Venezuela sea “garante” -para la guerrilla- de los puntos acordados. Tampoco es casual, sino estrictamente conexo, el silencio complice de Juan Manuel Santos y de la Canciller, intima de Maduro, quien no musita una sola sílaba para condenar el genocidio que acontece en la patria hermana.
Solo Luis Almagro valeroso y solitario alza la voz mientras el resto de la OEA trata de no escuchar a su Secretario General que clama por detener el naufragio humanitario que va causando el tiránico régimen con la complicidad de sus muy corruptas e ideologizadas Fuerzas Armadas y la apatía de los gobiernos del continente.
El chavismo se ha venido suicidando lentamente -sin saberlo- desde antes de morir Chavez. Ahora su dirigencia aprovecha los últimos alientos de la dictadura para robarse hasta la última locha. Son vulgares ladrones, pero su indolencia y codicia los volvió asesinos además, y ya no disimulan. ¿Para qué? Si el llanto de los niños, la muerte y el hambre, les impide cualquier forma de mimetismo.
@sergioaraujoc
