Las malas lenguas dicen que Elizabeth Bowes Lyon, la Reina Madre de Inglaterra, vivió su vida conservadita en alcohol. Al parecer ella, quien murió a los 101 años, comenzaba el consumo de sus amados gin and tonics muy a las 10 de la mañana. Hay biógrafos que afirman que la tierna viejecita vivía a media caña el día entero y que alcanzaba a tomarse hasta una botella diaria del famoso trago. No la culpo, ¡porque qué trago que es la ginebra!
No tengo muy claro el momento exacto en que empezó mi gusto por ella, pero lo que sí sé es que después de haber probado esa exquisitez, ya ningún otro trago me produce la misma dicha. Por simple lógica debió ser en algún momento cerca de mis cuarenta años porque a esa edad la caracteriza la seguridad de saber lo que se quiere y no se quiere; lo que gusta y no gusta y gracias a ese sentido de libertad se es lo que se quiere ser, se vive lo que se quiere vivir y se bebe lo que a uno le gusta beber.
Claramente no todas las personas tenemos la posibilidad, el bolsillo, ni la constitución física de la Reina Madre como para arrancar a tomar trago a las 10 de la mañana y poder desarrollar una vida relativamente normal. Sin embargo, en algunos momentos muy puntuales cuando es posible sustraerse del corre-corre del diario vivir, pocas cosas superan el placer de un buen gin and tonic o un Dry Martini. Además, voy a asumir con responsabilidad un deber que adquirí después de haber leído por sugerencia de un gran amigo, Mi último suspiro, una autobiografía de Luis Buñuel. Gracias a una profusa descripción de su afinidad por la ginebra en el capítulo Los placeres de aquí abajo, supe del Buñueloni, “un simple plagio del célebre Negroni”, el cual ensayaré tan pronto me sea posible y que está compuesto por una mezcla de ginebra, Cinzano dulce y Carpano, un vermouth italiano.
Recientemente la revista Hola publicó un artículo titulado Ginebra con tónica: el longdrink de moda. Este describía las distintas variaciones contemporáneas del trago en los bares de hoy, los cuales se abren con el fin único de “catar y saborear las infinitas combinaciones que permite”. De tal manera las mezclas actuales contemplan entre otras, adiciones de “pepino, o mezclas con naranja y canela, sobre albahaca y claro, la tradicional receta con hielo y limón”.
La historia de la Ginebra inicia en 1550 en el laboratorio holandés de un médico llamado Franciscus de la Boequien trataba de dilucidar la manera de solucionar problemas estomacales utilizando las propiedades diuréticas de la fruta llamada enebro. De la infusión espesa y saborizada que de la Boe denominó Genever, resultó una bebida alcohólica que los ejércitos comenzaron a usar para calentarse durante el invierno. Así fue como migró a Inglaterra, de donde resultó la versión de la ginebra llamada London Dry, la cual es la más reconocida en la actualidad y que adicionalmente es más fresca, suave y ligera que la original.
Hola dice que es el longdrink de moda. A mi manera de ver, nunca ha dejado de estarlo. Evidentemente es por su sabor, por la suavidad, por la manera como se adapta a la mezcla con otros tragos conservando su dominio sobre ellos, porque en palabras de Buñuel “es un buen estímulo para la imaginación” y para otros será importante la longevidad que al parecer garantiza. La Reina Madre duró 101 años, Luis Buñuel 83 y James Bond un famoso consumidor de Dry Martini, es inmortal.
Por mi parte lo único que pretendo es seguir disfrutando de la libertad de hacer lo que me gusta hacer, vivir la vida como la quiero vivir y claro, beber lo que quiero beber: la ginebra, mi querida ginebra. ¡Salud, en este cierre del año 2011!.
@CarlinaToledoP